sábado, 19 de marzo de 2011

Sanando una Neurosis de Fracaso: Psicomagia.


Alejandro Jodorowsky: Muchas personas me han consultado, habiéndose dado cuenta que padecen una neurosis de fracaso: emprenden gran cantidad de cosas, pero no terminan nada. Cuando están a punto de llegar a la meta, abandonan la acción. En el terreno emocional, nunca llegan a satisfacer por entero a sus parejas. Muchas veces se preguntan para qué sirven, sintiendo en todo momento el fracaso suspendido como una espada sobre sus cabezas. Describí esta neurosis en mi libro “Manual de psicomagia” proponiendo algunos actos psicomágicos que podrían solucionar este problema, suponiendo eso sí que cada persona los adaptaría a su carácter y sus circunstancias sociales. Hace unos meses recibí una misiva, firmada por Sergio Hernández, que describe muy bien la realizaciòn de su acto y los buenos resultados que obtuvo:

“Querido Alejandro,
Cuando tenía diecinueve años me fui de casa harto de una vida llena de angustia. Casa de mi madre era una cárcel, los estudios que realizaba los escogí por descarte y no me gustaban, la relación con mi ex novia no me decía nada así como las amistades que tenia, no podían cubrir ese gran vacío. A los cuatro meses regresé y finalicé mis estudios. Y después me volví a ir un año después. Así he ido haciendo hasta hace poco mas de cinco meses, ahora tengo veinticinco años. Conocí algunos lugares pero siempre sentía que tenía que volver, alguien tiraba desde una cadena metafórica para mi regreso.

Leyendo tu libro, me empezó a resonar “la neurosis de fracaso” ocasionada por haber cortado con los lazos de la familia.

Poco a poco lo fui teniendo más claro. Empezaron a aparecer recuerdos que había enterrado, como el de mi hermana haciéndome sentir culpable al no quedarme en casa con mi madre después de la muerte de mi padre así como todas sus amigas, mis tíos etc.

Cansado de éste sentimiento de culpabilidad y de no poder acabar prácticamente ninguna actividad hasta el final, me decidí a realizar el acto.
Compre una cadena de dos metros, dos latas de conservas ( una dorada, una plateada ), imprimí dos fotos de mis padres, miel de acacia y una caja de plástico en la que cupieran las latas, un árbol frutal y una sierra.

Busqué por Barcelona una psicoanalista freudiana y concerté una cita con ella. Una hora antes de la cita me situé a tres km del lugar de la consulta y preparé todo: me até la cadena a la cintura. En el otro extremo coloqué las dos latas con una foto en la dorada de mi padre y en la plateada de mi madre. Y me dispuse a caminar por la rambla del raval, una zona muy transitada del centro de Barcelona. Al principio estaba un poco tenso, sobre todo por el gran escándalo que ocasionaba por el ruido al andar. La gente se giraba pero al ver que portaba una sierra en mis manos nadie decía nada. Hubo dos chicos que me ofrecieron su ayuda y con mucha curiosidad me preguntaron qué porqué hacía eso, si había perdido una apuesta. Al cabo de unos cuarenta minutos llegué a la consultoría sin ningún problema, ni la policía me molestó. Tuve la sensación que el Universo me ayudaba.

Una vez allí subí al último piso del edificio y me abrió una señora que no había visto en mi vida, al verme se asustó muchísimo y me dijo que, que significaba todo esto, que por favor me lo quitara que así no me dejaba entrar. La explique que sólo ella podía quitarme esas cadenas. Poco a poco empezó a alterarse mucho y me invito a que me fuera. Me acompañó al recibidor del edificio. Me puse muy persistente. La expliqué que cargaba toda una vida con eso y que me tenía que ayudar, y le puse la sierra en su mano. Insistí y suplique y re supliqué y pude convencerla. Ella no había cogido una sierra en su vida. Comenzó a serrar y serró. Se cansó, descansó y siguió. No dejé de animarla ni un instante como si me fuera la vida en ello. En unos minutos que parecieron horas, la cadena se partió ZAS!!

Sorprendentemente la psicóloga necesitaba que la explicara ya que no entendía nada, así que nos quedamos un rato conversando.

Al día siguiente me fui al rio Besós.
Mientras cavaba un hoyo en el suelo se me acercó un chico que vigilaba, le dije que plantaba un árbol, se alejó sonriendo.
Hecho el hoyo tiré la cadena y planté un naranjo y allí llené los tarros de las fotos con miel y lo metí en una caja trasparente que lancé al rio viendo como la corriente se la llevaba. Lo viví como un funeral.

Es difícil definir los efectos de éste acto. Como hechos importantes mi relación con mi familia ya no es obligatoria, es una elección y cuando estamos juntos realmente es un disfrute. También en pocos meses me surgió una oportunidad para montar una empresa que empezará en setiembre. En definitiva siento más fuerza y confianza en mí mismo.
Así que mis más sinceros sentimientos de GRATITUD por esa obra de arte psicomágica.

Un abrazo con todo mi corazón,
Sergio”