Alejandro Jodorowsky: Yo lo hice: me fui de Chile a los 23 años y nunca más volví a ver a mi familia. Eran seres tóxicos. Yo podría haber caído en la trampa que nos exige amar a los padres sean lo que ellos sean. El instinto gregario nos hace desear, cuando los antepasados son imperfectos, quedarnos toda la vida atados emocionalmente a ellos pidiéndoles que nos den lo que hubieran debido darnos… Cortar con el árbol genealógico es un acto heroico, que no recomiendo a las almas débiles. Gran cantidad de veces, cuando leo el Tarot, me encuentro con adultos que por no haber resuelto sus sufrimientos infantiles, siguen pegados a la ilusión de que sus padres algún día van a comprenderlos y amarlos, sin querer darse cuenta de que lo que no les dieron cuando niños, nunca se lo darán.
Cortar con ellos y buscar el amor en otras fuentes parece fácil cuando se dice, pero en la realidad, el individuo se aferra a sus raíces, como si de ellas dependiera su existencia. Encontrarse de pronto libre de todos esos lazos neuróticos nos coloca en un angustioso vacío. Es entonces cuando, con voluntad heroica, debemos construirnos una nueva vida, aérea, sin posibilidad de regreso, sin identidad egoístamente personal, sin una patria reducida a fronteras, perteneciente al planeta entero, libre del pasado, navegando hundido en el presente, obedeciendo a la mutación que intenta el futuro y creando, si es posible, una familia iluminada y libre.
Respuesta de Alejandro Jodorowsky a Plano Creativo.