lunes, 18 de abril de 2016

"Del Alcohol y la Heroína al Yoga: La Redención de Taylor Hunt".


Este profesor norteamericano de yoga pasó de ser un adolescente alcohólico
 y un veinteañero drogadicto a sanarse a través de la práctica del método ashtanga.
 En su libro "A way from darkness",- "Un camino fuera de la oscuridad"-,
repasa sus 34 años de vida, sus adicciones y la forma como pudo escapar de la muerte.  

"Me inyectaba entre diez y quince veces al día. Mis brazos estaban cubiertos de marcas. Tenía un moretón que recorría todo el largo de mi antebrazo y que se sentía como una pieza de cable coaxial. Cuando estaba drogado, era un zombi. Mi cuerpo se estaba cayendo a pedazos y no había nada en mi cabeza. Estaba extremadamente desconectado. No tenía pensamientos, nada de sentimientos y ningún tipo de emoción". Así Taylor Hunt describe su vida cuando estaba en las profundidades de la adicción a la heroína, una que casi le costó la vida un par de veces y por la que pensó en matar para seguir manteniendo.

A diez años de haber superado su momento más duro, este profesor de yoga ashtanga de 34 años de edad ha pasado por más de lo que muchos experimentarán en una larga vida. Oriundo de Columbus, en el estado de Ohio, Hunt tuvo una niñez normal como cualquier hijo de una familia de clase media acomodada del Medio Oeste estadounidense, pero todo se derrumbó cuando a la edad de 15 años sus padres se separaron. Fue ahí cuando comenzó rápidamente a beber en grandes cantidades, pasar de fiesta en fiesta y tener problemas con la ley. Pronto caería en las drogas -las que se fueron haciendo cada vez más duras-, dando paso de la marihuana a los tranquilizantes, opiáceos y cocaína hasta graduarse con la heroína. Para cuando tenía 19 tuvo que trabajar de forma encubierta para la DEA y así evitar su propio encarcelamiento, cosa que hizo que cayera aun más abajo en su adicción. "No fue hasta después de eso que me arrastré aun más hacia el fondo, pero nunca hubo un momento de claridad que me llevara a pensar que necesitaba ayuda", dice a "El Mercurio".

Un año después atentó contra su propia vida cortándose las venas, pero al quedarse dormido su brazo se enredó en las sábanas, lo que hizo que parara la hemorragia. No pasaría mucho tiempo para que nuevamente su vida estuviera en riesgo. La primera vez que se inyectó heroína sufrió una sobredosis que lo tuvo varios minutos fuera de este mundo, no obstante, los paramédicos lo pudieron revivir. Aunque faltaría mucho para poder rehabilitarse definitivamente, hoy mira todo en la perspectiva que le ha dado la sobriedad. "Sin dudas que fue un trayecto difícil. Creo que la mayoría de la gente puede sentirse cercana a mi historia, pero en gran parte fue una carga demasiado grande. Yo tengo la suerte de estar vivo", señala quien hace poco un mes publicara "A way from darkness" ("Un camino fuera de la oscuridad"), libro donde relata su período como adicto, pero también su recuperación y cómo fue descubriendo el yoga, práctica que finalmente hizo que cambiara por su propio bien.

Actualmente casado y con dos hijos, Hunt se despierta todos los días a las 2:15 de la madrugada para estar en la sala de yoga alrededor de las tres para practicar antes que lleguen sus alumnos a las cinco de la mañana. Dentro del centro Ashtanga Yoga Columbus imparte clases de ashtanga, considerado por muchos como el tipo de yoga más duro físicamente, pero a la vez más beneficioso.

Fue gracias a este método que pudo acelerar su recuperación. Una vez que tocó fondo, a los 24 años, Taylor Hunt decidió buscar ayuda e internarse por última vez en un centro de rehabilitación. Antes de eso, la adicción incluso le había hecho intercambiar su colección de armas de fuego a los mismos narcotraficantes que le surtían las drogas, a quienes incluso pensó en matar para robarles la mercancía. "Yo solo seguía corriendo los límites de mi moralidad en orden de acomodar mi comportamiento, así que ese es solo un ejemplo de lo lejos que estaba dispuesto a llegar por mi adicción", señala. Quebrado física y financieramente, alejado por dos años de su familia, con un primer matrimonio en ruinas y sabiendo que podía ser su última oportunidad, fue encontrando en su nueva comunidad de compañeros de rehabilitación las fuerzas para salir adelante.

-En muchas biografías de músicos que han sufrido adicciones a las drogas y el alcohol existe el caos que usted describe en su libro, pero dichas historias tienen cuotas de humor, mientras "A way from darkness" es muy triste y se siento como debe ser realmente la adicción a drogas como la heroína.

"En dicho período de mi vida no hubo mucho humor, porque fueron tiempos muy oscuros. El libro se llama 'A way from darkness' porque es la etapa más negra que cualquier persona podría vivir. No hay nada glamoroso en ser adicto al alcohol o las drogas. Solo para ponerlo en perspectiva, yo he enterrado a cientos de mis amigos como resultado de la adicción a la heroína y el alcoholismo, así que no podía imaginarme mi historia escrita con humor, porque es algo que es fatal y en donde el mensaje es que no quieres ir por esa vía en donde la risa ni siquiera tiene un espacio. No hay nada divertido ahí".

