jueves, 31 de julio de 2014

"No Creas lo Que tus Ojos te Dicen".



No creas lo que tus ojos te dicen. 
Sólo muestran limitaciones. 
Mira con tu entendimiento, 
descubre lo que ya sabes, 
y hallarás la manera de volar. 

Richard Bach. 



"Este Momento".


"Este silencio, 
este momento, 
cada momento, 
si está genuínamente dentro tuyo, 
trae lo que tú necesitas". 

Rumi.

"Lucha Por lo Importante".


Lucha por lo importante, 
por lo que te llena el alma y los ojos,
 por lo que te colme de sentido y vida. 
Lucha por ello,
 aunque el mundo parezca del revés y se favorezca lo inadecuado,
 lo tonto, lo sin sabor. 
Lucha por lo importante, 
por lo que no tiene nombre 
pero que dibuja una simple sonrisa en tu rostro de niño.

Braddha Bala.

"Si Tienes Un Sueño, Síguelo".



"Si tienes un sueño, síguelo. 
No dudes nunca de él, 
cree en él con lo más profundo de tu ser.
Da igual que nadie confíe en ti. 
Sigue el instinto que te guía, 
sigue el espíritu que te susurra, 
entrégate al misterio de la vida 
y el día que menos lo esperes 
ese sueño será la realidad que estés viviendo".

Arnau de Tera.


"Mi Fuerza Interior es Ilimitada".


"Mi fuerza interior es ilimitada. 
Puedo sobreponerme a todo. 
Puedo vencer toda debilidad.
 
Creo en mí, porque conozco mis cualidades.
 
Enfrento cada situación sin miedo y sin duda.
El éxito lo mido no por el resultado, 
sino por cuánto soy capaz de crecer 
y renovarme como persona".

 
Repletos de entusiasmo,
Brahma Kumaris.  
Corporación Espiritual Mundial Brahma Kumaris   

"La Experiencia de Tercera Dimensión y Trascendencia a la Cuarta".



El planeta tierra cuenta con un campo aúrico también, muy similar al del ser humano, con una determinada frecuencia de vibración y diversos niveles de densidad, incluso con chakras.
El planeta ya ha experimentado la vida a través de la primera y segunda densidad, el equivalente (por así decirlo) al chakra raíz y el chakra umbilical nuestros. Por milenios, hemos experimentado ya la vida a través de la tercera densidad (equivalente al chakra del plexo solar). Justamente la Era de Piscis, marca este nivel de evolución.

La Era de Piscis marca una vida regida a nivel de la tercera densidad, la frecuencia amarilla, que vive a nivel mental, a nivel de la lógica, práctica. Si se logra una vida armónica, la mente ayuda a los procesos del alma, pero si se desarmoniza, entonces se corre el riesgo (y hemos caído en ello) en intensificar los niveles de control, ambición y excesos en todos los sentidos, las comunicaciones, el uso de los celulares o el internet, son tan solo ejemplos de nuestra sociedad actual, regida totalmente por la mente. El excesivo control de los gobiernos, los altos niveles de consumismo y la necesidad de reconocimiento por “el tener” más que por “el ser” son ejemplos de un mundo de tercera densidad, regido por el plano mental, en la Era de Piscis. Podríamos decir que este es nuestro límite actual pues actualmente estamos viviendo una experiencia de tercera densidad, una experiencia prioritariamente material, física y justo en este tiempo, en donde la Era de Acuario ha dado inicio, tenemos la oportunidad de trascender nuestra experiencia de vida a una más espiritual, regida por la cuarta densidad, la frecuencia del amor semejante a la del chakra corazón.

La evolución del planeta, no se puede detener pues representa un proceso NATURAL, el planeta sigue su curso, sin embargo, el hecho de que el planeta evolucione, no quiere decir que el ser humano sigue el mismo proceso pues aquí entra el libre albedrío. El ser humano no evolucionará a cuarta densidad de una manera inconsciente y automática, lo hará siendo consciente.

El ser humano tiene la opción de elegir si trasciende a una cuarta densidad o si se queda a repetir de nuevo, el ciclo completo, en tercera densidad, es decir, volver a repetir “x” número de vidas hasta completar sus aprendizajes y pendientes, pues al planeta sigue su proceso, no espera a nadie, la transición se hará cuando llegue el tiempo y quien VIBRE en la cuarta frecuencia, avanzará y quien no tenga integrada dicha vibración, por afinidad, seguirá experimentando la vida en tercera densidad, tal y como la conocemos.

