Mucho tiempo después, esos seres
delicados y perfumados a los cuales denominamos flores desempeñarían un papel
esencial en la evolución de la conciencia de otras especies. Los seres humanos se sentirían cada vez más
atraídos y fascinados por ellas. Seguramente, a medida que la conciencia humana
se fue desarrollando, las flores pudieron ser la primera cosa que los seres humanos
valoraron sin que representaran un valor utilitario para ellos, es decir, sin
que tuvieran alguna relación con su supervivencia. Sirvieron de inspiración
para un sinnúmero de artistas, poetas y místicos. Jesús nos dice que
contemplemos las flores y aprendamos a vivir como ellas. Se dice que Buda
pronunció una vez un "sermón silencioso" mientras contemplaba una
flor. Al cabo de un rato, uno de los presentes, un monje de nombre Mahakasyapa,
comenzó a sonreír. Se dice que fue el único que comprendió el sermón. Según la
leyenda, esa sonrisa (la realización) pasó a veintiocho maestros sucesivos y
mucho después se convirtió en el origen del Zen.
La belleza de una flor pudo
arrojar un breve destello de luz sobre la parte esencial más profunda del ser humano, su
verdadera naturaleza. El
momento en que se reconoció por primera vez la belleza fue uno de los más
significativos de la evolución de la conciencia humana. Los sentimientos de
alegría y amor están íntimamente ligados con ese reconocimiento. Sin que nos diéramos cuenta, las flores se convertirían en una forma de expresión muy
elevada y sagrada que
moraría dentro de nosotros pero que no tendría forma. Las flores, con su vida más
efímera, etérea y delicada que la de las plantas de
las cuales nacieron, se convertirían en especie de mensajeras de otro plano, un puente entre el
mundo de las formas físicas y de lo informe. Su aroma no solamente era delicado
y agradable para los sentidos,
sino que traía una fragancia desde el plano del espíritu. Si utilizamos la palabra
"iluminación" en un sentido más amplio del aceptado convencionalmente, podríamos pensar que las
flores constituyen la iluminación de las
plantas.
Cualquiera de las formas de vida
de los distintos reinos (mineral, vegetal, animal o humano) pasa
por la "iluminación". Sin embargo, es algo que sucede muy rara vez
puesto que es más que un paso en la evolución: también implica una
discontinuidad de su desarrollo, un salto hacia un nivel completamente
diferente del Ser, acompañado, en lo que es más importante, de una disminución
de la materialidad.
¿Qué podría ser más denso e
impenetrable que una roca, la más densa de todas las formas? No obstante,
algunas rocas sufren cambios en su estructura molecular, convirtiéndose en
cristales para dar paso a la luz. Algunos carbones se convierten en diamantes
bajo condiciones inconcebibles de calor y de presión, mientras que algunos
minerales pesados se convierten en piedras preciosas.
La mayoría de los reptiles
rastreros, los más íntimamente unidos a la tierra, han permanecido iguales
durante millones de años. Sin embargo, algunos otros desarrollaron plumas y
alas para convertirse en aves, desafiando la fuerza de la gravedad que los
había mantenido sujetos al suelo durante tanto tiempo. No aprendieron a reptar
o a andar mejor, sino que trascendieron totalmente esos dos pasos.
Desde tiempos inmemoriales, las
flores, los cristales, las piedras preciosas y las aves han tenido un
significado especial para el espíritu humano. Al igual que todas las formas de
vida, son, lógicamente, manifestaciones temporales de la Vida y la Concien cia. Su
significado especial y la razón por la que los seres humanos se han sentido
fascinados y atraídos por ellas pueden atribuirse a su cualidad etérea.
Cuando el ser humano tiene un
cierto grado de Presencia, de atención y alerta en sus percepciones, puede
sentir la esencia divina de la vida, la conciencia interior o el espíritu de
todas las criaturas y de todas las formas
de vida, y reconocer que es uno con esa esencia y amarla como a sí mismo. Sin
embargo, hasta tanto eso sucede, la mayoría de los seres humanos perciben
solamente las formas exteriores sin tomar conciencia de su esencia interior, de
la misma manera que no reconocen su propia esencia y se limitan a identificarse
solamente con su forma física y psicológica.
Sin embargo, en el caso de una
flor, un cristal, una piedra preciosa o un ave, hasta una persona con un grado
mínimo de Presencia puede sentir ocasionalmente que en esa forma hay algo más
que una simple existencia física, aún sin comprender la razón por la que se
siente atraída y percibe una cierta afinidad por ella. Debido a su naturaleza
etérea, esa forma oculta menos el espíritu interior que otras formas de vida.
La excepción de esto son todas las formas recién nacidas como los bebés, los
cachorros, los gatitos, los corderos, etcétera; son frágiles, delicados y no
se han establecido firmemente en la materialidad. De ellos emana todavía
inocencia, dulzura y una belleza que no es de este mundo. Son un deleite hasta
para los seres humanos relativamente insensibles.
