Hay dos clases de mentes: la mente personal y la mente transpersonal. La mente personal se vive como una isla, separada, comunicándose como puede con otras islas, siempre con miedo de ser invadida, poseída, robada. La mente transpersonal se vive como una parte de un todo, unida con las otras partes, siempre con la alegría de ser contactada, compartir, darse. Una es egoísta, la otra generosa… El individuo aislado, cuando sufre, cree que su sufrimiento lo llena totalmente, de tal modo que lo proyecta en el mundo entero. Es difícil que se consuele. Encerrado en su sentimiento negativo, queriendo que la realidad no sea lo que en verdad es sino lo que el desea que sea, de ninguna manera soportará que un amigo muestre felicidad, lo considerará una ofensa. Recuerdo que en 1954, París, un 14 de julio, fiesta nacional que se celebra con bailes en las calles, yo, de 24 años, mimo y bailarín, había congregado alrededor mío un gran grupo de espectadores, a los que , danzando con euforia, les mostraba mi felicidad de vivir. Interrumpió la alegría general un rabino macilento que con gritos de ira me insultó por esa “gran irresponsabilidad” de mostrarme feliz cuando había tal sufrimiento en el mundo por el exterminio de millones de sus hermanos. Nos lanzó un balde de agua fría, haciendo cesar el jolgorio. Este hombre no cesaba de añadir dolor a su dolor… Cuando se sale de la cárcel del ego y uno se une al universo entero, se respeta el dolor individual pero se le ve como una gota oscura en medio de un océano de luz. El cosmos es una fiesta continua, en él la muerte sólo es transformación, no exterminio. La mejor manera de sostener a un deudo, es rodearlo de energía vital. En el velorio de mi amigo Rolando Toro, creador de la bio-danza, cientos de sus discípulos bailaron alrededor de su ataúd. Cuando murió mi hijo Teo, y yo estaba con el corazón destrozado, mi amigo el fuerte karateka Jean Pierre Vigneau, dejó de impartir sus cursos y durante tres días, sin manifestar ninguna tristeza ni decir palabra, me acompañó, incluso en esas tres noches durmiendo en la alfombra, al lado de mi cama. Nunca comentó nada, nunca me dijo palabras de consuelo, nunca puso cara triste: su fortaleza y su actitud tranquila y silenciosa me permitieron resistir tales momentos. Por todo lo cual te aconsejo no reprimir tu felicidad interior, y que sin ninguna máscara de tristeza, acompañes al o a la que sufre, si es posible tomándol@ entre tus brazos para hacerle apoyar una oreja contra tu pecho en la zona del corazón. Así, los dos inmóviles, deja que los latidos de tu corazón le transmitan el éxtasis de la vida.
Respuesta de Alejandro Jodorowsky a una pregunta del Twitter.
http://planocreativo.wordpress.com/2010/06/13/cuando-alguien-sufre-y-yo-tengo-motivos-para-estar-feliz-%C2%BFdebo-reprimirme-y-acompanar-su-sufrimiento/