Más que un eslogan.

La primera vez que Taylor Hunt entró a una sala de yoga llevaba seis meses sobrio, pero aún tenía adentro gran parte de las conductas y emociones que lo condenaron a sus adicciones. Según cuenta, luego de encontrarse de improviso seis días seguidos con una profesora de yoga, se vio en una sala intentando tocar infructuosamente los dedos de sus pies con sus manos. "Es loco pensar que la primera vez que entré a una clase de yoga no me gustó para nada. Yo llevaba seis meses sobrio y tenía tanto trabajo por hacer que el yoga me mostró que odiaba en quien me había convertido. Sin embargo, tuve la suerte de que seguí yendo a clases, porque el yoga sacó todo lo que tenía guardado a la superficie, algo de lo que la mayoría de la gente habría escapado y no habrían vuelto. Yo quería hacer eso, pero no parecía ser una opción".

Tras años practicando, llegó a Mysore, localidad en la India en donde el maestro K. Pattabhi Jois revivió y desarrolló el método ashtanga, a partir de las enseñanzas de su maestro Krishnamarcharya y textos ancestrales, en la primera mitad del siglo XX. Ahí fue recibido por su nieto Sharath Jois, quien tras una tercera visita lo autorizó para que impartiera clases. Con el yoga su vida dio un vuelco radical, pues a través de esta disciplina se dio cuenta de que "era egoísta y egocéntrico. Esa no es una forma de vivir y hoy siento que al entablar una relación pongo todo mi ser a disposición de la otra persona, de mis estudiantes y de los centros de yoga que visito. Es una vida de servicio e incluso el libro es sobre ayudar a otros y no sobre mí. Esto me provoca escalofríos, porque es exactamente lo opuesto a como vivía".

-Usted dice que yoga no es algo fácil como se suele pensar. Que es algo muy real, perturbador e incluso difícil.

"No es fácil y en ese sentido el yoga ashtanga es considerado el estilo más difícil, porque quizás sea el que funciona mejor. No creo que yoga sea 'amor y luz'. Muchas veces se le describe como esta cosa feliz, pero no lo es siempre, pues es algo más real que un eslogan.

Quienes practicamos yoga tratamos de ser mejores. Muchos no viven sus pasiones, sino que pasan sus vidas sentados detrás de un escritorio esperando que su situación cambie, mientras que el yoga hace que nos enfoquemos en la realidad y nos hace ver que podemos ser quienes queramos, que podemos hacer lo que deseamos, solo que debemos tomar la decisión y vivir nuestras mejores formas de vida. Yo no estaba viviendo, sino que me moría, pero ahora quiero servir a otra gente y vivir mi pasión".

-¿Usted cree que habría tenido los mismos beneficios y el mismo progreso en su vida si hubiera hecho otro tipo de yoga que no fuese ashtanga?.

"Honestamente, no lo creo. Para mí, ashtanga te permite progresar más que cualquier otro estilo de yoga porque es la forma más fácil de llevarte a la realidad y de abrir el cuerpo. Otras formas de clases de yoga no me hacen sentido para ser mejor, lograr el enfoque y la meditación, porque si no sabes qué depara la clase, no puedes mantenerte concentrado. En el caso de ashtanga, se siente algo más profundo, ancestral, una práctica que te lleva hacia adentro, mientras que muchas prácticas de yoga actuales más tienen que ver con el listado de canciones que suenan en la sala".

-El yoga es una búsqueda. ¿Diría que encontró lo que estaba buscando?.

"Creo que sí. Siento que va a seguir siendo un viaje y que más cosas se me van a revelar, pero creo que encontré lo que buscaba, que es un propósito y una pasión, además de una herramienta para ayudar a otra gente, y creo que todo eso en un nivel muy profundo ayuda a satisfacer las necesidades básicas humanas. Ser aceptado, encontrar mi camino y tener una comunidad es lo que he obtenido".

Taylor Hunt creó junto a su esposa la Trini Foundation (www.trinifoundation.com), una organización destinada a enseñar yoga ashtanga en centros de rehabilitación y cárceles. Su mayor misión es ayudar a los adictos para que puedan recibir ayuda de forma guiada y acompañada.

En Chile existen ocho profesores autorizados por el Ashtanga Yoga Institute de Mysore para impartir clases, lo que lo convierte en el país de Latinoamérica con más profesores calificados junto con Brasil. Cuatro de ellos son autorizados en nivel 1 y los otros cuatro en nivel 2. Entre estos últimos destacan Loreto Cortés de Ashtanga Yoga Chile (www.ashtangayogachile.com) y Mati Guerra de Ashtanga Yoga Reñaca (www.ashtangarenaca.cl). El listado completo de profesores y centros nacionales se puede ver en kpjayi.org
                                                                   Felipe Ramos.                                                         diario.elmercurio.com