Detrás o al lado de cualquier problema grave, se presente como se presente,
siempre podríamos seguir la huella de a qué o a quién estamos rechazando,
a qué o a quién no podemos dar un buen lugar en nuestro corazón,
a qué o a quién no conseguimos apreciar o respetar.
Es simple y sólo requiere valentía para enfrentar las verdades del corazón
y cuestionar las de la conciencia (Mente*). En definitiva, estas distinciones entre bien y mal,
mejor o peor, más o menos, cuando no son funcionales sino morales o apasionadas
conducen al sufrimiento, porque un corazón que excluye sufre.
Ya lo decía San Agustín: «Ama y haz lo que quieras», en alusión a que el amor
abre las puertas de la libertad.
JOAN GARRIGA.
Del libro "Vivir en el Alma".
Capítulo 'Un Nuevo Paradigma'.