domingo, 21 de agosto de 2011

"Los Secretos de los Esenios". Gregg Braden.


Un extracto de los manuscritos del mar Muerto nos aclara por qué los antiguos esenios se separaron de las zonas urbanas de su tiempo y formaron comunidades en el desierto: «Siempre han vivido los hijos de la luz donde se regocijan los ángeles de la madre terrenal:' cerca de los ríos, de los árboles, de las flores, de la música de los pájaros, donde el sol y la lluvia pueden abrazar al cuerpo que es el templo del espíritu»".

La naturaleza y las leyes naturales eran la clave de la forma de vida de los esenios. Se puede hallar la vía para comprender su visión del mundo en sus creencias respecto a la relación entre el cuerpo humano y los elementos de la Tierra.

Para los esenios de Qumrán, la palabra ángel describía los elementos del mundo que hoy vemos como fuerzas eléctricas y magnéticas. Algunas fuerzas eran visibles y tangibles, mientras que otras eran etéricas, aunque estaban igualmente presentes, por ejemplo, una referencia al «ángel de la tierra» puede incluir al ángel del aire y a los del agua y de la luz. Las fuerzas de la emoción y la conciencia también eran consideradas como ángeles, como los ángeles del júbilo, del trabajo y del amor. Estas revelaciones del pensamiento de los esenios nos permiten ver sus palabras 2.500 años después con una nueva esperanza y comprensión.

En el lenguaje de su tiempo, los autores de los manuscritos del mar Muerto ofrecían una visión del mundo que tiene en cuenta una relación holista y unificada entre la Tierra y nuestros cuerpos. Mediante palabras elocuentes y poéticos recordatorios, los textos de Qumrán nos recuerdan que somos el producto de una unión muy especial, un matrimonio sagrado entre el alma de los cielos y el tejido de nuestro mundo. El principio afirma que todos sin excepción formamos parte de todo lo que vemos como nuestro mundo, y que estamos íntimamente interconectados dentro del mismo. Mediante hilos invisibles y cuerdas interminables, somos parte de cada una de las expresiones de la vida. Cualquier roca, árbol y montaña, cualquier río y océano forma parte de nosotros. Quizá lo más importante sea que a ti y a mí nos recuerdan que ambos formamos parte el uno del otro.

Las tradiciones esenias hacen referencia a esta unión como a la de «nuestra Madre Tierra» y «nuestro Padre en el Cielo»: «Pues el espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su cuerpo del cuerpo de la Madre Terrenal. Tu Madre está en ti y tú en ella. Ella te dio a luz: ella te da la vida. Fue ella quien te dio tu cuerpo... como el cuerpo de un recién nacido nace del útero de su madre»." Nosotros somos la unión asexuada de estas fuerzas, la masculina de «nuestro Padre en el Cielo» fusionada con la femenina de «nuestra Madre Tierra».

Esta visión unificada nos invita a considerar que a través del hilo común que une nuestros cuerpos con la Tierra, las experiencias de una persona se proyectan en otra.

Mientras se honre al matrimonio, la unión entre la Tierra y el espíritu continúa y el tierno templo de nuestro cuerpo seguirá viviendo. Cuando se rompe el acuerdo, finaliza la unión, nuestro templo muere y las fuerzas de la Tierra y el espíritu regresan a sus respectivos lugares de origen.

La sabiduría esenia, con estos sutiles conceptos, se encontraba entre la inconexa colección de textos que formarían nuestras tradiciones bíblicas actuales. Esos mismos textos, entre otros documentos, fueron eliminados por el Concilio de Nicea en las revisiones realizadas en el siglo iv. La elegante simplicidad que conecta las grandes enseñanzas de los esenios con elementos significativos de nuestras vidas actuales fue redescubierta -conservadas en muy buen estado- en las grandes bibliotecas de la casa de los Habsburgo alemanes y de la Iglesia Católica. Los manuscritos del Vaticano, que habían sido guardados durante más de 1.500 años, fueron esenciales entre todos los documentos que condujeron a Edmond Bordeaux Szekeley a publicar traducciones revisadas de estos extraordinarios textos esenios. En 1928 publicó el primero de una serie de trabajos que se conocerían como El evangelio esenio de la paz, donde se ofrecían nuevas revelaciones y un renovado respeto por este linaje de sabiduría que precede a casi todas las grandes religiones de la actualidad.


LA BIBLIOTECA DE NAG HAMMADI.

Dos años antes del descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto ya se había descubierto otra biblioteca de sabiduría antigua, que cambiaría para siempre nuestras ideas sobre el cristianismo primitivo. En Nag Hammadi, perteneciente a la región del Alto Egipto, dos hermanos hallaron, en el mes de diciembre de 1945, una colección de manuscritos. Enterrados en una jarra sellada, los textos se componían de doce manuscritos completos y ocho páginas de un decimotercero, todos ellos escritos sobre un papel antiguo hecho de tiras de papiro. 

