Una enfermedad puede, o bien
fortalecer el ego, o debilitarlo. Si nos lamentamos, nos sentimos víctimas o
resentimos la enfermedad, el ego se fortalece. También se fortalece cuando
convertimos a la enfermedad en parte de nuestra identidad conceptual "Soy
víctima de cierta enfermedad". Así, los demás saben quién soy. Por otra
parte, hay algunas personas que tienen un ego grande en la vida normal pero
que, al enfermar, se tornan dóciles, amables y mucho más agradables. Pueden comprender cosas que quizás nunca vieron en su vida normal. Pueden lograr acceso a
su conocimiento interior y a su estado de contento y hablar con sabiduría. Después,
cuando mejoran, recuperan su energía y, con ella, su ego.
Cuando enfermamos, nuestro nivel
de energía se reduce considerablemente y la inteligencia del organismo asume
el control y utiliza la poca energía disponible para sanar el cuerpo, de tal
manera que no queda mucha para la mente, es decir, para los pensamientos y las
emociones egotistas. El ego consume grandes cantidades de energía. Sin embargo,
en algunos casos, el ego retiene la poca energía restante y la utiliza para sus
propios fines. Sobra decir que las personas cuyo ego se fortalece durante la
enfermedad tardan mucho más tiempo en recuperarse. Algunas nunca lo hacen, de
tal manera que la enfermedad se vuelve crónica y se convierte en parte
permanente de su falso sentido de identidad.
Eckhart Tolle, "Una Nueva Tierra".