En un pueblo de 7.000 almas, entre las bucólicas colinas de Devon, se está cociendo desde hace siete años una revolución pausada y silenciosa. Cualquiera que llegue por primera vez a Totnes, no notará posiblemente la diferencia: los coches siguen circulando entre los caserones de piedra y –como los propios vecinos advierten– «aún no tenemos a las cabras pastando en los tejados verdes».
Remontando High Street, sin embargo, uno empieza a notar que algo está ocurriendo realmente en Totnes… En plena crisis, aquí tenemos la explosión de pujantes comercios locales. Muchos de ellos admiten el pago con la divisa autóctona, la libra de Totnes. Los 40 cafés locales han hecho piña para evitar la apertura de cadenas multinacionales. Y los vecinos han sido capaces de organizarse, calle a calle, para llenar los tejadosde paneles solares.
La semilla del cambio se plantó hace tiempo en Totnes. Hace casi un siglo, Dorothy y Leonard Elmhirst levantaron muy cerca su utopía rural, en lo que hoy es el Dartington Hall y el Schumacher College. El pueblo fue siempre uno de los puntales del pensamiento progresista y de la busca de otros estilos de vida. Pero el auténtico catalizador ha sido el movimiento de la Transición, que nació aquí en 2005 y que se ha propagado ya por 34 países con su mensaje de regeneración energética, económica y social.
«El sistema con el que funcionamos ha entrado en un callejón sin salida», advierte Rob Hopkins, permacultor y cofundador del movimiento, que decidió trasplantar a Totnes el experimento tras los primeros pasos en Kinsale (Irlanda).
«La era del crecimiento ilimitado y el petróleo barato ha tocado a su fin. Y el problema es que no tenemos a mano una alternativa».
«Con la Red de Transición estamos intentando crearla con un abanico de ideas e iniciativas desde lo local», advierte Hopkins. «No tenemos las soluciones, pero las estamos buscando. El objetivo es crear comunidades resilientes en cualquier parte del mundo. Cada país y cada cultura lo está adaptando a su manera y con sus propios ingredientes».
Planes de descenso energético. Cooperativas de energía solar.Monedas complementarias. Apoyo a la emprendiduría social. Impulso de la agricultura urbana… El movimiento que nació como Transition Towns, como respuesta a los retos del cambio climático y del pico del petróleo, se ha adaptado a los tiempos que corren y a la necesidad de respuestas ante la crisis.
Reconomy Project, el proyecto para regenerar la economía, es precisamente el reclamo de la conferencia anual que se celebra este fin de semana en Londres y a la que asisten los miembros de los más de 200 grupos británicos de transición, más 60 representantes del movimiento en otros países, entre ellos España.
Juan del Río, gestor y formador ambiental, cofundador de Transición Sostenible, ha disertado en Londres sobre el papel del movimiento «en tiempos de austeridad». «Hay un gran interés y una lógica preocupación por todo lo que está pasando en el sur de Europa», admite Del Río. «Lo cierto es que en España están surgiendo muchas iniciativas ante la crisis, de cooperativas integrales a redes de intercambio y monedas sociales. La Transición aspira a ser el puente entre estas islas, el catalizador que necesitamos para estar conectados y poner las ideas en acción».
En España hay ya entre 25 y 30 grupos de transición, de Barcelona a Madrid, de Valencia a Bilbao, de Coín a Vilanova i la Geltrú. La primavera pasada se celebró el primer encuentro nacional en Zarzalejo (Madrid), y con el impulso de la portuguesa Filipa Pimentel –que coordina desde Bruselas todos los hubs repartidos por el mundo– la nueva transición ibérica está tomando fuerza y forma.
«Transición es una palabra positiva para nosotros, por todo lo que implica de cambio y apertura», sostiene Juan del Río. «Está claro que en el sur de Europa necesitamos pasar a la acción con respuestas desde lo económico. Pero tenemos que hacer al mismo tiempo un esfuerzo de transición personal. Quienes buscamos alternativas hemos estado muy desunidos hasta la fecha: hay que aceptar que las diferencias son nuestra fuente de diversidad».
Una reciente película, Transition 2.0, da cuenta del efecto multiplicador del movimiento, de Nueva Zelanda a India, pasando por Japón, Brasil o Italia (donde el ayuntamiento de Monteveglio ha adoptado públicamente la primera «resolución de transición»).
En Gran Bretaña, el movimiento ha saltado de los pueblos a las grandes ciudades: en Londres existen ya 40 grupos de transición, conectando los grandes barrios y promoviendo iniciativas de eficiencia energética, autonomía alimentaria o dinero local, como la emblemática libra de Brixton. Una ciudad de medio millón de habitantes, Bristol, ha dado un gran impulso al movimiento este año con la adopción de su propia divisa electrónica y complementaria que aspira a reactivar la economía local.
«Experimentamos haciendo: no esperamos a que nadie nos dé permiso », advierte Ben Brangwyn, cofundador del movimiento. «No tenemos una receta mágica para el cambio, y hemos comprobado que la misma fórmula no funciona en todas las partes del mundo. Pero la red se está propagando cada vez más rápido. Del intercambio de experiencias está surgiendo un poder transformador que antes no teníamos».
Rob Hopkins, cofundador de Transition Towns, ha acuñado un lema infalible para pasar a la acción: «Si esperamos a que actúen los Gobiernos, será demasiado tarde. Si tomamos la iniciativa individualmente, será demasiado poco. Pero si actuamos en comunidades, probablemente será suficiente y a tiempo». Hopkins reconoce que la transición a un nuevo modelo económico y energético debería haber comenzado hace tres décadas, «pero aún estamos a tiempo de evitar el colapso actuando desde lo local y construyendo economías resilientes». «Soy un gran creyente en el potencial del ser humano», asegura.
Carlos Fresneda
Aquí podéis descargar el artículo original “Transición hacia las ecociudades – Carlos Fresneda, públicado en el periódico “el mundo”, edición en papel, el 1 de octubre del 2012..
http://www.ecohabitar.org/la-transicion-hacia-las-ecociudades/