Lo que convencionalmente llamamos “amor”
es una estrategia del ego para evitar rendirse. Estás buscando a alguien
para que te dé eso que sólo puede venirte en el estado de rendición. El
ego utiliza a esa persona como un sustituto para no tener que rendirse.
El idioma español es el más honesto a este respecto. Utiliza el mismo
verbo ‘querer’, para decir “te amo” y “te quiero”. Para el ego, amar y
querer (desear) son lo mismo, mientras que el amor verdadero no tiene
ningún deseo, ningún deseo de poseer o que tu pareja cambie. El ego
escoge a alguien y lo hace especial. Utiliza a esa persona para tapar el
constante sentimiento subyacente de descontento, de “no suficiente”, de
ira y odio, que están estrechamente relacionados entre sí. Estas son
facetas de un sentimiento profundamente arraigado subyacente en los
seres humanos, que es inseparable del estado egoico.
Cuando el ego escoge algo y dice “yo amo”
esto o aquello, es un intento inconsciente de ocultar o eliminar los
sentimientos profundos que siempre acompañan al ego: el descontento, la
infelicidad, la sensación de insuficiencia que es tan familiar. Por un
tiempo, la ilusión realmente funciona. Pero entonces, inevitablemente,
en algún momento, la persona que has elegido, o has hecho especial a tus
ojos, deja de funcionar como una tapadera para tu dolor, el odio, el
descontento o la insatisfacción que tienen su origen en la sensación de
insuficiencia y de sentirse incompleto. Entonces, surge la sensación que
estaba oculta, y se proyecta sobre la persona que había sido elegida y
hecha especial – quien pensabas que en última instancia iba a
“salvarte”. De repente, el amor se convierte en odio. El ego no se da
cuenta de que el odio es una proyección del dolor universal que sientes
dentro. El ego cree que esta persona es la causa del dolor. No se da
cuenta de que el dolor es el sentimiento universal de no estar conectado
con el nivel más profundo de tu ser – no ser uno con uno mismo.
El objeto del amor es intercambiable, tan
intercambiable como el objeto del deseo egoico. Algunas personas pasan
por muchas relaciones. Se enamoran y desenamoran muchas veces. Aman a
una persona por un tiempo hasta que ya no funciona, porque ninguna
persona puede de forma permanente ocultar ese dolor.
Sólo la rendición puede darte lo que
estabas buscando en el objeto de tu amor. El ego dice que la rendición
no es necesaria porque amo a esta persona. Es un proceso inconsciente,
por supuesto. En el momento en que aceptas completamente lo que es, algo
dentro de ti emerge que había sido ocultado por el deseo del ego. Es
una paz innata que mora en el interior, quietud, vitalidad. Es lo
incondicionado, lo que eres en tu esencia. Es lo que habías estado
buscando en el objeto de amor. Es tú mismo. Cuando esto sucede, un tipo
completamente diferente de amor está presente, que no está sujeto al
amor/odio. No elige a una cosa o una persona como algo especial. Es
absurdo incluso usar la misma palabra para eso. Ahora bien, puede
suceder que, incluso en una relación normal amor/odio, de vez en cuando,
introduces el estado de rendición. Temporalmente, brevemente, sucede:
experimentas un profundo amor universal y una plena aceptación que a
veces puede brillar a través, incluso en una relación egoica. Sin
embargo, si la rendición no continúa, se cubre de nuevo con los viejos
patrones egoicos. Por lo tanto, no estoy diciendo que el verdadero amor
profundo no se pueda presentar de vez en cuando, incluso en una relación
normal de amor/odio. Pero es raro y por lo general de corta duración.
Siempre que aceptas lo que es, algo más
profundo emerge en ese instante. Así, puedes quedar atrapado en el
dilema más doloroso, externo o interno, en los sentimientos o situación
más dolorosos, y en el momento en que aceptas lo que es, vas más allá de
ellos, los trasciendes. Incluso si sientes odio, en el momento en que
aceptas que esto es lo que sientes, lo trasciendes. Todavía puede estar
ahí, pero de repente estás en un lugar más profundo donde nada de eso
importa ya.
El universo fenoménico entero existe debido
a la tensión entre los opuestos. Caliente y frío, crecimiento y
decadencia, ganancia y pérdida, éxito y fracaso, las polaridades que
forman parte de la existencia, y por supuesto parte de todas las
relaciones.
Eckhart Tolle.
Imagen de Peru.com
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