Mientras el ego dirija tu vida, la mayor parte de tus pensamientos, emociones y acciones surgirán del deseo y del miedo. Entonces, en las relaciones, o bien demandarás, o bien temerás algo de la otra persona.
Puede que quieras placer o beneficios materiales, reconocimiento, alabanzas o atención, o fortalecer tu sentido del yo mediante la comparación y el establecimiento de que eres, tienes o sabes más que la otra persona. Y lo que temes es que ocurra justo lo contrario, que esa persona pueda reducir de algún modo tu sentido del yo.
Cuando diriges tu atención al momento presente- en lugar de usarlo como un medio para un fin- vas más allá del ego y más allá de la compulsión inconsciente de usar a la gente como un medio para un fin, siendo el fin tu propio fortalecimiento a costa de los demás. Cuando prestas toda tu atención a la persona con la que estás interactuando, dejas fuera de la relación el pasado y el futuro, excepto para fines prácticos. Cuando estás plenamente presente en tus encuentros con otras personas, renuncias a la identidad conceptual que has creado para ellas - tu interpretación de quiénes son y de lo que hicieron en el pasado-, y eres capaz de interactuar prescindiendo de los movimientos egóticos del deseo y del miedo. La clave está en la atención, que es una alerta serena.
Qué maravilloso es poder ir más allá del deseo y del miedo en las relaciones.
El amor no desea ni teme nada.
Si su pasado fuera tu pasado, si su dolor fuera tu dolor, sí su nivel de conciencia fuera tu nivel de conciencia, pensarías y actuarías exactamente como él o ella. Esta compresión trae consigo perdón, compasión y paz.
Al ego no le gusta oír esto, porque pierde fuerza cuando no puede mostrarse reactivo y tener razón. Cuando recibes como a un noble invitado a cualquiera que venga al espacio del Ahora, cuando permites a cada persona ser como es, él o ella empieza a cambiar.
Para conocer a otro ser humano en su esencia, no te hace falta saber nada sobre él: su pasado, su historia personal, sus experiencias.
Eckhart Tolle.