martes, 1 de marzo de 2016

"Emociones: ¿Mías o de Mis Antepasados?".


Cómo vivir nuestras emociones como energías positivas
 y devolver a nuestros antepasados las que les pertenecen.

Conferencia de Marie-Therèse Bal-Craquin
 en la Universidad Libre Europea de Ciencias de Enfermería. 
Déols, 9 de febrero de 2007.

Marie-Therèse Bal-Craquin es enfermera jefe, especialista clínica. Después de haber ejercido la psicogenealogía durante 25 años, lleva a cabo talleres de reposicionamiento familiar según el enfoque llamado “de las constelaciones”. El tema de la conferencia trató sobre “las emociones, cómo vivirlas como energías positivas y devolver a nuestros antepasados las que les pertenecen”. 

Para introducir el tema, la conferenciante recordó los diferentes niveles de conciencia que entran en juego en la interacción, la relación con uno mismo y la relación con los demás.

El primer nivel de conciencia en el que se sitúa la relación es el sensorial. 
En este nivel encontramos los cinco sentidos: 

La vista, que genera representaciones que vemos en el exterior y representaciones internas: lo que nos imaginamos, lo que creamos como imagen interna, pero también aquello de lo que nos acordamos o creemos acordarnos. Así, podemos proyectar en otra persona una imagen interna-recuerdo que en realidad no tiene nada que ver con la persona que tenemos delante. A partir de esta imagen proyectada, la comunicación solo puede estar deformada. Podemos también haber recibido de nuestros padres una proyección de imágenes que no tiene mucho que ver con lo que somos y que puede igualmente generar una relación deformada de la realidad. 

El segundo sentido del que disponemos es el oído que, como la vista, genera percepciones externas (lo que oímos del exterior) y percepciones internas (diálogos internos que creamos o de los que nos acordamos o creemos acordarnos). Aquí otra vez, la proyección de un diálogo interno a partir de un mensaje externo puede dificultar la comunicación. Cuando somos “pequeños”, podemos haber grabado de nuestros padres o de otros “mayores”, secuencias enteras de memoria auditiva que perturban en gran medida el contacto con la realidad. 

El tercer sentido determinante en la relación con uno mismo y con los demás es la sensación misma, llamada kinestésica: el calor, el frío, la tensión y la relajación, la comodidad, la incomodidad, el dolor, el placer... Como en los otros dos sentidos anteriores, la memoria se organiza a partir de experiencias precoces que remontan a veces incluso a la concepción. Encontraremos en las constelaciones memorias celulares de reducción de la placenta cuando se ha llevado a cabo una concepción artificial, memoria que sigue perturbando la vida en este momento.

El cuarto sentido, el olfato, uno de los más antiguos que hemos desarrollado, es tanto más determinante en la relación cuanto que es en gran parte inconsciente, pues se encuentra reprimido en su expresión. Es poco aceptado socialmente decir a alguien “¡¡¡apestas!!!” y si se dice lo contrario hay inmediatamente una connotación de intento de seducción. 

El quinto sentido, el gusto, depende del olfato y no deja de tener relación con nuestra atracción o repulsión por las relaciones que nos dan asco o, por el contrario, nos atraen. Este primer nivel de la relación hay que trabajarlo casi constantemente para limpiarlo de escorias que nos vienen de la experiencia, de las memorias personales y de las memorias de nuestros antepasados. 

Aconsejo vivamente el libro de Antony de Mello sobre el tema “Quand la consciente s’éveille” (“Cuando la conciencia se despierta”) y “Un chemin vers Dieu” (“Un camino hacia Dios”), publicados por Albin Michel, Espaces Libres. Antony de Melly, jesuita indio, psicoterapeuta, utiliza su experiencia budista e hinduista para proponer pequeños ejercicios muy interesantes para “limpiar” su campo de conciencia y ponerlo al servicio de una relación verdadera. Relación verdadera con un mismo, con los demás, con lo que la cultura ha llamado Dios. 