Así que cuando contemplamos
conscientemente una flor, un cristal o un ave sin decir su nombre mentalmente,
se convierte en una ventana hacia el mundo de lo informe. Podemos vislumbrar
algo del mundo del espíritu. Es por eso que estas tres formas "iluminadas
y aligeradas" de vida han desempeñado un papel tan importante en la
evolución de la conciencia humana desde la antigüedad; es la razón por la cual
la joya de la flor de loto es un símbolo central del budismo y la paloma, el
ave blanca, representa al Espíritu Santo en el cristianismo. Han venido
abonando el terreno para un cambio más profundo de la conciencia planetaria,
el cual debe manifestarse en la especie humana. Es el despertar espiritual que
comenzamos a presenciar ahora.
¿CUÁL ES LA FINALIDAD DE ESTE LIBRO?
¿Está lista la humanidad para
una transformación de la conciencia, un florecimiento interior tan radical y
profundo que la florescencia de las plantas, con toda su hermosura, sea apenas
un pálido reflejo?
¿Podrán los seres humanos perder la densidad de las estructuras
mentales condicionadas y llegar a ser, lo mismo que los cristales o las piedras
preciosas, transparentes a la luz de la conciencia?
¿Podrán desafiar la fuerza
de gravedad del materialismo y la materialidad para elevarse por encima de la
forma cuya identidad mantiene al ego en su lugar y los condena a vivir
prisioneros dentro de su personalidad?
La posibilidad de esa
transformación ha sido el tema central de las enseñanzas de los grandes sabios
de la humanidad. Los mensajeros como Buda, Jesús y otros (no todos conocidos)
fueron las primeras flores de la humanidad. Fueron los precursores, unos seres
raros y maravillosos. En su época no era posible todavía un florecimiento
generalizado y su mensaje fue distorsionado o mal comprendido. Ciertamente no
transformaron el comportamiento humano, salvo en unas cuantas personas.
¿Está más preparada la humanidad
ahora que en la época de los primeros maestros?
¿Por qué habría de ser así?
¿Hay algo que podamos hacer para propiciar o
acelerar este cambio interior?
¿Qué es lo que
caracteriza el tradicional estado egotista de la conciencia y cuáles son las
señales que permitirán reconocer el surgimiento de la nueva conciencia?
Estos
son los interrogantes que trataremos de resolver en este libro. Pero es más
importante el hecho de que este libro
es en sí un medio de transformación emanado de esa nueva conciencia que comienza a aflorar. Aunque
los conceptos y las ideas aquí
contenidos son importantes, son secundarios. No son más que señales a lo largo del camino que conduce hacia
el despertar. A medida que vaya
leyendo se operará un cambio en usted.
La finalidad principal de este
libro no es darle a su mente más información ni creencias, ni tratar de
convencerlo de algo, sino generar en usted un cambio de conciencia, es decir,
un despertar. En ese sentido, este libro no es "interesante", puesto
que esa palabra implica la posibilidad de mantener una distancia, jugar con las
ideas y los conceptos en la mente y manifestarse de acuerdo o en desacuerdo
con ellos. Este libro es sobre usted. Si no contribuye a modificar el estado de
su conciencia, no tendrá significado alguno. Solamente servirá para despertar
a quienes estén listos. Aunque no todo el mundo está listo, muchas personas sí
lo están y, cada vez que alguien despierta se amplifica el ímpetu de la conciencia colectiva,
facilitando el cambio para los demás. Si no sabe lo que significa despertar, siga leyendo. Es
solamente a través del despertar que podrá comprender el verdadero significado
de la palabra. Basta con un destello para iniciar el proceso, que es
irreversible. Para algunos, este libro será ese destello, para muchos otros
que quizás no se hayan dado cuenta, el proceso ya ha comenzado. Este libro les
ayudará a reconocerlo. Algunos habrán emprendido el camino como consecuencia
del sufrimiento o de una pérdida, mientras que otros quizás lo hayan hecho a
través del contacto con un maestro o una enseñanza espiritual, la lectura de El poder del ahora o de algún otro libro pleno de
vida espiritual y de energía transformadora, o una combinación de lo anterior. Si ya se ha
iniciado en usted el proceso del despertar, éste se acelerará e intensificará
con esta lectura.
Una parte esencial del despertar
consiste en reconocer esa parte que todavía no despierta, el ego con su forma
de pensar, hablar y actuar, además de los procesos mentales colectivos condicionados
que perpetúan el estado de adormecimiento. Es por eso que el libro muestra los
principales aspectos del ego y la forma como operan tanto a nivel individual
como colectivo. Esto es importante por dos razones conexas: la primera es que a
menos de que usted conozca la mecánica fundamental del ego, no podrá
reconocerlo y caerá en el error de identificarse con él una y otra vez. Eso
significa que el ego se apoderará de usted y fingirá ser usted. La segunda
razón es que el acto mismo de reconocer es uno de los mecanismos para
despertar. Cuando usted reconozca su inconciencia, será precisamente el
surgimiento de la conciencia, el despertar, el que hará posible ese
reconocimiento. No es posible vencer en la lucha contra el ego, como no es
posible luchar contra la oscuridad. Lo único que hace falta es la luz de la
conciencia. Usted es esa luz.
Eckhart Tolle.
Introducción del Libro: Una Nueva Tierra.