En un antiguo monasterio…
– Maestro, un grupo de condiscípulos suele elogiarme ante mis actos, y yo me siento pleno. El otro grupo me critica, me denosta, me subestima.
- ¿Y que te sucede muchacho?
– Caigo a lo más profundo, pierdo la confianza en mí.
- Ve al cementerio… llega hasta la mitad, observa todas las tumbas y entonces ponte a proferir insultos a los muertos.
El muchacho fue al cementerio, llego al centro del cementerio y mirando a las tumbas, comenzó a insultar a los muertos, de una y otra manera…
- ¿Y que sucedió? ¿Qué dijeron los muertos ante tus insultos? Preguntó el sabio maestro.
– Nada, ¿Que iban a decir?
-Entonces regresa al mismo lugar, observa las mismas tumbas, y comienza a lanzar elogios a todos los muertos… Las mejores palabras que puedas encontrar en tu boca, díselas.
Y así hizo el discípulo…
-¿Qué respondieron ellos ante tanta alabanza? Dijo el maestro.
– Nada respondieron… ¡Si están muertos! contesto el joven.
- Entonces… Se como los muertos. Que ni el elogio de los vivos te ensalce, ni la crítica de los vivos te rebaje.