Pueden haber diversas formas de trascendencia a cuarta densidad, por ejemplo, se puede trascender con nuestro cuerpo físico, es decir, cruzar el portal sin la necesidad de morir, en este caso, el cuerpo físico sufre una transformación para liberar la densidad del mundo físico y material y adaptarlo al siguiente nivel, haciéndolo más sutil. Para trascender de esta forma, se hace indispensable portar en nosotros, la frecuencia de vibración de cuarta densidad al momento en que el portal se abra.

Muchas personas no tendrán la frecuencia de cuarta densidad integrada. En este caso, el portal se abre y pasa desapercibido para ellas. Para estas personas, el mundo no cambia, todo sigue igual y su vida transcurre como siempre. Si en el proceso de su vida, logra integrar la frecuencia de vibración de 4D, entonces al morir, será trasladada justo al nuevo mundo de cuarta dimensión.

Por: Harumi Puertos
Extraído del curso: "Cruzando el Portal"

miércoles, 30 de julio de 2014

"Hábitos de la Gente Con Alta Inteligencia Emocional".


Es común ver a una persona que ha tenido un mal día descargar toda su frustración con alguien inocente, o una persona que recibe una humillación de su jefe porque simplemente no sabe cuál es el momento oportuno para pedirle algo; o el esposo o la esposa que no termina de conocer a su pareja y por cada tontería se forma una gran discusión… Estos, son solo simples ejemplos de lo que representa tener un nivel de inteligencia emocional bajo.
Se ha demostrado que las personas con un nivel de inteligencia emocional alto son más felices y por consecuencia tienen más éxito en la vida. Así que presta atención y descubre lo que hacen esas personas que los demás ignoran.
1. Son Consciente De Su Estado Emocional.
Estás personas saben en todo momento como se sienten, y tienen herramientas mentales y físicas para manipular sus emociones a su favor. Esto quiere decir que si esas personas están desanimadas o molestas saben exactamente qué hacer para retomar el ánimo y sentirse mucho mejor. Si quieres tener herramientas para dominar tus emociones Haz Clic Aquí.
2. Sus Juicios Son Basados En Hecho No En Suposiciones.
Estas personas no se dejan influenciar por opiniones o rumores sobre alguien o algo, ellos tienen la inocencia de un niño y solo escuchan las acciones no las palabras. Para este tipo de persona es más importante una acción que horas y horas de conversación sin sentido.
3. Transforman Lo Negativo En Positivo.
Este tipo de persona cuando han tenido un mal día o algo no ha salido como ellos esperaban y se sienten mal al respecto; enseguida toman responsabilidad de su situación y se detienen 5 minutos a reflexionar, a buscar el lado positivo y el aprendizaje de esa experiencia.
4. Son Capaces De Poner Límites Y Ser Firme Si Es Necesario.
Este tipo de persona normalmente son muy amables y abierta, y esto hace que algunas personas crean que son presa fácil e intenten manipularlas para obtener un beneficio egoísta. En este sentido las personas con una inteligencia emocional alta son capaces de detener las intenciones de esas personas a través de palabras firmes y contundentes, manteniendo en todo momento la educación y el respeto.
5. Se Rodean De Personas Positiva.
Ellos saben que las relaciones influyen muchísimo en sus vidas y por lo tanto buscas relacionarse con personas que sean una buena influencia. Seleccionan sus amistades de forma muy cuidadosa, esto no quiere decir que se dejen llevar por las apariencias; al contrario, ellos están abiertos a conocer a cualquier tipo de persona sin importar su aspecto físico o posición social. Ellos saben que lo valioso de una persona está en su interior y para poder llegar al interior de alguien hay que darse la oportunidad de conocerlo primero.
6. Ellos Viven En El Presente.
Este tipo de persona hace mucho tiempo entendió que el pasado quedo “Atrás” 
y no se atan a él. De igual forma saben que es inútil preocuparse por el futuro. Ellos saben que es importante estableces metas y trabajar día a día para conseguirlas, de está forma disfrutan del presente mientras poco a poco construyen su futuro.
7. Cuidan Muy Bien Sus Pensamientos Y Palabras.
Ellos han entendido que los pensamientos crean su realidad y que las palabras son poderosas
. En este sentido mantienen en su mente pensamientos positivos y constructivos de igual forma seleccionan muy bien sus palabras y piensan lo que dicen.
8. Ellos Compran Años De Vida.
Las personas con una alta inteligencia emocional saben que solo tienen una vida para vivir, de igual forma saben que aprender de sus experiencias no es la forma más inteligente de llegar a su meta. Ellos buscan comprar la experiencia de otras personas a través de libros, conferencias, sesiones privadas, etc. De ésta forma cuando compran un libro saben que han comprado 10, 15, 20 o hasta 50 años de experiencias y aprendizajes de la persona que ha escrito el libro.
9. Saben Cuando Es El Momento Oportuno Para Hacer Algo.
Ellos saben que si quieren pedirle un aumento de sueldo a su jefe es más probable que se los de cuando este contento y no por el contrario cuando está molesto. De igual forma un esposo o esposa sabe muy bien cuando es el momento oportuno para hablar con su pareja sobre cualquier tema. En este sentido observan muy bien el estado de ánimo de la personas y actúan en el momento justo.
10. Ellos Tienen Los ojos, La mente Y El Corazón Abierto.
Son capaces de ponerse en los zapatos de los demás y así reconocer sus sentimientos y entender por lo que están pasando; de ésta forma ellos pueden influir de manera positiva en esa persona a través de una palabra de aliento o simplemente su presencia.
Ya conoces 10 hábitos de la gente con alta inteligencia emocional, llego el momento de poner en práctica lo que has aprendido. Quizás en alguno puntos te has sentido identificada y en otros no, te invito a que incorpores a tu vida aquellos hábitos que consideren que pueden mejorar tu bienestar.
Diego Lossada