Las Emociones.
El segundo nivel de conciencia determinante en la relación es el nivel de las emociones. Para explicarlo sencillamente, digamos que disponemos de cuatro grandes emociones que, durante el desarrollo, se construyen en este orden:

El miedo, que se manifiesta cuando nos encontramos ante amenazas o lo que imaginamos como amenazas. En medicina china, el miedo tiene relación con los riñones, que, en ciertos modelos, son considerados como el centro de la identidad (polaridad), la energía del camino, del impulso. 
La función útil del miedo es la de aumentar la vigilancia, asegurarse la protección. Pero si consideramos a otra persona como amenazadora debido a nuestras representaciones internas, vemos enseguida que no estamos muy dispuestos a comunicar con ella. Igualmente, si no hacemos caso a las señales de alarma que un ser realmente amenazador nos lanza, nos arriesgamos a estar en peligro. Lo importante, en este segundo caso, es tener en cuenta nuestras reacciones para desarrollar una vigilancia sana y comunicar de manera adaptada. 

Se pueden recomendar algunos libros sencillos sobre el tema: “La peur, comment tu peux y faire face?” (“El miedo: ¿cómo puedes afrontarlo?”) de Molly Wignand y Robert Alley, éd. Signe Lutin conseil pour enfant; “Max et Lili ont peur” (“Max y Lili tienen miedo”), “Lili tiene miedo del control” (“Lili tiene miedo del control”), “Max est timide” (“Max es tímido”), collection Ainsi va la vie, editado por Caligram; “Au secours, j’ai peur d’aimer” (“Socorro, tengo miedo de amar”), de Marion-Catherine Grall Plin; “Pour en finir avec les tyrans et les pervers dans la famille” (“Para acabar con los tiranos y los perversos en la familia”), de Yvonne Poncet-Bonissol, éd. Chiron. 

La ira es la segunda emoción de la que disponemos. Es una energía poderosa que conviene aprender a canalizar. Se activa mediante violaciones de territorio de las que nos creemos víctimas. La injusticia es una violación de territorio: es la falta de respeto a nuestros derechos. Podemos ser víctimas de una violación de territorio físico, afectivo, intelectual, espiritual... Todos estos niveles los citamos tan solo a modo de ejemplos, pues evidentemente hay muchos otros. En medicina china, la ira tiene relación con el hígado e indirectamente con el equilibrio glicémico, etc. 
La función útil (positiva) de la ira es la de provocar una energía de cambio, teniendo en cuenta que el primer cambio es el que hay que generar en uno mismo, ya que no podemos pretender cambiar a los demás. Hay que trabajar primero en lo que nosotros estimamos que es “nuestro territorio”. Los demás no forman parte de nuestros objetos, no tienen el poder de “hacernos esto”: ponernos tristes, volvernos locos, etc., si nosotros no les damos ese derecho. Tenemos entonces que desarrollar la conciencia de ser uno mismo en sus propios límites. 

Algunos libros sencillos que recomendamos y que tratan sobre este tema son: “La colère, y pas de mal à être en colère” (“La ira, no hay nada malo en sentirla”), de Michaelene Mundy, éd. du Signe; “Un temps pour s’entendre avec des gens difíciles” (“Un tiempo para entenderse con la gente difícil”), de Lisa Engelhardt, éd. du Cerf; “Lili trouve sa maîtresse méchante” (“Lili encuentra a su maestra mala”), “Lili a été suivie”, (“A Lili la han controlado”), “Jérémy est maltraité” (“Jeremy es maltratado”), “Lili se dispute avec son frère” (“Lili está enfadada con su amiga”), “Les parents ed Max et Lili se disputent” (“Los padres de Max y Lili se pelean”), “Max est jaloux” (“Max está celoso”), “Max se bagarre” (“Max se pelea”), “Max est racketté” (“Max es extorsionado”), collection Ainsi va la vie, éd. Calligram; y un libro más complicado: “Sainte colère” (“Santa ira”), de Lytta Basset, éd. Bayard labor et Fidès, 2006. 

