Con la retrospección del gran filósofo
griego Pitágoras inauguramos esta iniciativa
por entablar un puente
entre el conocimiento libresco, la inspiración que encontramos
en la
mente y en los actos de los otros y la experiencia propia.
El paso de la
información hacia la conciencia,
de la filosofía en un arte de vivir.
Queremos experimentar lo que creemos que conocemos para traducirlo en
sabiduría y zanjar un camino para penetrar el misterio de lo invisible y
lo intangible, para encender la propia luz en la noche de la razón.
Como señalamos en la introducción, los ejercicios de percepción espiritual serán
tomados de los grandes maestros espirituales de todas las eras como
ejemplar nutrimento para nuestras prácticas diarias, a la manera de una
pequeña matricula de prácticas y disciplinas mayormente internas, pero
que requieren accionarse en un plano empírico y que de esta forma son
una especie de ciencia interna que podrá medirse en los resultados que
se tienen sobre nuestras conductas y nuestras facultades perceptuales.
Moviéndonos del "yo creo" al "yo sé" (no
por pedantería intelectual sino por certidumbre interna de la
experiencia) nos enfrentamos con el reto de hacer tangible lo que es de
suyo elusivo e inmaterial. En el caso, por ejemplo, de un carpintero,
éste puede dar este paso tomando un martillo y construyendo algo
--trascendiendo así un plano. La experiencia del saber se hace real a
través de la participación en el acto. En el caso del saber interno o
metafísico debemos encontrar herramientas sutiles para construir una
estructura, una verdadera habitación en la que podamos tener
experiencias y en la que vivamos con ellas. Para tener la certidumbre de
que lo que experimentamos es real, debemos primero colocar fuertes
simientes en esta habitación, es decir una base moral para desarrollar
de aquí la intuición y la percepción más sutil.
Pitágoras, que lleva el epíteto de ser
"aquel cuya voz es un oráculo", después de sus muchos viajes e
iniciaciones entre los persas, egipcios y los indios, entre otros, formó la primera escuela mística en Occidente,
en la ciudad de Crotona. La tradición recoge que en esta escuela
instituyó la práctica de la retrospección en sus discípulos. Esto
consistía, según el biógrafo de Pitágoras, Thomas Stanley, en todas las
noches llamar las acciones del día pasado. Lo anterior permitía un
constante ejercicio de la memoria, una rendición de cuentas del pasado y
un cuidado providencial del futuro. El alumno debía repasar lo que
había aprendido en el día, meditar sobre en qué había fallado y suscitar
piedad y compasión con todos los seres. En los famosos "Versos áureos de Pitágoras" se lee:
Que no llegue el
sueño a tus ojos cansados antes de que recuerdes a la luz de la razón
todos los actos realizados durante el día. Como un juez imparcial,
analízalos preguntándote: «¿Qué de bueno he hecho? ¿Qué no he cumplido
de lo que debería haber cumplido?». Así revisa, uno por uno, todos los
actos que has realizado en el transcurso del día. ¡Repróchate
severamente por las cosas malas que hayas hecho y alégrate por los actos
de bondad, así como por los éxitos! Practica concienzudamente estas
cosas; medita en ellas; debes amarlas con entereza. Son ellas las que te
colocarán en la senda de la virtud divina.
Escribiendo sobre la retrospección pitagórica en su libro Self-Unfoldment, Manly P. Hall señala que el propósito de esta recapitulación es "descubrir el peso moral de la acción":
La persona promedio
es apenas consciente del significado de los eventos que le ocurren en un
día. Algunas de las más valiosas lecciones le pasan desapercibidas. No
observar atentamente, fallar en discriminar y poner el énfasis
adecuado... nos priva de la conciencia de la experiencia de la acción.
En cierta forma la retrospección dota de
realidad a ciertos eventos evanescentes y los purifica bajo una luz
moral. Hall recomienda una versión adaptada de la retrospección
pitagórica:
Aparta unos momentos
al final del día, busca el silencio y la relajación y permite que los
incidentes del día fluyan a través de ti como una serie de pinturas. Es
costumbre en esta práctica ir en reversa, de lo último que ocurrió en la
noche hacia lo primero que sucedió al alba. Esto de tal forma que la
relación entre la causa y el efecto sea más clara...
La retrospección
debe ser realizada sin involucramiento personal, sin identificarse con
los sucesos, para que puedan ser útiles filosóficamente. Debemos ver,
más que las debilidades propias, las fortalezas de la Ley...
Usualmente esta
disciplina debe ser limitada a unos pocos minutos, y debería ser
practicada inmediatamente después de retirarse de las actividades. La
mente debe permanecer impasible y enteramente calma. No debe haber
reflejos emocionales de ningún tipo. Debe ser una experiencia en la que
nos volvemos conscientes, pero en la que no reaccionamos de manera
personal.
En sus lecturas sobre la retrospección,
Manly P. Hall concluye que "la administración consciente de nuestros
asuntos es algo necesario hasta que crezcamos más allá de nuestras
falencias" y que el ejercicio pitagórico "nos ayudará a crecer cada día
de forma ordenada y consistente". Tenemos aquí ademas una fórmula
de medicina preventiva para detener el crecimiento de trastornos
mentales con la rectificación diaria, la posibilidad de cortar las
yerbas malas antes de que contaminen todo el organismo.
