jueves, 2 de diciembre de 2010

"La Cárcel de la Individualidad". Alejandro Jodorowsky.


Cautivos en la cárcel de la individualidad, atravesamos la vida. Pero es diferente estar preso en un tarro de basuras, a estar preso dentro de un diamante. En el tarro oscuro fermentan ilusiones insatisfechas y rencores. A través de las paredes del diamante se puede vislumbrar el maravilloso infinito…

Te voy a contar un cuento:

Una mano estaba prisionera dentro de un guante de ladrillos. Los cinco dedos añoraban esos días de libertad en que podían asir un vaso, tocar una guitarra o acariciar una suave piel. Agobiados por las frías paredes, querían huir. Soñaban con tener los medios para hacerlo. El pulgar, tristemente, confesaba su impotencia diciendo: “¡Si tuviera un elefante, podría hacer que derrumbara estos muros! ¿Pero de dónde voy a sacar tan poderosa bestia?”. El índice gemía: “¡Oh, si yo tuviera un cañón, podría demoler la mazmorra!” Y pasaba días imaginando planes para lograr el arma. El cordial deseaba tener una locomotora que embistiera el rígido guante, soñando con ruedas de acero, rieles bruñidos y potentes motores. El anular, más extremista, se ilusionaba pensando que podría construir una bomba si consiguiera los materiales precisos. Los cuatro se quejaban juntos: “¡Ah, si tuviéramos lo que necesitamos, podríamos escaparnos! ¡Pero así, con las yemas vacías, es imposible salir!¡Lo único que nos queda es soportar esta cárcel con dignidad!” El meñique, sin hablar, sin hacer planes, sin quejarse, con paciencia infinita se puso a raspar la pared. Pasó una larga cantidad de tiempo. ¡Crac! El dedito logró atravesar la barrera de ladrillos y su laberinto digital sintió el cosquilleo del aire puro. ¡Libre! Los otros dedos, sorprendidos, exclamaron: “¿Cómo pudiste horadar las paredes de este infierno, sin ayuda?” El meñique, orgulloso de su hazaña, contestó: “¡Puesto que no podía encontrar ayuda externa, me ayudé a mí mismo! Mientras ustedes imaginaban irrealizables planes, yo me dediqué a raspar. ¡Me fue más útil un pequeño rasguño que la más grande idea!”… Sus hermanos lo alabaron, envidiándolo. Cuando el meñique trató de largarse para gozar de la libertad, se dio cuenta que no podía hacerlo porque los otros dedos estaban aún presos, y como nacían de la misma palma o se escapaban todos juntos o no se escapaba ninguno.

Lo que quieres para ti, debes quererlo para toda la humanidad. ¡O nos realizamos todos o no se realiza nadie! La llegada del Mesías, no es la aparición de un dios-hombre sino el día en que todos los seres humanos se iluminen.

Alejandro Jodorowsky.
http://planocreativo.wordpress.com/

Marcela Paz.
Santiago de Chile.