La tercera emoción de la que disponemos es la tristeza. Es provocada por las pérdidas, lo que llamamos los lutos. MarieTherèse Bal-Craquin nos ha remitido a su conferencia “Cómo ayudar a las personas que sufren”, que podemos encontrar en internet (www.infiressources.ca). 

Las pérdidas que nos inflige la vida son numerosas y variadas:

 - Las pérdidas de objetos o de bienes, el luto es tan grave cuanto que el objeto se encontraba revestido de afectividad. 

- Las pérdidas de de lugar: país, casa, barrio, etc.

- Las pérdidas relacionadas con las etapas de crecimiento: de esta manera se ha podido describir en los recién nacidos lutos de placenta o de cordón umbilical. La llegada de algunos tipos de sexualidad secundaria en el adolescente se acompaña de cierto estado de luto, pues se suele decir “enterrar la vida de niño”. La llegada del primer hijo pueden vivirla los padres como una manera de luto, el de la vida de los dos solos. 

- Las pérdidas de realidades simbólicas: la lengua, la nacionalidad, el honor, la confianza, los proyectos, los ideales, las creencias, la fe. La traición, la pérdida de una ideología, la de la libertad o la de la fe generan un estado de luto. 

- Las pérdidas relacionadas con las fidelidades a los antepasados: cambiar de clase social, ser incapaz de retomar un patrimonio, etc. 

- Las pérdidas de proyectos o pérdidas ligadas al desarrollo profesional, el paro, el comienzo de la jubilación e incluso, curiosamente, un ascenso. 

- Las pérdidas de las partes de uno mismo o de la apariencia de uno: volverse gordo, perder la vista, perder un miembro, perder la fuerza física. 

- Las pérdidas de animales.

 - Las pérdidas de generatividad: descubrir que se es estéril, no poder tener más hijos, perder su inspiración y su creatividad, ver su obra destruida, ya no poder seguir transmitiendo lo que se sabe o lo que se hace...

- Las pérdidas de dominio de la función o papel que se desempeña. 

- Las pérdidas relacionadas con la violencia que se ha sufrido. 

- Las pérdidas ligadas a las enfermedades o al envejecimiento. 

- Las pérdidas parciales de personas: la persona está viva, pero nos abandona (es el caso del divorcio), se vuelve inaccesible debido a la enfermedad, pierde la razón, se enfada, traiciona... 

- Las pérdidas parciales en lo que respecta a los hijos: el niño nace con una malformación o sufre un grave accidente que le deja inválido, el hijo se droga, fracasa en la escuela, cae psíquicamente enfermo, es víctima de una enfermedad somática grave, etc. 

- Las pérdidas relacionadas con la desaparición de un niño o de un adulto: es el caso de pérdidas muy graves, pues se admite la realidad con gran dificultad, por el hecho de que no se puede comprobar que el otro está muerto.

- Las pérdidas de un hijo: abortos (naturales o provocados), los niños nacidos muertos, la muerte súbita de los bebés... La pérdida de un hijo es un luto muy difícil de superar, pues a menudo proyectamos en el hijo la esperanza de sobrevivir a nuestra propia muerte. Según el tipo de accidente que ha sufrido nuestro hijo, el luto es más o menos difícil de superar. Si ha sido secuestrado, torturado, etc., si ha muerto en un accidente del que era responsable, si ha sido matado por un tercero, la mayor dificultad es superar el resentimiento con respecto a otra persona o a uno mismo. Se puede además haber suicidado, drogrado, fracasado y el padre o madre se encuentra entonces confrontado a un sentimiento de pérdida muy fuerte. Hay que añadir además a estos estados de luto los casos en los que el hijo pierde su estatus social cuando se convierte en delincuente. 

- Las pérdidas de nietos son muy sensibles. Además, hay que recordar que incluso para una mamá de 90 años su hijo de 70 sigue siendo su hijito.