Autor Experto en Desarrollo Personal 
 Ex Jugador Profesional De Béisbol -

Imagen El Taller de la Hechicera.


"El Tiempo No Vuelve Atrás".


"El tiempo no vuelve atrás.
Tengo sólo este momento para vivir con intensidad mis sueños. 
Sólo existe éste segundo para re-crear o fortalecer los lazos con quienes estimo. 
Sólo hay éste "ahora" para preparar lo que sea que venga en el futuro.
 
Estoy atento/a. 
Utilizo cada respiración entendiendo su valor".
  
Con claridad infinita,
Brahma Kumaris.
Imagen El Taller de la Hechicera. 
Corporación Espiritual Mundial Brahma Kumaris   

"Restaurar con el Propio Oro". Alma Costa del Río.


El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi. El resultado, una cerámica reparada más resistente que la original. Así, en lugar de desechar el objeto estropeado, o bien esforzarse en ocultar los defectos y grietas, éstos se acentúan y destacan. Incluso, se celebran, ya que tras la precisa intervención de los artesanos, se convierten en verdaderas piezas preciosas debido al mayor atractivo estético.
Este arte de reparar con resina de oro, platino o plata es parte de una filosofía que plantea que el objeto restaurado es más bello por haber estado roto. Se trata de un objeto con historia, con pasado y que ha adquirido, tras la intervención, un valor adicional, quizá mayor al original.
¿Podrá este arte milenario de minuciosos artesanos, otorgarnos pistas sobre nuestras propias fracturas; sobre nuestros procesos para restablecernos tras quiebres, traumas, rupturas y separaciones? 
¿Es posible que podamos observar nuestras propias fragilidades y las posibilidades de re-integrarnos, y como consecuencia, encontrar la belleza como experiencia de paz y amor?
Si bien el ejemplo puede parecer algo forzado, no es menos cierto que también sentimos que nos fracturamos con una separación, una muerte de alguien que amamos, u otro tipo de pérdida que experimentamos en nuestra vida, (ejemplos hay de sobra, todos tenemos más de alguno que anotar). Pero también la mayoría de las veces, queremos volver a levantarnos, restaurarnos, integrar el aprendizaje, ser resilientes al cambio constante. Este es también un proceso de transformación, y en muchos aspectos, similar al de las delicadas piezas de cerámicas japonesas restauradas con metales nobles.
Aunque esto pueda desalentar a cualquiera: en ningún caso se trata de un proceso automático, como tampoco debe haberlo sido para los antiguos artesanos japoneses del siglo XV, a la hora de restaurar las cerámicas destrozadas enviadas a reparar expresamente por algún Shogun de la época .
Cualquier proceso requiere de tomar conciencia del nuevo estado, de la vulnerabilidad en que nos encontramos, de otorgar tiempo y dedicación, de paciencia y destreza, de voluntad y propósito ...Y tal como el Kintsukuroi (reparación con oro) también, de disponer de todo lo necesario, de los mejores materiales para un trabajo de excelencia.  En nuestro caso, con el oro del amor, con la fuerza del perdón y de la confianza en nosotros y en la vida. El resultado, así, no debiera ser menor a la belleza. 
Para más información sobre terapias con este enfoque:
Alma Costa del Río Moreno
Terapia Alas para el alma
Coaching Espiritual
Terapia Energética
Restauración de objetos decorativos de Arte.
San Crescente 70, of 6 Metro El Golf.