Coinciden todas las tradiciones en que
la vida de una persona no debe pasarse imaginando (el futuro) o
recordando (el pasado), sino sobre todo actuando y observando el
presente, en un estado de calma vigilancia de lo actual. En este sentido
un ejercicio de retrospección podría ser contraindicado. Sin embargo,
este ejercicio fue concebido en una escuela mística en la que se cree
que se realizaban prácticas similares al yoga (un yoga occidental en el
que también figuraban la música, las matemáticas y la astronomía)
durante el día y donde los estudiantes debían vivir en una práctica
constante de disciplinas ascéticas. Esto nos sugiere que el ejercicio de
la retrospección era un complemento de estos actos que los ligaban a
una conciencia del presente, pero que también significaban pruebas
morales, y por lo tanto era una forma de asimilar las experiencias y
corregir a tiempo aquellas desviaciones que más tarde podrían
convertirse en hábitos más difíciles de remover. Recordemos que, en
todas las tradiciones, la moral es el sustento de las prácticas más
sutiles. Shila, la moral en las enseñanzas del Buda, es el fundamento sobre el cual se erige samadhi (la concentración de la mente) y así también panna (o pajna),
la sabiduría que encuentra su simiente en la moral. En el caso de los
alumnos de Pitágoras, los cuales habrían tenido que pasar 5 años de
silencio para ser admitidos a su escuela en Crotona, es probable que
tuvieran una profunda instrucción moral ligada a la cosmología del gran
filósofo que llevó a Grecia la idea de la reencarnación y probablemente
también conoció una versión de la ley del karma. En la noche debían
observar atentamente si sus actos se ajustaban a las enseñanzas, si
entraban dentro de la conformidad de la ley.
Pitágoras también fue iniciado en los
templos de Egipto. Quizás también de aquí podemos tomar una referencia.
La retrospección pitagórica es una forma de pequeña o microcósmica
psicostasia, el proceso simbólico en el que el corazón (el asiento del ka)
de los muertos era pesado contra la balanza de Ma'at (la ley),
simbolizada por una pluma. Sólo los corazones ligeros (como la pluma de
la ley) podían superar esta prueba, los corazones más onerosos eran
devorados por Anubis. Cada noche podemos revisar con esta técnica que no
estamos acumulando peso y rencor en nuestro corazón, para mantenernos
así ligeros hasta la muerte, para emprender el vuelo.
Se me ocurre también que la retrospección pitagórica puede ser una forma de vipassana
moral, es decir una forma de observar lo que ha ocurrido en el día, cómo estas acciones se han fijado en el cuerpo y obtener un "insight"
de lo sucedido. Asimismo, recorrer y desatar los nudos (los sankharas)
que se han formado por actos de inmoralidad, enojo, agitación,
disipación, desviaciones o pecados, por así decirlo. Repasar aquellos
actos también en los que hemos obrado de manera congruente con la ley
natural, en la conciencia del presente, con entereza y vitalidad y
aprobarlos, pero también sin formar apegos, a la manera de una devoción,
de una inspiración, de la misma forma en que se medita a veces sobre la
imagen de un mandala o un santo. Recapitular es un proceso alquímico de
purificar, de separar lo puro de lo impuro, para que nuestro cuerpo y
nuestra mente se mantengan en su estado luminoso natural, y ha sido
utilizado por los pitagóricos pero también por los taoístas o los
rosacruces, entre otras tradiciones.
En la actualidad el término
"mindfulness", ha cobrado popularidad asociado a un estado de alerta y
vigilancia tranquila, una forma de conciencia ligada a la observación
relajada del presente. Originalmente esta palabra proviene del término
pali "sati", utilizado por el Buda. Sati en las antiguas
escrituras budistas es entendido como una observación de la mente y
también como un traer a la atención lo que hemos hecho o lo que ha
ocurrido, es decir, una forma de retrospección. Dice el Dr. Allan
Wallace, "se dice que sati distingue entre las tendencias
saludables y las tendencias dañinas, y entre las tendencias benéficas y
las nocivas". Así tenemos que practicando sati o recapitulación
pitagórica podemos corregir nuestra mente de manera cotidiana y
mantenernos en un estado de conciencia límpido.
Así concluimos esta primera entrega, la
cual creemos es apropiada en tanto que constituye una base moral sobre
la cual se pueden erigir aspectos más sutiles del desarrollo espiritual.
Un recordatorio de que vivimos en un universo regido por la ley de la
naturaleza, el dharma, y en el cual sólo quien trabaja y actúa en
conformidad con los principios y valores inherentes en la evolución del
cosmos podrá disfrutar de los frutos más altos. Las puertas de la
percepción, que llevan al palacio de la sabiduría, se abrirán para
aquellos que han servido desinteresadamente al Reino. Todo trabajo
espiritual empieza con la honestidad.
Twitter del autor: @alepholo