- Hay que tener en cuenta estas pérdidas también desde el punto de vista de los hermanos, que pueden desarrollar muy graves patologías afectivas tras una desaparición así. Es bastante habitual conocer a mujeres cuyo cónyuge representa a su hermano desaparecido o que proyectan en su hijo la sombra del hermano o hermana desaparecida. Esto trae consigo muchos problemas en la pareja o trastornos muy importantes en los hijos. 

- Las pérdidas de adultos son del mismo género que las que he repertoriado sobre los niños. Las más graves las constituyen las desapariciones, los asesinatos, los suicidios, las enfermedades y la muerte por vejez, sin olvidar los decaimientos, por ejemplo la alcoholización de uno de los cónyuges. 

En medicina china, la tristeza se encuentra ligada a los pulmones y al intestino grueso. La tristeza hace que entremos en un estado de luto, estado fuente en el que entramos para hacer frente a las pérdidas. Hablamos de trabajar con el estado de luto por asimilación con el trabajo de dar a luz. Se trata pues de un movimiento de la vida y de cómo sabemos vivir o “sabemos estar de luto”. 

Algunos libros de lectura sencilla recomendados para entrar en el tema son: “Le deuil, y pas de mal à être triste” (“El luto, no hay nada malo en sentirlo”), de  Michaelene Mundy, éd. du Signe; “Le divorce, comment aider les enfants à passer le cap” (“El divorcio: cómo ayudar a los hijos a superarlo”), de Emily Menendez-Aponte, éd. du Signe; “Les parents de Zoé divorcent” (“Los padresde Zoe se divorcian”), “Grand-père est mort” (“El abuelo está muerto”), “Le père de Max et Lili est au chômage” (“El padre de Max y Lili está en el paro”), collection Ainsi va la vie, éd. Calligram; “Au revoir blaireau” (“Adiós, tejón”), de Susan Varley Gallimard; “Faustine et le souvenir” (“Faustine y el recuerdo”), de Sandrine Pernusch, éd. Messidor La Farandole; “Les deux maisons de Désiré Raton” (“Las dos casas de Desiré Raton”), de Lydia Devos y Pierre Cornuel Grasset, Jeunesse 2000; “Quelqu’un que tu aimais est mort” (“Alguien a quien querías se ha muerto”), de Agnès Auschitka y Nathalie Novi, éd. Bayard Jeunesse; “Un temps pour se remettre d’un divorce” (“Un tiempo para recuperarse de un divorcio”), de Kathryn Lankston, éd. du Cerf. También recomiendo algunos libros más complicados de Jean Monbourquette: “Aimer, perdre et grandor: assumer les dificultes et les deuils de la vie” (“Querer, perder y crecer: asumir las dificultades y los lutos de la vida”), éd. Bayard Centurion, 1995; “Grandir ensemble dans l’épreuve: groupes d’accompagnement de jeunes confrontés au divorce et au deuil” (“Crecer juntos en las desgracias: grupos de acompañamiento de jóvenes confrontados al divorcio y al luto”), éd. Médiaspaul, 1993; “Groupe d’entreaide pour personnes en deuil” (“Grupo de entreayuda para personas en luto”), Novalis, 1996; “Comment pardonner: pardonner pour guérir, guérir pour pardonner” (“Cómo perdonar: perdonar para curarse, curarse para perdonar”), éd. Bayard Centurion, Novalis 1992. Tampoco hay que olvidar las obras de Christine Singer, entre otras “Du bon usage des crises” (“Sobre el buen uso de las crisis”), Folio. 

La última emoción de la que disponemos es la alegría. Es provocada por la sensación de realizarse. Es interesante constatar que en medicina china, el órgano que corresponde a la emoción de la alegría es el corazón y que las manos que sirven para realizarse están situadas en el mismo meridiano. 

La función positiva de la alegría es compartir. Muchas obras tratan sobre la alegría: podemos citar, entre otras, las de Christian Bobin y Christiane Singer. 

