sábado, 19 de enero de 2013

¿Por que Comemos sin Hambre?


La alimentación emocional es el consumo de alimentos motivado por las emociones, sin sensación se hambre real ni necesidad energética. Esta ingesta no necesaria de alimentos conlleva un aporte excesivo de calorías en la dieta, causando aumento de peso.
A través de la alimentación emocional la persona intenta solucionar o mejorar las emociones con ayuda de los alimentos. Esta conducta puede llegar a ser una enfermedad, ya que si bien el comer debe ser un hecho agradable y se ha de disfrutar de él, no ha de utilizarse para aliviar estados emocionales como el cansancio, el enfado, el estrés, la tristeza o la ansiedad.
Hay una serie de factores que motivan la alimentación emocional, y es importante conocerlos e identificarnos para no dejarse llevar por esta conducta alimentaria perjudicial.
· Antecedentes de carencias alimentarias o bajo-peso
Haber sufrido en el pasado carencias alimentarias o un entorno muy exigente en cuanto a la alimentación puede motivar que en la edad adulta se busque el placer, la aceptación y la satisfacción personal en la comida.
· Influencias sociales
Las presiones externas o el estrés continuado son situaciones que pueden llevar a experimentar sentimientos de angustia y/o ansiedad que en un gran número de personas inducen a comer para suavizarlas.
· Preocupación por la alimentación
La obsesión por la comida, por su inclusión en la rutina diaria, pensar continuamente en que y cuanto se comerá… aumenta más las probabilidades de comer por emociones que si se tiene una relación mental sana con los alimentos.
· Autocrítica
Ser autocrítico y autoexigente, así como tener pensamientos negativos o de culpa hacia uno mismo, puede activar la alimentación emocional.
· Historia de adicciones
Las adicciones pasadas, como haber sido fumador, puede llevar a tener episodios de alimentación emocional, para reemplazar el placer que producía la adicción.
La alimentación emocional es una conducta difícil de eliminar por completo, aunque si se puede identificar su causas, al menos la persona será consciente de por que siente el impulso de comer, y puede diferenciarlo del hambre real, frenándose la compulsividad.
Para frenar la alimentación emocional es imprescindible mejorar los sentimientos que la provocan o, al menos, calmarlos. Se han de buscar formas alternativas a la comida para enfrentar las emociones, como el ejercicio físico, caminar, o acudir a personas de confianza o a terapeutas con los que podamos expresar nuestras angustias y emociones.
Para controlar la alimentación emocional es importante realizar entre 4 y 6 comidas diarias, reduciéndose el tiempo entre comidas y con ello la probabilidad de caer en el “picoteo” compulsivo, y tener siempre a mano tentempiés saludables, controlando también la calidad de lo que comemos cuando aparece la ansiedad. Intentar beber agua antes de recurrir a los alimentos sólidos para calmar la inquietud también puede ser una medida acertada, ya que con frecuencia la sed y la sensación de hambre se confunden.