Caes, y no es la primera vez que te pasa, tampoco la última.
Hay algunas personas a las que te sientes atraída a pesar de que son muy tóxicas. Existe algo irresistible en ellas, en esa forma que tienen de estar suficientemente cerca pero, al mismo tiempo, fuera de tu alcance. Es como si estuvieras constantemente intentando alcanzar los hilos de esperanza que se mueven frente a ti, sea intencionalmente o no, pero de alguna forma sigues sintiendo que lo único que tocan tus dedos es el aire.
Amas ver el nombre de esta persona aparecer en la pantalla de tu teléfono. Darías lo que fuera a cambio de verlos sonreír de forma genuina. Ansías sentir la forma en la que te mira cuando están solos. Sin embargo, al mirarlos a los ojos, comprendes que no ves la reflexión que esperabas.
Hay una desconexión, un sentido de distancia que te indica que él o ella no están contigo y que nunca lo estarán sin importar lo mucho que así lo quieras. Pueden decirte que eres hermosa y quieres creerlo porque las palabras llegan a una parte de ti que siente dolor y placer. Una parte de ti busca este dolor que te entrega esta persona. Es un ciclo retorcido de ir y venir hacia esta persona y no puedes evitar volver por todas las posibilidades que crees que existen.
“Quizás esta vez sea diferente,” te dices a ti misma, llena de inocencia. Sabes que no es así, pero lo ignoras de todas formas. El problema de ser quien siempre sale herido es que tu racionalidad se queda al último a la hora de tomar decisiones. Sabes perfectamente lo que está sucediendo, cuáles serán las consecuencias y por qué te hace mal.
Sabes que hay diferencias entre alguien que te trata como una prioridad y alguien que te trata como una opción. Lo racional gana eventualmente, pero a menudo, toma un tiempo llegar ahí. Tus emociones empañan la verdad que te grita a la cara simplemente porque caes muy fácil ante tu deseo de volver a envolver su cuello con tus brazos.
Supongo que esto podría ser visto como algo débil o inmaduro emocionalmente y hasta cierto punto lo es. Se nos dice que nunca nos quedemos con alguien por menos de lo que nos merecemos. Entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿es que acaso caer ante la tentación y entregarle parte de nuestro poder a alguien que no nos estima tanto como nos merecemos significa que nos empequeñecemos como personas?.
Quizás ser insensatos, vulnerables, tercos y estar llenos de esperanzas es lo que nos hace humanos. Dejamos de lado los consejos de nuestros amigos a propósito, completamente conscientes del daño que sufriremos luego de ese beso muy anticipado y, lo más probable, totalmente ebrio. Todo lo que queremos es que ellos nos quieran.
Salir herido es una de las experiencias más íntimas que puedes tener con alguien más. Les sucede incluso a los más fuertes porque todos tenemos sentimientos y recuerdos que no queremos dejar ir. Pero me doy cuenta que si bien no es posible controlar cómo te sientes, si es posible controlar cómo dejas que los demás te traten.
Y aunque nos gustaría creer que la gente va a cambiar por nosotros, realmente nunca lo harán. Es importante que reconozcamos y aceptemos esto.
Hay un límite para lo que puedes tolerar y parte de la solución es comprender tus límites y lo que quieres para ti misma. No es fácil cuando descubres que nuevamente estás siguiendo patrones viejos y familiares. Pero al final, tu felicidad está en tus manos.
Algunas personas, sin importar lo mucho que nos atraigan,
no valen la pena el sacrificio.
Visto en Elite Daily & Imágenes de We Heart It
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