El nivel de las emociones es muy importante en la comunicación y en la vida en general, pues, como la palabra misma “moción” indica, la motivación se encuentra en las emociones y la inhibición emocional acarrea enfermedades, depresiones y en cualquier caso grandes problemas para motivarse a avanzar. Además hay que aprender a expresar sus emociones de manera que sean útiles. Está claro que la ira que solo se expresa en forma de violencia no tiene ninguna posibilidad de favorecer el cambio. Lo mismo le sucede al miedo, cuando se convierte en terror, o a la tristeza, cuando sumerge en un marasmo al que la sufre, o a la falsa alegría que solo tiene como objetivo esconder el desamparo interior.

El tercer nivel de conciencia determinante en la relación es el nivel del lenguaje. Las palabras que utilizamos no dejan de tener consecuencias en los resultados que obtenemos en la comunicación. La comunicación creativa que surge de los enfoques de Marshalll Rosenberg puede enseñarnos más sobre el arte de tomar la responsabilidad sobre su propia vida y evitar hacer cargar a los demás con las consecuencias de los intercambios llenos de violencia verbal. La comunicación creativa puede también enseñarnos a evitar que carguemos con lo que los demás quieran endosarnos. 

Podemos citar muchos libros, pero entre los más sencillos se encuentran: “Le respect, y’a pas de mal à éter attentif aux autres” (“El respeto: no hay nada malo en ser atentos con los demás”), de Ted y Jenny O´Neal, éd. du Signe; “Les amis, c’est trop bien! Un guide à l’usage des enfants” (“¡Los amigos es algo fenomenal! Una guía para los niños”), de Christophe Adams, éd. du Signe; “Le Bien et le Mal, guide pour les enfants” (“El Bien y el Mal, guía para los niños”), de Lisa Engelhardt, éd. du Signe. Algo un poco más desarrollado: “Bien communiquer en couple et avec ses enfants” (“Para comunicar bien en pareja y con los hijos”), de Sandra y Olivier Steller, éd. Jouvence; “Nous arriverons à nous entendre” (“Llegaremos a llevarnos bien”), de Marshall Rosenberg, éd. Jouvence; “Plus jamais victime” (“Nunca más víctima”), de Pierre Pradervand, éd. Jouvence; “Accepter l’autre tel qu’il est” (“Aceptar al otro tal como es”), éd. Jouvence; “Les clés de l’harmonie familiale” (“Las claves de la armonía familiar”), de Christel Petitcollin, éd. Jouvence; “Comment bien se disputer en couple” (“Cómo pelearse bien en pareja”), de Sege y Carolle Vidal-Graf, éd. Jouvence; “Les mots sont de fenêtres ou des murs” (“Las palabras son ventanas o paredes”), de Marshall Rosenberg. 

El cuarto nivel de conciencia determinante en la relación se articula entorno a la experiencia. Según la utilicemos hacia la madurez, la experiencia desarrolla el sentido de las posibilidades. Si utilizamos la experiencia para encerrarnos en nosotros mismos, llegamos a la senilidad, que no depende de la edad, sino de la apertura de corazón y de mente. 

El quinto nivel de conciencia en juego es el de los conocimientos. Si no todo está en la cabeza, tampoco no todo es instintivo. Aprender a comunicar, aprender a comprenderse, permite acceder a una inteligencia de la vida. Esto nos lleva a estructurar el espacio interior y el espacio exterior, indispensables para la armonía. Hay que recordar que la palabra francesa connaissance quiere decir “ir hacia” (con = impulso, movimiento hacia, sinergia) un “nacimiento” (naissance = nacimiento) y que la palabra naissance, en su raíz más antigua, significa “luz”. Además, volvemos a encontrar la raíz de esta palabra en nourrir (alimentar) y nourrisson (lactante). En español, conocimiento.