martes, 29 de julio de 2014

"El Valor de la Puntualidad".

El tiempo es un recurso no renovable, de allí su extremado valor. Por eso la puntualidad es cortesía, educación y respeto. La impuntualidad es una muestra de falta de cultura, es no apreciar el tiempo de los otros ni el propio.
El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestros compromisos adquiridos deliberadamente: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar, una cita médica.
La puntualidad es necesaria para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser merecedores de confianza.
¿Por qué no somos puntuales?
La falta de puntualidad denota desorden, mal manejo del tiempo, falta de planeación en nuestras actividades, y por supuesto carencia de una agenda, pero, ¿qué hay detrás de todo esto?.
El interés, el deseo y los gustos están muy asociados con la impuntualidad. Es decir, cuando tenemos un total interés en algo, como por ejemplo una cita para aplicar a un empleo, seguramente estaremos antes de la hora acordada y tomaremos todas las medidas para cumplir con este compromiso. Al contrario de la cita donde el odontólogo la cual nos causa molestia y buscamos aplazarla hasta el último minuto.
Obviamente hay actividades que nos generan un mayor interés y atracción, por eso para algunas personas, el valor del tiempo varía dependiendo de la situación. El resultado de vivir de acuerdo a nuestros gustos, es la pérdida de formalidad en nuestro actuar y poco a poco se reafirma el vicio de llegar tarde.
Hay otro factor que también influye en el valor de la puntualidad y es el orden. Cuando no tenemos claridad de ideas, ni prioridades, tampoco una lista de pendientes, y menos un mapa de actividades que nos guía, lo más coherente es que el tiempo se pierda fácilmente. La pereza, el olvido, la falta de concentración, también son motivos que afectan este valor.
Además de lo anterior, la falta de puntualidad tiene un cierto grado de egocentrismo. Es decir, partir de la base de que el tiempo de los otros es menos valioso que el propio, así que no importa llegar tarde porque la otra persona no es tan “importante” como lo soy yo. Además de ser una actitud egoísta es totalmente irrespetuosa.
¿Cómo corregir la falta de puntualidad?
No nos volvemos puntuales de la noche a la mañana. Para querer corregir este error se necesita voluntad, disciplina, determinación, compromiso y responsabilidad como en todos los propósitos.
Antes de empezar a poner alarmas, llenar agendas, programar recordatorios, etc., se tendrá que hacer un cambio de mentalidad. Debemos ser conscientes que toda persona, evento, reunión, actividad o cita tiene un grado particular de importancia. Nuestra palabra deberá ser el sinónimo de garantía para contar con nuestra presencia en el momento preciso y necesario.
Seguido de esto, se tendrá que encontrar la causa que provoca nuestra impuntualidad mencionadas anteriormente: interés, importancia, orden, egocentrismo, pereza, olvido, falta de concentración. Allí encontrará muchas respuestas y también las soluciones para desterrar este mal hábito.
Establecer un orden y delimitar prioridades es básico. Asimismo, concentrarse en la actividad que estamos realizando, procurando mantener nuestra atención para no divagar y aprovechar mejor el tiempo. Para corregir esto, se tendrá que echar mano de algunas ayudas, como son las alarmas del computador, agenda electrónica, celular, pedirle a un familiar o compañero que nos recuerde la hora (sólo algunas veces para no ser molesto y dependiente).
Por último, habrá que hacer algunos ajustes en nuestro nuevo estilo de vida enmarcado en la puntualidad. Quizá levantarse un poco más temprano, adelantar el reloj unos minutos, establecer un horario, entre otros.
Vivir el valor de la puntualidad es una forma de hacerle a los demás 
la vida más agradable, mejora nuestro orden 
y nos convierte en personas dignas de confianza.

