Estamos identificados con el ego cuando estamos muy tensos, estresados y desequilibrados. Cuando permitimos que nuestro estado de ánimo dependa excesivamente de situaciones o hechos que escapan a nuestro control. Cuando vivimos de forma inconsciente, con el piloto automático puesto, casi sin darnos cuenta.
También estamos identificados con el ego cuando tratamos de que la realidad se adapte a nuestras necesidades, deseos y expectativas. Cuando nos perturbamos a nosotros mismos, victimizándonos y culpando a otras personas de lo que nos sucede. Cuando nos tomamos las cosas que pasan o los comentarios de los demás como algo personal. Cuando no aceptamos a los demás tal como son, tratando de cambiarlos para amoldarlos a como, según nosotros, deberían de ser. Cuando somos incapaces de estar solos, en silencio, sin hacer nada, sin estímulos ni distracciones de ningún tipo.
Seguimos tiranizados por el ego cuando nunca tenemos suficiente con lo que nos ofrece la vida. Cuando nos quejamos por lo que nos falta en vez de valorar en vez de valorar y agradecer lo que tenemos. En definitiva, cuando experimentamos cualquiera de estos sentimientos, podemos estar completamente seguros de que seguimos protegiéndonos tras la ilusión de nuestra personalidad, ego o falso yo. Este egocentrismo es el que nos lleva a luchar en contra de lo que sucede y a entrar en conflicto con otras personas, sufriendo de forma inútil e innecesaria.
Imagen de www.dprimeramano.net
Estamos identificados con el ego cuando
estamos muy tensos,
estresados y desequilibrados.
Cuando permitimos que nuestro estado de ánimo
dependa excesivamente de situaciones o hechos
que escapan a nuestro control.
Cuando vivimos de forma inconsciente,
con el piloto automático puesto, casi sin darnos cuenta.
También estamos identificados con el ego
cuando tratamos de que la realidad
se adapte a nuestras necesidades,
deseos y expectativas.
Cuando nos perturbamos a nosotros mismos,
victimizándonos y culpando a otras personas de lo que nos sucede.
Cuando nos tomamos las cosas que pasan
o los comentarios de los demás como algo personal.
Cuando no aceptamos a los demás tal como son,
tratando de cambiarlos para amoldarlos
a como, según nosotros, deberían de ser.
Cuando somos incapaces de estar solos,
en silencio, sin hacer nada,
sin estímulos ni distracciones de ningún tipo.
Seguimos tiranizados por el ego
cuando nunca tenemos suficiente
con lo que nos ofrece la vida.
Cuando nos quejamos por lo que nos falta
en vez de valorar en vez de valorar y agradecer lo que tenemos.
En definitiva,
cuando experimentamos cualquiera de estos sentimientos,
podemos estar completamente seguros de que seguimos protegiéndonos
tras la ilusión de nuestra personalidad, ego o falso yo.
Este egocentrismo es el que nos lleva a luchar
en contra de lo que sucede
y a entrar en conflicto con otras personas,
sufriendo de forma inútil e innecesaria.