El sexto nivel de conciencia determinante en la relación es el de la significación que cada uno da al hecho de vivir y entrar en relación con los demás. Cuando dos personas se conocen tienen que darse cuenta de que cada una tiene una representación específica del mundo y propia de ellas mismas. Dicha representación, más o menos consciente, abarca los seis niveles precedentes, sin olvidar que estas personas son en sí mismas el resultado final de toda una ascendencia familiar, que se encuentra articulada en una historia única. Comunicar, conocerse, supone, así pues, haber podido reconocer y aceptar todo lo que con ello entra en juego. 

Reacciones y Comportamientos.

Ahora bien, hemos heredado de nuestros antepasados un cierto número de reacciones y de comportamientos, algunas veces de varias generaciones anteriores. 

¿Qué hace que nuestra vivencia actual pueda encontrarse todavía alienada a las problemáticas transgeneracionales o, para hacer la pregunta de otra manera, qué puede hacer enfermar un sistema?:

1) Las exclusiones. 
2) Las maldiciones. 
3) El desequilibrio de los intercambios. 
4) Las intrincaciones. 
5) La falta de respeto de las leyes de la vida. 
6) Los desórdenes. 

1) Las exclusiones. Una de las reglas que hemos constatado cuando analizamos las genealogías es que todo lo que es excluido (la lengua, el país, la religión, la  ideología, talentos artísticos o intelectuales, personas, niños, etc.) es llamado a volver se incluido dos o tres generaciones más tarde. Todo lo que no ha vuelto a su sitio mediante un reconocimiento, una palabra o una nominación, sigue errando en el sistema familiar en la forma de un “fantasma”, una perturbación informe. Es, entre otras cosas, la problemática de los secretos. La manera de cuidar esta herencia es reintegrar lo que ha sido excluido en una forma simbólica. De ello se ocupan las constelaciones. Puede leerse “El ángel y el fanstam”, de Didier Dumas, éd. Minuit. 

2) Las maldiciones. Decir mal de si mismo o de alguien lleva más tarde o más temprano a que se manifiesten en nuestro cuerpo esos “males dichos”. Y esto sucede en nuestro cuerpo o en el de uno de nuestros descendientes. Cuando “maldecimos” a alguien diciéndole o haciéndole sentir, por ejemplo: “es culpa tuya si me he casado con tu padre”, “si no hubieras nacido, habría hecho una carrera profesional”, “si tu padre nos abandonó, fue por tu causa”, “eres igual que tu tío, acabarás como él, en el asilo”, “y además, primero de todo, tú no eres un hijo deseado”; o bien, utilizamos otra versión como “es un accidente” cuando hablamos de un hijo (la concepción de un niño no es nunca un accidente, es un misterio: la vida ha elegido a esos padres para que se conviertan en los padres de ese niño) o cuando ocurre un accidente en el que un niño se ha muerto y decimos al que ha sobrevivido: “hubiera preferido que hubieras muerto tú”… o cualquier otra forma de maldición. Una forma más sutil de maldición consiste en hablarle al niño tan mal de su padre o madre que la parte de él que proviene de ese padre o madre maldito tan sólo puede vivirse como un mal absoluto. Estas formas de maldición matan y una gran parte del trabajo de las constelaciones consiste en convertir estas maldiciones en bendiciones. 

3) El desequilibrio de los intercambios es una de las fuentes de problemas en los sistemas familiares y de las empresas. Por ejemplo, se hace trabajar a personas sin pagarles. En una familia, uno de los hijos se sacrifica para educar a los demás. En una herencia, uno de los hijos es beneficiado en detrimento de los demás (es el heredero el que arriesga más). Uno es honorado, otros deshonorado. En una pareja, uno trabaja, el otro no y lo que él o ella hacen en casa no es reconocido como válido. En una pareja uno tiene muchos títulos universitarios y el otro no tiene ninguno, etc., etc. El reequilibrio de los intercambios es muy a menudo un trabajo delicado porque las “reparaciones” que se han de realizar son difíciles cuando ha habido expoliaciones importantes. Pero es el precio a pagar para que el sistema familiar se libere de las deudas que tanto pesan en las generaciones venideras. 