Fuentes: encuentra.com, masalto.com
www.lafamilia.info

"La Urgencia de Una Transformación". Eckhart Tolle.


LA URGENCIA DE UNA TRANSFORMACIÓN

La vida, ya sea de una especie o de una forma individual, muere, o se extingue, o se impone por encima de las limitaciones de su condición por medio de un salto evolutivo siempre que se ve enfrentada a una crisis radical, cuando ya no funciona la forma anterior de ser en el mundo o de relacionarse con otras formas de vida y con la naturaleza, o cuando la supervivencia se ve amena­zada por problemas aparentemente insuperables.

Se cree que las formas de vida que habitan este planeta evo­lucionaron primero en el mar. Cuando todavía no había animales en la superficie de la tierra, el mar estaba lleno de vida. Entonces, en algún momento, alguna de las criaturas se aventuró a salir a la tierra seca. Quizás se arrastró primero unos cuantos centíme­tros hasta que, agobiada por la enorme atracción de la gravedad, regresó al agua donde esta fuerza prácticamente no existe y donde podía vivir con mayor facilidad. Después intentó una y otra vez hasta que, mucho después, pudo adaptarse a vivir en la tierra, desarrolló patas en lugar de aletas y pulmones en lugar de agallas. Parece poco probable que una especie se hubiera aventurado en semejante ambiente desconocido y se hubiera sometido a una transformación evolutiva a menos que alguna crisis la hubiera obligado a hacerlo. Quizás pudo suceder que una gran zona del mar hubiera quedado separada del océano principal y que el agua se hubiera secado gradualmente con el paso de miles de años, obligando a los peces a salir de su medioambiente y a evolucionar.

El desafío de la humanidad en este momento es el de reaccio­nar ante una crisis radical que amenaza nuestra propia supervi­vencia. La disfunción de la mente humana egotista, reconocida desde hace más de 2.500 años por los maestros sabios de la anti­güedad y amplificada en la actualidad a través de la ciencia y la tecnología, amenaza por primera vez la supervivencia del planeta. Hasta hace muy poco, la transformación de la conciencia humana (señalada también por los antiguos sabios) era tan sólo una posi­bilidad a la cual tenían acceso apenas unos cuantos individuos aquí y allá, independientemente de su trasfondo cultural o reli­gioso. No hubo un florecimiento generalizado de la conciencia humana porque sencillamente no era todavía una necesidad apre­miante.

Una proporción significativa de la población del planeta no tardará en reconocer, si es que no lo ha hecho ya, que la huma­nidad está ante una encrucijada desgarradora: evolucionar o mo­rir. Un porcentaje todavía relativamente pequeño pero cada vez más grande de personas ya está experimentando en su interior el colapso de los viejos patrones egotistas de la mente y el despertar de una nueva dimensión de la conciencia.

Lo que comienza a aflorar no es un nuevo sistema de creen­cias ni una religión, ideología espiritual o mitología. Estamos lle­gando al final no solamente de las mitologías sino también de las ideologías y de los credos. El cambio viene de un nivel más profundo que el de la mente, más profundo que el de los pensamien­tos. En efecto, en el corazón mismo de la nueva conciencia está la trascendencia del pensamiento, la habilidad recién descubierta de elevarse por encima de los pensamientos, de reconocer al interior del ser una dimensión infinitamente más vasta que el pensamien­to. Por consiguiente, ya no derivamos nuestra identidad, nuestro sentido de lo que somos de ese torrente incesante de pensamien­tos que confundimos con nuestro verdadero ser de acuerdo con la vieja conciencia. Es inmensa la sensación de liberación al saber que no somos esa "voz que llevamos en la cabeza". ¿Quién soy entonces? Aquel que observa esa realidad. La conciencia que precede al pensamiento, el espacio en el cual sucede el pensamiento, o la emoción o la percepción.

