Deja de maquillar tu envidia con palabras como estas:
“Has tenido suerte”.
Buscas menospreciar los logros del otro para sentirte mejor.
“Lo que habrás hecho para conseguirlo”.
Te pones en una posición moralmente superior para evitar tu frustración.
“Es injusto que tengas más que los demás”.
Perviertes el concepto de justicia y de igualdad
para justificar tu falta de esfuerzo o de capacidades.
“No deberías esforzarte tanto, te lo digo por tu bien”.
Disfrazas tu miedo al éxito del otro en forma de falsa preocupación.
“En realidad, yo no necesito lo que tú has conseguido”. Aunque es verdad que esta frase puede ser genuina, en la mayoría de ocasiones se trata de una autojustificación.
La envidia, como todo vicio, es una perversión de un impulso bueno y natural. En este caso, es la perversión del instinto de superación, que ocurre principalmente por tres motivos:
1️⃣ Una profunda herida de insuficiencia no sanada.
2️⃣ Una mentalidad de escasez,
de que para que uno gane otro tiene que perder.
3️⃣ Un tremendo ego que evita que seas humilde.
Al reunir estos tres errores en nuestra psique, la envidia nos corroe por dentro y se vuelve autodestructiva, ya que precisamente evita nuestra evolución. Tenemos que cambiar estos tres factores, y entonces podremos canalizar correctamente nuestro instinto de superación:
PODEMOS CANJEAR LA ENVIDIA POR ADMIRACIÓN.
Al sentirnos suficientes, ya no competimos con el otro,
por lo que nos abrimos a aprender de él.
Al tener una mentalidad de abundancia,
ya no vemos el éxito del otro como una amenaza, sino como una inspiración.
Al ser humildes,
reconocemos que tenemos que cambiar nosotros mismos
si queremos lograr nuestros objetivos.
Y, sobre todo, nos damos cuenta de que no tenemos que competir
para ser mejores que los demás,
sino que competimos para ser mejores que nuestra versión de ayer.
Escrito por @_rogercasanova
Publicado por Kuestiona