Como ya vimos, en su naturaleza
esencial, el ego es patológico en el sentido más amplio de la palabra, la cual
significa disfunción y sufrimiento. Muchos trastornos mentales se manifiestan
con los mismos rasgos egotistas que operan en las personas normales, salvo por
el hecho de que se han agudizado hasta el punto de poner en evidencia su
naturaleza patológica a los ojos de todos, salvo de la persona que los sufre.
Por ejemplo, muchas personas
normales dicen ciertas mentiras ocasionalmente para aparentar ser importantes,
especiales y engrandecer su imagen a los ojos de los demás: mentiras sobre sus conocidos,
sus logros, sus habilidades, sus posesiones y todo lo demás con lo cual se
identifica el ego. Sin embargo, algunas personas, motivadas por el sentimiento
de insuficiencia y la necesidad del ego de tener o ser "más",
mienten constantemente y de manera compulsiva. Su historia, la mayoría de las
cosas que dicen sobre sí mismos, son una completa fantasía, una edificación
ficticia que el ego construye para sí mismo a fin de sentirse más grande y
especial. Con esa imagen engrandecida y magnificada, algunas veces engañan a
los demás, pero generalmente no por mucho tiempo. La mayoría de las personas no
tardan en reconocer la falsedad de la historia.
La enfermedad conocida como
esquizofrenia paranoica o paranoia, es una enfermedad mental
consistente principalmente en una forma exagerada del ego. Consta de una
historia ficticia inventada por la mente para darle sentido a una sensación
persistente de miedo. El elemento principal de la historia es la idea de que
ciertas personas (a veces muchas o casi todo el mundo) conspiran contra la
persona para controlarla o matarla. Por lo general, la historia es coherente y
lógica, de tal manera que muchas personas terminan creyéndola. Hay a veces
organizaciones o naciones enteras apoyadas sobre un sistema paranoico de
creencias. El ego exagera su miedo y su suspicacia, su tendencia a hacer
énfasis en lo "ajeno" de los demás fijándose en las faltas que asocia
con la identidad de esas otras personas, para convertir a los demás en monstruos humanos. El ego necesita de los demás,
pero su dilema está en que en el fondo odia y
teme a las demás personas. La voz del ego se ve reflejada en la frase de Jean Paul Sartre, "Los demás son el
infierno". Ese infierno se manifiesta más agudamente en las personas
paranoicas, pero quienes todavía tienen patrones egotistas también lo
experimentan hasta cierto punto. Mientras más fuerte es el ego, mayor es la
probabilidad de que la persona piense que la fuente principal de sus problemas
son los demás. También es más probable que les dificulte la vida a los demás.
Pero, como es natural, la persona no podrá reconocer lo que sucede. Solamente
percibe que son los demás los que actúan en su contra.
La enfermedad mental llamada
paranoia también se manifiesta a través de otro síntoma constitutivo del ego,
si bien adquiere una forma extrema en la enfermedad. Mientras más siente la
persona afectada que todos la persiguen, la espían o la amenazan, más se
agudiza su sensación de ser el centro del universo alrededor del cual gira
todo lo demás, y más especial e importante se siente siendo el supuesto centro
de atención de tantas personas. Su noción de ser la víctima y el objeto de las
vejaciones de los demás la hace sentir muy especial. En la historia sobre la
cual se apoya este sistema delirante por lo general representa el personaje de
la víctima y del posible héroe que ha de salvar al mundo o derrotar a las
fuerzas del mal.
El ego colectivo de las tribus,
las naciones y las organizaciones religiosas suele contener también un
elemento de paranoia: nosotros contra los malos. En eso radica buena parte del
sufrimiento humano. La
Inquisición española, la persecución de las "brujas" y de los
herejes llevados a la hoguera, las relaciones entre las naciones que llevaron a
las dos guerras mundiales, el comunismo durante toda su historia, la Guerra Fría , el
macartismo en los Estados Unidos de los años 50, el conflicto violento prolongado
del Medio Oriente, son todos ejemplos de episodios dolorosos de la historia
humana dominados por una paranoia colectiva llevada al extremo.
Mientras mayor es la
inconciencia de las personas, los grupos o las naciones, mayor es la
probabilidad de que la patología del ego asuma la forma de violencia física. La
violencia es un mecanismo primitivo pero todavía prevaleciente mediante el
cual el ego trata de imponerse, demostrar que tiene la razón y que otros están
equivocados. Con las personas muy inconscientes, las discusiones pueden
terminar fácilmente en violencia física. ¿Qué es una discusión? Es cuando dos o
más personas expresan opiniones divergentes. Cada persona está tan identificada
con los pensamientos constitutivos de su opinión que dichos pensamientos se
endurecen para formar posiciones mentales dotadas de un sentido del
"yo". En otras palabras, la identidad y el pensamiento se fusionan.
Cuando eso sucede, cuando defendemos nuestras opiniones (pensamientos),
sentimos y actuamos como si estuviéramos defendiendo nuestro propio ser.
Sentimos y actuamos inconscientemente como si lucháramos por nuestra
supervivencia, de manera que esa noción inconsciente se refleja en nuestras
emociones, las cuales se tornan turbulentas. Comienza a construirse dentro de
nosotros un sentimiento de ira, defensividad o agresividad y sentimos la
necesidad de vencer a toda costa para no ser aniquilados. Esa es la ilusión. El
ego no sabe que la mente y las posiciones mentales no tienen nada que ver con
lo que somos, porque el ego es la mente no observada.
El Zen dice, "No busques la verdad. Sencillamente
abandona tus opiniones". ¿Qué
significa esa frase? Dejar de identificarnos con la mente. Lo que somos aflora espontáneamente cuando eso sucede.
Eckhart Tolle. "Una Nueva Tierra".
"El Ego en Ti"
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