El ego no es más que eso: la identificación con la forma, es decir, con las formas de pensamiento principalmente. Si es que hay algo de realidad en el concepto del mal (realidad que es re­lativa y no absoluta), su definición sería la misma: identificación total con la forma: las formas físicas, las formas de pensamiento, las formas emocionales. El resultado es un desconocimiento total de nuestra conexión con el todo, de nuestra unicidad intrínseca con "todo lo demás" y también con la Fuente. Este estado de olvido es el pecado original, el sufrimiento, el engaño. ¿Qué clase de mundo creamos cuando esta falsa idea de separación total es la base que gobierna todo lo que pensamos, decimos y hacemos? Para hallar la respuesta basta con observar la forma como los seres humanos se relacionan entre sí, leen un libro de historia o ven las noticias de la noche.
Si no cambian las estructuras de la mente humana, terminaremos siempre por crear una y otra vez el mismo mundo con sus mismos males y la misma disfunción.

UN NUEVO CIELO Y UNA NUEVA TIERRA

La inspiración para este libro (Una Nueva Tierra) vino de una profecía bíblica, que parece más aplicable en la actualidad que en ningún otro momen­to de la historia humana. Aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y se refiere al colapso del orden existente del mundo y el surgimiento de "un nuevo cielo y una nueva tierra". Debemos comprender aquí que el cielo no es un lugar sino que se refiere al plano interior de la conciencia. Este es el significado esotérico de la palabra y también es el significado que tiene en las enseñanzas de Jesús. Por otra parte, la tierra es la manifestación externa de la forma, la cual es siempre un reflejo del interior. La conciencia colectiva de la humanidad y la vida en nuestro planeta están íntimamente conectadas. "El nuevo cielo" es el florecimiento de un estado transformado de la conciencia humana, y "la nueva tierra" es su proyección en el plano físico. Puesto que la vida y la conciencia humanas son una con la vida en el planeta, a medida que se disuelva la vieja conciencia deberán producirse simultáneamente unos cataclismos geográficos y climáticos en muchas partes del planeta, algunos ya los hemos comenzado a presenciar.

EL EGO: EL ESTADO ACTUAL DE LA HUMANIDAD

Las palabras, ya sean vocalizadas y convertidas en sonido o formuladas silenciosamente en los pensamientos, pueden ejercer un efecto prácticamente hipnótico sobre la persona. Es fácil perdernos en ellas, dejarnos arrastrar por la idea implícita de que el simple hecho de haberle atribuido una palabra a algo equivale a saber lo que ese algo es. La realidad es que no sabemos lo que ese algo es. Solamente hemos ocultado el misterio detrás de un rótu­lo. En últimas, todo escapa al conocimiento: un ave, un árbol, hasta una simple piedra, y sin duda alguna el ser humano. Esto se debe a la profundidad inconmensurable de todas las cosas. Todo aquello que podemos percibir, experimentar o pensar es apenas la capa superficial de la realidad, menos que la punta de un témpano de hielo.

Debajo de la superficie no solamente todo está conectado entre sí, sino que también está conectado con la Fuente de la vida de la cual provino. Hasta una piedra, aunque más fácilmente lo harían una flor o un pájaro, podría mostrarnos el camino de regreso a Dios, a la Fuente, a nuestro propio ser. Cuando observamos o sostenemos una flor o un pájaro y le permitimos ser sin imponerle un sustantivo o una etiqueta mental, se despierta dentro de nosotros una sensación de asombro, de admiración. Su esencia se comunica calladamente con nosotros y nos permite ver, como en un espejo, el reflejo de nuestra propia esencia. Esto es lo que sienten los grandes artistas y logran transmitir a través de sus obras. Van Gogh no dijo: "Esa es sólo una silla vieja". La observó una y otra vez. Percibió la calidad del ser de la silla. Y entonces se sentó ante el lienzo y tomó el pincel. La silla se habría vendido por unos cuantos dólares. La pintura de esa misma silla se ven­dería hoy por más de $25.000 millones.

