He probado diferentes técnicas de autoayuda. Soy la reina de las terapias grupales que van surgiendo, incansable buscadora de cualquier fórmula alternativa que ayude a mejorar mi salud, afectada hace 13 años por una enfermedad crónica. Entre otros, ya probé la acupuntura, la apiterapia, la visualización creativa, la dieta ayurvédica, los masajes chinos, diversos tipos de meditación, flores de Bach, el sistema Isha, el EMDR, el biomagnetismo, las respiraciones de El Arte de Vivir y quién sabe cuántos talleres y técnicas varias que no recuerdo.
Pero la realidad es que todavía no me sano. Mi enfermedad sigue estando ahí aun cuando estoy francamente mejor, cada día. En estos años de búsqueda he aprendido algunas cosas, como que en el proceso de enfermar intervienen otros factores además de los genes y el sistema inmunológico. Y son las emociones y la forma en que manejamos esas emociones lo que finalmente determina el estado de nuestro cuerpo. Mente y cuerpo como un todo. Algo que a estas alturas ya es casi universalmente aceptado. Si en nosotros mismos está el potencial para enfermarnos, también debe estar lo necesario para sanarnos, y con esta premisa es que me he lanzado a indagar en mi pasado y mi presente; en mis emociones y creencias, para descubrir qué fue exactamente lo que produjo mi enfermedad.
Por supuesto, aún no termino de entender del todo. Y cada día estoy más convencida de que nunca podré observar la película completa. E incluso si lo hago, tampoco estoy segura de que sirva de algo, al contrario de lo que opina la psicología. Justamente eso es lo que más me atrajo del Ho’oponopono, un sistema que proviene de los aborígenes hawaianos que invita a borrar todo eso que hay en tu disco duro que te impide ser feliz, estar plena y sana. O ser millonaria, si se prefiere. Y sin necesidad de entender. Solo borrar. Mandar a la papelera de reciclaje, por ejemplo, el resentimiento con los hombres, la dificultad para encontrar trabajo, el colon irritable, la depresión y todos esos problemas que tienen su raíz en el pasado, en patrones heredados y en creencias culturales basadas en el temor o en la culpa.
“La mala suerte no existe”, dice María Soledad Miranda, quien dicta el taller de Ho’oponopono al que llego un domingo, atrasada, decidida a conocer esta técnica de la que todos están hablando. Tomo asiento, abro mis oídos. “Sanarme depende de mí. Yo soy 100% responsable de crear mi mundo físico tal como es. Ese es el primer requisito. Y responsabilidad es aceptar que hay algo en mí, que yo desconozco, que está creando mi realidad, atrayéndola”, dice Soledad, quien conoció el Ho’oponopono hace 8 años, sin ningún interés de dedicarse a enseñarlo.
Hasta aquí, nada nuevo. La idea de que uno crea la propia realidad a través de los pensamientos, palabras y acciones no es nueva. De hecho está presente en la mayoría de estos sistemas de sanación. Para graficarlo, Soledad cita los estudios de Masaru Emoto, el célebre doctor japonés que lleva más de una década estudiando los mensajes ocultos en el agua, a través de la reacción que tienen los cristales de agua ante vibraciones, sonidos, palabras y energías. Los resultados demostraron que al aplicar diferentes vibraciones a las moléculas de agua, surgen distintos cristales hexagonales. Los que fueron expuestos a sentimientos de amor y paz se transformaron en cristales que semejaban verdaderas piezas artísticas, bellas y armónicas. Y las moléculas expuestas a emociones negativas evolucionaron en formas imprecisas, torpes y opacas. Si la música, las palabras y hasta los pensamientos poseen vibraciones que afectan increíblemente la estructura molecular del agua, entonces resulta evidente lo que pasa con nuestros cuerpos, compuestos en un 75% de este elemento.
