El desafío de la humanidad en
este momento es el de reaccionar ante una crisis radical que amenaza nuestra
propia supervivencia. La disfunción de la mente humana egotista, reconocida
desde hace más de 2.500 años por los maestros sabios de la antigüedad y
amplificada en la actualidad a través de la ciencia y la tecnología, amenaza
por primera vez la supervivencia del planeta. Hasta hace muy poco, la
transformación de la conciencia humana (señalada también por los antiguos
sabios) era tan sólo una posibilidad a la cual tenían acceso apenas unos
cuantos individuos aquí y allá, independientemente de su trasfondo cultural o
religioso. No hubo un florecimiento generalizado de la conciencia humana
porque sencillamente no era todavía una necesidad apremiante.
Una proporción significativa de
la población del planeta no tardará en reconocer, si es que no lo ha hecho ya,
que la humanidad está ante una encrucijada desgarradora: evolucionar o morir.
Un porcentaje todavía relativamente pequeño pero cada vez más grande de
personas ya está experimentando en su interior el colapso de los viejos
patrones egotistas de la mente y el despertar de una nueva dimensión de la
conciencia.
Lo que comienza a aflorar no es
un nuevo sistema de creencias ni una religión, ideología espiritual o
mitología. Estamos llegando al final no solamente de las mitologías sino
también de las ideologías y de los credos. El cambio viene de un nivel más
profundo que el de la mente, más profundo que el de los pensamientos. En efecto, en el corazón mismo de la nueva
conciencia está la trascendencia del
pensamiento, la habilidad recién descubierta de elevarse por encima de los
pensamientos, de reconocer al interior del ser una dimensión infinitamente más
vasta que el pensamiento. Por consiguiente, ya no derivamos nuestra identidad,
nuestro sentido de lo que somos de ese torrente incesante de pensamientos
que confundimos con nuestro verdadero ser de acuerdo con la vieja conciencia. Es inmensa la sensación de
liberación al saber que no somos esa "voz que llevamos en la cabeza".
¿Quién soy entonces? Aquel que observa esa realidad. La conciencia que precede al
pensamiento, el espacio en el cual sucede el pensamiento, o la emoción o la
percepción.
El ego no es más que eso: la
identificación con la forma, es decir, con las formas de pensamiento
principalmente. Si es que hay algo de realidad en el concepto del mal (realidad
que es relativa y no absoluta), su definición sería la misma: identificación
total con la forma: las formas físicas, las formas de pensamiento, las formas
emocionales. El resultado es un desconocimiento total de nuestra conexión con el
todo, de nuestra unicidad intrínseca con "todo lo demás" y también
con la Fuente. Este
estado de olvido es el pecado original, el sufrimiento, el engaño.
¿Qué clase de mundo creamos cuando esta falsa idea de separación total es la base que gobierna todo lo que pensamos, decimos y hacemos? Para hallar la respuesta basta con observar la forma como los seres humanos se relacionan entre sí, leen un libro de historia o ven las noticias de la noche.
¿Qué clase de mundo creamos cuando esta falsa idea de separación total es la base que gobierna todo lo que pensamos, decimos y hacemos? Para hallar la respuesta basta con observar la forma como los seres humanos se relacionan entre sí, leen un libro de historia o ven las noticias de la noche.
Si no cambian las estructuras de
la mente humana, terminaremos siempre por crear una y otra vez el mismo mundo
con sus mismos males y la misma disfunción.
UN NUEVO CIELO Y UNA NUEVA TIERRA
La inspiración para este libro
vino de una profecía bíblica, que parece más aplicable en la actualidad que en
ningún otro momento de la historia humana. Aparece tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento y se refiere al colapso del orden existente del mundo y el
surgimiento de "un nuevo cielo y una nueva tierra".1
Debemos comprender aquí que el cielo no es un lugar sino que se refiere al
plano interior de la conciencia. Este es el significado esotérico de la palabra
y también es el significado que tiene en las enseñanzas de Jesús. Por otra
parte, la tierra es la manifestación externa de la forma, la cual es siempre un
reflejo del interior. La conciencia colectiva de la humanidad y la vida en
nuestro planeta están íntimamente conectadas. "El nuevo cielo" es el florecimiento de un
estado transformado de la conciencia humana, y "la nueva tierra" es
su proyección en el plano físico. Puesto que la vida y la conciencia humanas son una
con la vida en el planeta, a medida que se disuelva la vieja conciencia deberán
producirse simultáneamente unos cataclismos geográficos y climáticos en muchas
partes del planeta, algunos ya los hemos comenzado a presenciar.
Eckhart Tolle.
Una Nueva Tierra.
Una Nueva Tierra.