Cuando nos abstenemos de tapar el mundo con palabras y rótulos, recuperamos ese sentido de lo milagroso que la humani­dad perdió hace mucho tiempo, cuando en lugar de servirse del pensamiento, se sometió a él. La profundidad retorna a nuestra vida. Las cosas recuperan su frescura y novedad. Y el mayor de los milagros es la experiencia de nuestro ser esencial anterior a las palabras, los pensamientos, los rótulos mentales y las imágenes. Para que esto suceda debemos liberar a nuestro Ser, nuestra sen­sación de Existir, del abrazo sofocante de todas las cosas con las cuales se ha confundido e identificado. Es de ese proceso de liberación del que trata este libro.

Mientras más atentos estamos a atribuir rótulos verbales a las cosas, a las personas o a las situaciones, más superficial e inerte se hace la realidad y más muertos nos sentimos frente a la rea­lidad, a ese milagro de la vida que se despliega continuamente en nuestro interior y a nuestro alrededor. Ese puede ser un camino para adquirir astucia, pero a expensas de la sabiduría que se esfuma junto con la alegría, el amor, la creatividad y la vivacidad. Estos se ocultan en el espacio quieto entre la percepción y la interpretación. Claro está que las palabras y los pensamientos tienen su propia belleza y debemos utilizarlos, pero ¿es preciso que nos dejemos aprisionar en ellos?.

Las palabras buscan reducir la realidad a algo que pueda estar al alcance de la mente humana, lo cual no es mucho. El lenguaje consta de cinco sonidos básicos producidos por las cuerdas vocales. Son las vocales "a, e, i, o, u". Los otros sonidos son las consonan­tes producidas por la presión del aire: "s, f, g", etcétera. ¿Es po­sible creer que alguna combinación de esos sonidos básicos podría explicar algún día lo que somos o el propósito último del univer­so, o la esencia profunda de un árbol o de una roca?.

LA ILUSIÓN DEL SER

La palabra "yo" encierra a la vez el mayor error y la verdad más profunda, dependiendo de la forma como se utilice. En su uso convencional, no solamente es una de las palabras utilizadas más frecuentemente en el lenguaje (junto con otras afines como: "mío" y "mi"), sino también una de las más engañosas. Según la utilizamos en la cotidianidad, la palabra "yo" encierra el error pri­mordial, una percepción equivocada de lo que somos, un falso sentido de identidad. Ese es el ego. Ese sentido ilusorio del ser es lo que Albert Einstein, con su percepción profunda no solamente de la realidad del espacio y el tiempo sino de la naturaleza huma­na, denominó "ilusión óptica de la conciencia". Esa ilusión del ser se convierte entonces en la base de todas las demás interpretacio­nes o, mejor aún, nociones erradas de la realidad, de todos los procesos de pensamiento, las interacciones y las relaciones. La realidad se convierte en un reflejo de la ilusión original.

La buena noticia es que cuando logramos reconocer la ilusión por lo que es, ésta se desvanece. La ilusión llega a su fin cuando la reconocemos. Cuando vemos lo que no somos, la realidad de lo que somos emerge espontáneamente. Esto es lo que sucederá a medida que usted lee lenta y cuidadosamente este capítulo y el siguiente, los cuales tratan sobre la mecánica del falso yo al cual llamamos ego. Así, ¿cuál es la naturaleza de este falso ser?.

Cuando hablamos de "yo" generalmente no nos referimos a lo que somos. Por un acto monstruoso de reduccionismo, la pro­fundidad infinita de lo que somos se confunde con el sonido emitido por las cuerdas vocales o con el pensamiento del yo que tengamos en nuestra mente y lo que sea con lo cual éste se identifique. ¿Entonces a qué se refieren normalmente el yo, el mi y lo mío?.