Toda la colección de documentos se conoce como la biblioteca de Nag Hammadi, y actualmente se conserva en el Museo Copto de El Cairo, Egipto. La biblioteca de Nag Hammadi pasó por un sinfín de manos antes de que sus volúmenes fueran reconocidos, autentificados e introducidos en los registros del museo el día 4 de octubre de 1946. Aunque algunos manuscritos fueron destruidos al ser utilizados como combustibles para los hornos de la región, los que han sobrevivido lo han hecho en un sorprendente estado de conservación, y nos ofrecen revelaciones nuevas, y en algunos casos, inesperadas sobre las tradiciones de los antiguos gnósticos y los primeros cristianos.

La biblioteca de Nag Hammadi, que data del siglo IV, se inicia aproximadamente cuando los manuscritos del mar Muerto quedan relegados. Nunca antes habíamos visto semejante continuidad en las enseñanzas espirituales y religiosas del cristianismo primitivo, que incluyera su visión de nuestro tiempo mediante la profecía del futuro. Las tradiciones gnósticas se originaron en una época en que las primeras doctrinas cristianas estaban siendo remodeladas e iban a adoptar una nueva identidad. Los gnósticos se identificaban con las enseñanzas primordiales del cristianismo, en su forma original, y eligieron separarse, en lugar de seguir la comente de cambio que la tradición cristiana estaba llevando a cabo desde su base original de creencia. Cuando el imperio romano se convirtió al cristianismo convencional, los gnósticos fueron los primeros relegados a la categoría de secta radical, y al final fueron totalmente excluidos del cristianismo. Libros como el Evangelio de María, el Apocalipsis de Pablo, el Apocalipsis de Santiago y el Apocalipsis de Adán, así como el Libro de Melquisedec han llegado a nuestros días como un testamento de la sabiduría gnóstica de enseñanzas poco comunes conservadas para generaciones futuras.


El apocalípsis de Adán.
  
Puesto que el gnosticismo reconocía haberse originado dentro de las tradiciones del cristianismo primitivo, muchos de los textos gnósticos tienen sus homólogos en las historias, los mitos y las parábolas de los primeros textos cristianos. Cabe destacar entre los documentos de Nag Hammadi este extraño texto del Apocalipsis de Adán. Este libro, recopilación de enseñanzas de inspiración y transmisión divina, es el relato del Adán que encontramos en el Génesis. Lo que hace único al Apocalipsis de Adán es su aparente ausencia de cualquier relación con otro material anterior. Según parece, este texto en particular ya estaba completo y bien establecido como una forma temprana de gnosticismo mucho antes de la literatura cristiana.

Adán comienza su relato describiendo la presencia de tres visitantes del cielo, guías que le acompañaron en sus visiones de los futuros de la humanidad. Poco antes de su muerte, le dictó sus revelaciones a su hijo, Set. Al igual que con las enseñanzas del profeta Enoc, que dictó los secretos de la creación a su hijo Matusalén, cuando ya tenía una edad avanzada, los textos empiezan con Adán que enseña a su hijo «a los setecientos años... ».

Tras un breve resumen de su vida con Eva, madre de Set, Adán comparte sus visiones de acontecimientos que todavía han de suceder. «Ahora bien, Set, hijo mío, te voy a explicar las cosas que esos hombres que he visto ante mí me han revelado...». Adán le habla del gran diluvio de Noé, que todavía había de llegar, con todos los detalles sobre su familia y el arca que les salvará la vida.

Quizá la más significativa de las revelaciones de Adán sea la descripción de un salvador al que él denomina el «Luminar». Adán habla de una tierra constantemente azotada por las inundaciones y los incendios hasta que el Luminar aparezca por tercera vez. Tras su aparición, las grandes potencias del mundo cuestionarán con incredulidad su poder, autoridad y facultades. A través de una serie de trece escenarios, Adán describe trece reinos que identifican falsamente la procedencia del Luminar, con orígenes tan variados como «dos luminares», «un gran profeta», «el león que está debajo...». Es una generación futura «sin rey» la que identificará correctamente los orígenes del Luminar como alguien escogido por la divinidad de entre todos los tiempos, pasados y futuros, y lo traerá al presente: «Dios le eligió a él entre todos los eones. Generó el conocimiento del impoluto sobre la verdad que llegaría a habitar en él».

Estos textos ofrecen claramente nuevas perspectivas y revelaciones renovadas sobre los detalles fragmentados que suelen quedar en las versiones «autorizadas» de nuestra antigua herencia.
El trueno: mente perfecta.


Quizá la más poderosa de las obras de Nag Hammadi sea un singular texto escrito por una mujer de la tradición gnóstica, titulado El trueno: mente perfecta. Según las palabras de uno de los traductores de los textos, George W MacRae, esta obra es «prácticamente única y muy extraordinaria en la biblioteca de Nag Hammadi».

El manuscrito está escrito en primera persona en forma de diálogo, donde la autora anónima proclama haber experimentado muchas de las dicotomías de la experiencia humana.