4) Las intrincaciones. Resultado, a menudo, de problemas precedentes, la intrincación es la situación en la que se encuentra una persona cuando es identificada con otra persona: un antepasado, un hijo fallecido, un verdugo, una víctima, un desaparecido, una persona que ha sufrido un accidente o que lo ha provocado, un héroe, un enfermo mental, un gemelo fallecido, etc. En este caso, la persona “intrincada” se conduce de manera extraña con ella misma y con los demás, como si se encargara de vivir lo que otra persona ha vivido, de representar lo que ha estado presidiendo su maldición, su exclusión, su deshonor o la negación de su reconocimiento. El trabajo de las constelaciones es sin duda el único que permite tratar este tipo de situaciones. Consiste en volver a encontrar a la persona con la que se está enmarañada y en devolverle lo que se ha creído que se debe llevar en su lugar... por amor. 

5) La falta de respeto a las leyes de vida. Para que la vida pueda desarrollarse, una cierta cantidad de normas son necesarias. Son las leyes de la física, de la biología, etc., pero son asimismo las leyes éticas y morales. No conocemos todas estas leyes, pero el patrimonio cultural que nos han dejado nuestros antepasados nos permite acercarnos a ellas. La base de las leyes de la vida, aparte de las leyes de la física, de la biología, etc. es: “no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Cuando una de estas leyes no se respeta no somos castigados, pero sufrimos las consecuencias de esta falta de respeto. Por ejemplo: si alguien se tira del octavo piso de una torre, se muere. No es castigado, sino que sufre las consecuencias de la falta de respeto de una de las leyes de vida: la gravedad. Si alguien mata a otra persona, por ejemplo en un accidente de coche, incluso si se cuestiona su responsabilidad, no es castigado, pero sufre las consecuencias. Y estas consecuencias son que a partir de entonces existe un lazo en el destino de su familia y la del fallecido. Conviene, pues, trabajar el reconocimiento de las consecuencias para evitar que éstas se conviertan en una maldición para la descendencia del que no ha respetado la ley fundamental de la vida, que en esta ocasión sería: “no matarás”. El trabajo transgeneracional no es propiamente dicho un trabajo de orden moral, sino de un acercamiento que permite asumir en lo posible las consecuencias para no sufrirlas en uno mismo o en su descendencia. 

6) Los desórdenes. En los sistemas de las familias y de las empresas se manifiesta un cierto orden. Así, los mayores vienen antes que los medianos, el hombre está a la derecha de la mujer y los hijos a la derecha de esta última… Los desórdenes se producen cuando una persona no está en el lugar que le corresponde. Por ejemplo, si los padres se han divorciado, la hija mayor se cree obligada a ocupar el lugar del padre con respecto a la madre. Éste es uno de los orígenes de la homosexualidad femenina y es una posición desesperada desde el punto de vista de la sexualidad. Otro ejemplo: en una pareja que decidió abortar y en la que la mujer ha tenido luego tres hijos con otra pareja, el tercer hijo de la segunda pareja cree inconscientemente que tiene el deber de ocupar el lugar del primer niño muerto, su hermano mayor, con el que está ligado por ser él el cuarto por parte de su madre. Juega a ser gótico, se automutila, es más víctima de los demás que verdugo, a menos que se identifique con los que mataron a su hermanastro, el primer marido de su madre y ésta misma. En este caso, se convierte en un violento, un vándalo, incluso en un asesino. Las constelaciones nos permiten salir de estos callejones sin salida, que pueden ser tan graves como para conducir a las personas “desplazadas” a un psiquiátrico, a la cárcel o a la calle. La reconstitución del sistema y su representación permiten restaurar el orden y aliviarlo, así como curarlo.

7) Las pertubaciones en el sistema de apegos. Digamos, para resumir, que: “el apego es la necesidad vital que tienen todos los seres vivos de crear una proximidad con otro ser”. Esta proximidad es primero física, luego, en el ser humano, se hace simbólica. El sistema de apegos consta de cuatro grandes etapas fundamentales: el contacto, el mantenimiento del lazo, la diferenciación y el luto. Si se producen rupturas demasiado importantes en estas etapas, un trastorno de la persona puede conducir a problemáticas individuales y transgeneracionales que tienen que ver con las constelaciones. 

