La mente egotista está
completamente condicionada por el pasado. Su condicionamiento es doble y consta
de contenido y estructura.
Para el niño que llora
amargamente porque ya no tiene su juguete, éste representa el contenido. Es
intercambiable con cualquier otro contenido, otro juguete u objeto. El
contenido con el cual nos identificamos está condicionado por el entorno, la
crianza y la cultura que nos rodea. El hecho de que sea un niño rico o pobre, o que el juguete sea un trozo de madera en forma de animal o un aparato
electrónico sofisticado no tiene importancia en lo que se refiere al sufrimiento
provocado por su pérdida. La razón por la que se produce ese sufrimiento agudo
está oculta en la palabra "mío" y es estructural. La compulsión
inconsciente de promover nuestra identidad a través de la asociación con un
objeto es parte integral de la estructura misma de la mente egotista.
Una de las estructuras mentales
básicas a través de la cual entra en existencia el ego es la identificación. El
vocablo "identificación" viene del latín "ídem" que
significa "igual" y "facere" que significa "hacer".
Así, cuando nos identificamos con algo, lo "hacemos igual".
¿Igual a qué? Igual al yo. Dotamos a ese algo de un sentido de ser, de tal manera que se convierte en parte de nuestra
"identidad". En uno de los niveles más básicos de identificación
están las cosas: el juguete se convierte después en el automóvil, la casa, la
ropa, etcétera. Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del
todo y terminamos perdiéndonos en ellas. Ese es el destino del ego.
Quienes trabajan en la industria
de la publicidad saben muy bien que para vender cosas que las personas
realmente no necesitan deben convencerlas de que esas cosas aportarán algo a la
forma como se ven a sí mismas o como las perciben los demás, en otras palabras, que agregarán a su sentido del ser. Lo
hacen, por ejemplo, afirmando que podremos
sobresalir entre la multitud utilizando el producto en cuestión y, por
ende, que estaremos más completos. O crean
la asociación mental entre el producto y un personaje famoso o una persona joven, atractiva o aparentemente
feliz. Hasta las fotografías de las celebridades ancianas o fallecidas
cuando estaban en la cima de sus carreras
cumplen bien con ese propósito. El supuesto tácito es que al comprar el
producto llegamos, gracias a un acto mágico de apropiación, a ser como
ellos o, más bien, como su imagen
superficial. Por tanto, en muchos casos no compramos un producto sino un
"refuerzo para nuestra identidad". Las etiquetas de los diseñadores
son principalmente identidades colectivas a las cuales nos afiliamos. Son
costosas y, por tanto, "exclusivas". Si estuvieran al alcance de todo
el mundo, perderían su valor psicológico y nos quedaríamos solamente con su
valor material, el cual seguramente equivale a una fracción del precio pagado.
Las cosas con las cuales nos
identificamos varían de una persona a otra de acuerdo con la edad,
el género, los ingresos, la clase social, la moda, la cultura, etcétera. Aquello con lo cual nos identificamos tiene relación con el
contenido; por otra parte, la compulsión inconsciente por identificarse es
estructural. Esta es una de las formas más elementales como opera la mente
egotista.
Paradójicamente, lo que sostiene
a la llamada sociedad de consumo es el hecho mismo de que el intento por reconocernos
en las cosas no funciona: la satisfacción del ego dura poco y entonces
continuamos con la búsqueda y seguimos comprando y consumiendo.
Claro está que en esta dimensión física en la cual
habita nuestro ser superficial, las cosas son
necesarias y son parte inevitable de la vida. Necesitamos vivienda, ropa,
muebles, herramientas, transporte. Quizás haya también cosas que valoramos por
su belleza o sus cualidades inherentes. Debemos honrar el mundo de las cosas en
lugar de despreciarlo. Cada cosa tiene una cualidad de Ser, es una forma
temporal originada dentro de la
Vida Única informe fuente de todas las cosas, todos los
cuerpos y todas las formas. En la mayoría de las culturas antiguas se creía que
todas las cosas, hasta los objetos inanimados, alojaban un espíritu y, en este
sentido, estaban más cerca de la verdad que nosotros. Cuando se vive en un
mundo aletargado por la abstracción mental, no se percibe la vida del universo.
La mayoría de las personas no viven en una realidad viva sino conceptualizada.
Pero no podemos honrar realmente
las cosas si las utilizamos para fortalecer nuestro ser, es decir, si tratamos
de encontrarnos a través de ellas. Eso es exactamente lo que hace el ego. La
identificación del ego con las cosas da lugar al apego y la obsesión, los
cuales crean a su vez la sociedad de consumo y las estructuras económicas donde
la única medida de progreso es tener siempre más. El deseo incontrolado de tener más, de crecer incesantemente, es una
disfunción y una enfermedad. Es la misma disfunción que manifiestan las células
cancerosas cuya única finalidad es multiplicarse sin darse cuenta de que están
provocando su propia destrucción al destruir al organismo del cual forman
parte. Algunos economistas están tan apegados a la noción de crecimiento que
no pueden soltar la palabra y entonces hablan de "crecimiento
negativo" para referirse a la recesión.
Muchas personas agotan buena
parte de su vida en la preocupación obsesiva por las cosas. Es por eso que uno
de los males de nuestros tiempos es la proliferación de los objetos. Cuando
perdemos la capacidad de sentir esa vida que somos, lo más probable es que
tratemos de llenar la vida con cosas. A manera de práctica espiritual, le
sugiero investigar su relación con el mundo de las cosas observándose a si
mismo y, en particular, observando las cosas designadas con la palabra
"mi". Debe mantenerse alerta y ver honestamente si su sentido de
valía está ligado a sus posesiones.
- ¿Hay cosas que inducen una sensación sutil
de importancia o superioridad?
- ¿Acaso la falta de esas cosas le hace sentir
inferior a otras personas que poseen más que usted?
- ¿Menciona casualmente las
cosas que posee o hace alarde de ellas para aparecer superior a los ojos de
otra persona y, a través de ella, a sus propios ojos?
- ¿Siente ira o
resentimiento cuando alguien tiene más que usted o cuando pierde un bien
preciado?.
Eckhart Tolle en "Una Nueva Tierra".