Soledad continúa con la lección: “El segundo requisito para practicar Ho’oponopono es comprender que no debo visualizar cómo se resuelve un problema. La visualización funciona, pero no resuelve. Si mi problema es el transporte, puedo visualizar un auto todos los días. Puedo llegar a obtener ese auto, pero si no tengo plata para bencina ni lugar donde estacionarlo, por ejemplo, el transporte sigue siendo un problema”. La clave parece estar en no enfocarse en un resultado, porque según este sistema el intelecto humano no es capaz de saber lo que es mejor para uno mismo. La idea, entonces, es pedirle a Dios, la Divinidad, el Universo, o a lo que cada uno le parezca, que purifique el origen de estos problemas, que son los recuerdos. Así se neutraliza la energía que uno asocia a determinada persona, lugar o cosa. Y así uno se limpia. Como dice el doctor hawaiano Ihaleakala Hew Len (quien junto a la nativa kahuna Morrnah Simeona son sindicados como los responsables de difundir esta sabiduría más allá de sus fronteras), la idea es dejarse sorprender por “lo que la Divinidad escoge como resultado para mí”.
Esto sí es nuevo. El catolicismo te enseña a tener fe en un ser superior, pero te hace sentir culpable y temeroso. Las técnicas de sanación alternativas te piden que te hagas responsable de tu realidad, pero no sanan las heridas que vienen del pasado y que siguen haciéndote infeliz en el presente. El Ho’oponopono no es ninguna de las dos cosas, pero tiene un poco de ambas. Supone la existencia de una mente o una energía omnisciente capaz de reconocer lo que es mejor para cada uno, pero parte de la base de que el universo físico es una realización de los propios pensamientos. Así, la forma de crear tu realidad es a través del pensamiento, repitiendo y pidiendo mentalmente que se borren de tu disco duro todos esos tropiezos que en algún momento te marcaron para siempre, sin olvidar, al final de cada oración, agregar las cuatro palabras mágicas: Lo siento, perdón, te amo y gracias. En ese orden.
Antes de terminar el taller, Soledad es enfática en que esto es para personas comunes y corrientes. Que no hay parte II ni técnicas avanzadas. Que no necesitas ver auras ni angelitos. Y que puedes practicarlo en la calle, en el metro e incluso mientras conversas con alguien más. Lo importante es estar consciente de esos momentos en que asoman las creencias que te limitan, porque es ahí cuando hay que usar Ho’oponopono para borrarlas.
Antes de irme, le pregunto a la maestra cómo conoció este sistema. Quería saber más acerca de ella. Me dice que cuando empezó a practicar estaba seriamente enferma, con mal pronóstico y trabajando en un lugar que no la hacía feliz. “Los primeros tres años fui sanando y limpiando mis memorias y comencé rápidamente a liberarme de mis temores. Al ver los grandes cambios en mi vida, nació la necesidad de enseñarlo a otros”, comenta.
Dejo el taller esperanzada. Comienzo ese mismo día a pedir por mi salud, por mi situación económica, por mi familia y por todo lo que se me va ocurriendo en el camino. Ya llevo dos semanas practicando Ho’oponopono y empiezo a notar algunas luces en ciertos ámbitos. Nada que pueda comentar aún, pero en su momento lo haré. Igual, debo confesar aquí que mi mente me juega malas pasadas. Pienso a veces que si pido plata me quitarán el amor o la salud o qué sé yo, y me descubro echando abajo mentalmente mis buenos propósitos. En el fondo, estamos tan acostumbrados a la pequeñez que no nos sentimos dignos de tenerlo todo. Como si hubiera que pedir perdón por ser feliz. Qué creencia más absurda y a la vez extendida en nuestro mundo. Viene siendo hora de enterrarla, lo cual no es una locura si consideramos otra de las máximas del Ho’oponopono: ‘Nada existe allí afuera. Todo existe como pensamientos en mi mente’.
Por Carolina Pulido. Fotos: Getty Images.
Revista Mujer.
http://mujer.latercera.com/2012/12/02/01/contenido/23_4150_9.shtml
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Talleres en Santiago de Chile:
♥ María Soledad Miranda
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Iquique 1 de diciembre y Santiago 15 y 16 de diciembre, 2012.
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♥ Andrea Burón.
Taller VIVENCIAL y teórico de Autosanación con Ho'Oponopono
Sábado 8 de diciembre de 10.00 a 15.00 hrs.
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Consultas al mail contacto@terapiasintegrales.cl
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