Ejemplo: una abuela nunca se recuperó de la pérdida de su marido durante la guerra de 14/18. Cuatro generaciones más tarde, su biznieta no consigue fundar un hogar, pues busca un marido para su antepasada, no para ella. Cada vez que consigue empezar una relación, abandona a su hombre, como si le enviara a otro lugar. 

Otro ejemplo: un hombre se ha sentido empujado a la vía del tren por alguien que intentaba matarlo. Los otros pasajeros lo han evitado por los pelos, pero nadie lo había empujado realmente. Este hombre perdió a su gemelo en el tercer mes de embarazo de su madre. No ha podido diferenciarse del niño muerto y, por ese motivo, no encontró tampoco la manera de hablar de sus emociones y de atravesar el duelo, y encima, nació en el duelo que su madre vivía en relación con su otro  hijo. Lo que ha perturbado el contacto con ella. El hijo fallecido se ha convertido en un fantasma amenazador. Las constelaciones nos permiten unir a la persona presente con el acontecimiento traumático para que se libre de este último. 

Para terminar, la conferenciante ha tratado la lógica de las transmisiones o cómo se reciben las herencias. Según lo que observemos, existen prevalencias de transmisión en función de los rangos en la línea de los hermanos, teniendo en cuenta, además, que cualquier concepción debe considerarse válida. De esta manera, el mayor se inscribe en la línea del padre. Simbólicamente representa los fundamentos de la casa. Está más interesado en los abuelos que en los padres. El segundo hermano se inscribe en la línea de la madre y representa simbólicamente las paredes de la casa (es un niño del interior, mientras que el mayor lo era de las profundidades). Además, está interesado en los padres y por eso sufre más que los demás hermanos si sus padres se divorcian. El tercero es el hijo del cambio. Hace falta que se haga el “diferente”. Representa el techo de la casa, el remate, la protección, pero también la renovación. Está interesado en los demás hermanos. El cuarto está en la línea del primero, entonces en la del padre. El quinto en la línea del segundo, es decir, la de la madre. El sexto en la línea del tercero, esto es, es un hijo del cambio, etc. Este esquema tiene que ser más bien un mapa de posible lectura y no un método en el que encerremos a la gente. Nos permite comprender un cierto número de reacciones y de ir más rápido en la identificación de las herencias transgeneracionales. 

En lo que respecta a las emociones, es habitual ver a un niño cargar con la cólera de sus abuelos o de sus bisabuelos, lo que puede traducirse en trastornos hepáticos, alergias inexplicables o bien una diabetes (conflicto entre dos abuelas). Efectivamente, hemos de constatar que muy a menudo un acontecimiento traumático vivido por los abuelos lo lo cargan los padres en forma de trastornos psicológicos y se manifiesta en los niños mediante trastornos somáticos más o menos graves o menos accesibles a los tratamientos, entre ellos la psicoterapia. En conclusión, el trabajo de las constelaciones da por lo menos una oportunidad de salir de las situaciones de fracaso para nacer a la vida. Nos da igualmente la oportunidad de evitar que nuestros hijos carguen con el problema de los abuelos y a nuestros nietos que carguen con nuestros propios problemas. 

Para saber más sobre el tema, podemos leer también “Les constellations familiares” (“Las constelaciones familiares”) de Joy Manné, éd. Jouvence. 

Imagen de elecodelosancestros.blogspot.com 

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Consteladora Familiar en Santiago de Chile.
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Vilma Bustos Coli.
Psicóloga Clínica Universidad Católica.
Talleres de Meditación, Trauma y Constelaciones Familiares.
Sesiones individuales.
Facebook:  Vilma Bustos.
Teléfono: 7.668.10.06 (whatsapp).

Más sobre Vilma en Mujeres de la Madre Tierra. 

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