Cuando un bebé aprende que una secuencia de sonidos emi­tidos por las cuerdas vocales de sus padres corresponde a su nom­bre, el niño comienza a asociar la palabra, la cual se convierte en pensamiento en su mente, con lo que él es. En esa etapa, algunos niños se refieren a sí mismos en tercera persona. "Felipe tiene hambre". Poco después aprenden la palabra mágica "yo" y la asocian directamente con su nombre, el cual ya corresponde en su mente a lo que son. Entonces se producen otros pensamientos que se fusionan con ese pensamiento original del "yo". El paso si­guiente son las ideas de lo que es mío para designar aquellas cosas que son parte del yo de alguna manera. Así sucede la identifica­ción con los objetos, lo cual implica atribuir a las cosas (y en últimas a los pensamientos que representan esas cosas) un sentido de ser, derivando así una identidad a partir de ellas. Cuando se daña o me quitan "mi" juguete, me embarga un sufrimiento intenso, no porque el juguete tenga algún valor intrínseco (el niño no tarda en perder interés en él y después será reemplazado por otros juguetes y objetos) sino por la idea de lo "mío". El juguete se convirtió en parte del sentido del ser, del yo del niño.

Sucede lo mismo a medida que crece el niño, el pensamiento original del "yo" atrae a otros pensamientos: viene la identifica­ción con el género, las pertenencias, la percepción del cuerpo, la nacionalidad, la raza, la religión, la profesión. El Yo también se identifica con otras cosas como las funciones (madre, padre, espo­so, esposa, etcétera), el conocimiento adquirido, las opiniones, los gustos y disgustos, y también con las cosas que me pasaron a "mí" en el pasado, el recuerdo de las cuales son pensamientos que contribuyen a definir aún más mi sentido del ser como "yo y mi historia". Estas son apenas algunas de las cosas de las cuales de­rivamos nuestra identidad. En últimas no son más que pensa­mientos sostenidos precariamente por el hecho de que todos com­parten la misma noción del ser. Esta interpretación mental es a la que normalmente nos referimos cuando decimos "yo". Para ser más exactos, la mayoría de las veces no somos nosotros quienes hablamos cuando decimos y pensamos el "Yo", sino algún aspec­to de la interpretación mental, del ser egotista. Una vez acaecido el despertar continuamos hablando de "yo", pero con una noción emanada de un plano mucho más profundo de nuestro ser inte­rior.

La mayoría de las personas continúa identificándose con el torrente incesante de la mente, el pensamiento compulsivo, prin­cipalmente repetitivo y banal. No hay un yo aparte de los proce­sos de pensamiento y de las emociones que los acompañan. Eso es lo que significa vivir en la inconciencia espiritual. Cuando se les dice que tienen una voz en la cabeza que no calla nunca, pregun­tan, "¿cuál voz?" o la niegan airadamente, obviamente con esa voz, desde quien piensa, desde la mente no observada. A esa voz casi podría considerársela como la entidad que ha tomado pose­sión de las personas.

Algunas personas nunca olvidan la primera vez que dejaron de identificarse con sus pensamientos y experimentaron brevemente el cambio, cuando dejaron de ser el contenido de su mente para ser la conciencia de fondo. Para otras personas sucede de una manera tan sutil que casi no la notan, o apenas perciben una corriente de alegría o paz interior, sin comprender la razón.

"Una Nueva Tierra", Eckhart Tolle.
Imagen laberintodeandrea.blogspot.com



lunes, 28 de julio de 2014

"Ejercicios Para Limpiar la Mente".


Si nos observamos pensar veremos que la mente es como un remolino donde giran sin cesar las mismas cosas, angustias, esperanzas, miedos. Para detener estos círculos incesantes, canta las 5 vocales así: A,E,I,U,O. cada una durante un minuto o más, si así lo necesitas.

Mientras la cantas, con profundas respiraciones, imagina que resuena en todo tu cuerpo, tu país, el planeta, la galaxia, el universo.
Cuando llegues a la O, termina agregándole una M. Te dará OM, la sílaba sagrada hindú que dicen es el origen del universo.

El sonido A, actúa sobre lo alto de la garganta, de los pulmones y todo tu cráneo.

El sonido E, tonifica tus glándulas tiroides.

El sonido I te desamarra del ego, y te da alegría si lo emites con una sonrisa en los labios. El sonido U penetra profundamente en el tórax y el vientre, y proporciona fuerza vital.

El sonido O va hasta el fondo del abdomen, y te abre a la creatividad.

Al terminar la serie, contempla tus pensamientos como si fueran hojas que flotan 
en la corriente de un río, o nubes que cruzan el cielo.

Alejandro Jodorowsky. 

Imagen comocantar.wordpress.com