¿Por qué se aconseja no definirnos?
Porque cada definición es un acto de obediencia. Cada vez que decimos “yo soy…”, estamos siendo fieles al destino impuesto por nuestro árbol genealógico. También nuestra sociedad nos encasillará y clasificará en función de esas definiciones que hagamos.
¿Qué hay de malo en ello?
Cada definición es una etiqueta que nos coloca la familia: para formar parte de un clan, para convertirnos en víctimas o en salvadores, para justificar cualquier acto, etc. Definirnos es limitarnos, es no darnos la oportunidad de cambiar. A cada instante mutamos, lo que éramos hace un minuto, ya no lo somos y lo que somos cambiará en el minuto siguiente, ¿por qué ese empeño en fosilizar lo que somos?
¿Y qué hago si necesito ideas o creencias que me den estabilidad?
Dice Alejandro Jodorowsky que cada vez que nos aferramos a una idea envejecemos, que las ideas deben ser como las camisas que retiramos cuando ya no nos son útiles. Cada vez que nos describamos, podemos sustituir “soy…” por “en tal circunstancia pensé, sentí, deseé, hice”.
Si no puedo definirme ¿cómo averiguaré quién soy?
¿Quién soy? es según Alejandro Jodorowsky, la única pregunta que vale la pena formularse y la única que no tiene respuesta. En cualquier caso, parece ser que el mundo es el reflejo de nuestra propia alma. Podemos ver quiénes somos por aquello que criticamos en los demás, ya que son aspectos propios que no podemos ver en nosotros mismos. Lo que admiramos en los otros también son aspectos nuestros en positivo.
¿Qué somos?
Lo somos todo en potencia.
Evitemos las repeticiones,
cortemos los lazos que nos atan al pasado y dejamos de proyectarnos en el futuro.
Tenemos que desprendernos de “máscaras”
y aceptar lo que somos en este preciso instante.
Ese será nuestro punto de partida para empezar a crecer y a desarrollarnos.