«Pues yo soy la primera y la última. Soy la respetada y la despreciada. Soy la ramera y la santa. Soy la esposa y la virgen. Soy la estéril y muchos son sus hijos.»

Mediante series de palabras que nos recuerdan la poesía encontrada en los manuscritos del mar Muerto, ella nos recuerda que dentro de cada persona se hallan posibilidades para todo tipo de experiencias, desde la luz más brillante hasta la más negra oscuridad. Luego prosigue con un verso final en el que adviene a los lectores que recuerden que cuando los seres humanos vayan a su lugar de descanso: «Allí me encontrarán y vivirán, y jamás morirán».

El Evangelio de Tomás.
  
Uno de los textos más polémicos de Nag Hammadi es el documento conocido como el Evangelio de Tomás. Al menos una parte de este manuscrito se ha comprobado que fue traducido del griego al egipcio copto, el lenguaje que usaban los cristianos en los monasterios de Egipto a principios del primer milenio. El Evangelio de Tomás es una rara colección de dichos, parábolas, historias y citas directas de Jesús, que se creía que había sido recopilada por el hermano de Jesús, Dídimo Judas Tomás. Es el mismo Tomás que posteriormente fundaría las iglesias cristianas de Oriente.
Partes de este evangelio son muy similares al manuscrito llamado Evangelio Q, un manuscrito fuente que se supone del siglo I. Los textos «Q» -así llamados por la inicial de la palabra alemana Quelle, que significa «fuente»-, son los que los autores del Nuevo Testamento utilizaron como referencia. Sin embargo, hay muchas partes del Evangelio de Tomás que no se encuentran en el Evangelio Q, lo que da a entender que es una fuente independiente que puede confirmar y validar otros textos que datan de la misma época.

Las palabras del Evangelio de Tomás son algunas de las más místicas de los textos gnósticos. Al mismo tiempo, ante el rico contexto que proporcionaron los manuscritos del mar Muerto, esas mismas palabras adoptan un nuevo significado y ofrecen una nueva comprensión. Por ejemplo, en respuesta a una pregunta de sus discípulos respecto a su destino final en el mundo, el Evangelio de Tomás recoge que Jesús explicó una parábola:
«Pues hay cinco árboles en el paraíso para vosotros que permanecen inmutables en invierno y en verano, cuyas hojas no caen. Quienquiera que los conozca no experimentará la muerte».

Ante la ausencia de un marco de referencia para los «cinco árboles», estas palabras ofrecen poco más que un proverbio místico sobre el que reflexionar. Sin embargo, dentro del contexto ofrecido por los ángeles de la vida esenios estas palabras se convierten en la fuente de confirmación de la ciencia antigua de la vida eterna: las cinco claves de pensamiento, sentimiento, cuerpo, respiración y alimento.

Los textos, al confirmar que Jesús era un maestro de las tradiciones esenias, prestan credibilidad adicional a la interpretación de esta referencia mística para la vida eterna.


MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA, LA RELIGIÓN Y LOS MILAGROS.


Los mismos textos que conservaban las profecías sugieren que es posible transmutar tales predicciones de cambios catastróficos, incluso las que parecen inminentes. Textos como los Evangelios esenios y la biblioteca de Nag Hammadi describen una sabiduría que nos permite reunir nuestras visiones que afirman la vida en una voluntad colectiva para remodelar nuestro futuro. Al hacer esto, volvemos a definir las antiguas visiones que hablan de la elevación del nivel del mar, devastadores terremotos, llamaradas solares que ponen en peligro la vida y la amenaza de una guerra mundial.

Por diferentes que en algunos aspectos nos puedan parecer los detalles de nuestra herencia perdida, hay temas comunes que conectan los textos con una significativa fuente de conocimiento para nuestros días. Mediante la sabiduría que antecede a la historia, se nos recuerda que las opciones personales de reafirmar la vida en el mundo de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones se reflejan como tiempos de paz y de perdón en el mundo colectivo de nuestras familias y comunidades. Del mismo modo, las elecciones que nieguen el regalo de la vida en nuestros cuerpos se reflejan como desasosiego, opresión y guerra en nuestras ciudades, gobiernos y naciones. Una vez más se nos invita a recordar que el mundo interior y el exterior son un reflejo el uno del otro. La simplicidad que encierra este único recuerdo es la que hace que los milagros, como la sanación que he explicado al principio de este capítulo, sean un hecho y no una probabilidad.

Quizá de los elementos que se perdieron en las revisiones y recortes del Concilio de Nicea en el siglo iv, las ciencias de la profecía y de la oración sean los que más poderes pueden conferimos. Consideradas por muchos como las más antiguas de todas las ciencias, estas tecnologías internas representan nuestra oportunidad para primero identificar las futuras consecuencias de nuestras decisiones actuales y luego escoger nuestro futuro con seguridad y confianza.

"Aquí leo lo que siempre ha sido, lo que era ahora 
y lo que podría llegar a pasar".

El Evangelio Esenio de la Paz.
Libro "El Efecto Isaías". Gregg Braden.