martes, 11 de enero de 2011
Padres Ausentes: Psicomagia para Alicia.
ALICIA CONSULTA.
Querido Alejandro, leí hace poco tu libro “Psicomagia”, y espero que puedas darme un consejo. Recibí una educación severa y esto me ayudó a convertirme en una persona independiente. Mis padres cuidaron siempre de mi bienestar económico, y por esto les agradezco, pero, a causa del trabajo, siempre fueron dos entidades ausentes. Por esta razón, siempre busqué una familia alternativa en sitios distintos (los amigos, los profesores, etc.), con otras tantas desilusiones. En estos últimos dos años, estuve con un chico que tiene una historia muy parecida a la mía, y durante dos años él fue mi familia. Le amaba mucho, pero sentía que había envidia de su parte, porque yo empezaba a obtener mis primeros reconocimientos como dibujante de historietas, mientras que él, por más que se esforzara, no conseguía madurar como dibujante. Naturalmente, él se felicitaba conmigo, pero yo percibía la envidia en sus sonrisas forzadas y en sus ocurrencias. La situación se hizo insostenible desde que me aceptaron en una famosa academia. Desde ese momento, sus sentimientos reales salieron a relucir (él no tiene las posibilidades para frecuentar la universidad) y cambió completamente. Se convirtió en una persona enfadada y frustrada, y desahogaba sus frustraciones conmigo: al final, lo dejé. Racionalmente, sé que hice bien, pero estoy muy decepcionada, y pienso que nunca tendré una familia mía. En un momento cuando mis objetivos se están realizando, no consigo disfrutarlo, a causa de mis sentidos de culpa.
ALEJANDRO JODOROWSKY RESPONDE:
Querida Alice, tu problema viene de que tus padres, como lo dices, fueron dos entidades ausentes. Para el acto de psicomagia que te aconsejo, lo ideal sería que consiguieras que tu padre y tu madre colaboraran, pero si están separados , distantes o muertos, puedes hacerlo con dos amigos, o dos terapeutas, un hombre y una mujer. Él tendrá en el pecho la fotografía de tu padre. Ella, la fotografía de tu madre. Un tercer amigo (hombre) te pondrá en medio de tus “padres”, como en un sandwich, y os atará a los tres con una cinta roja, que los envolverá de los tobillos hasta el cuello. Una vez así atada en compañía, tu amigo atador te besará en la boca hasta cansarse. Luego te depositará en la lengua dos terrones de azúcar. En uno habrás escrito: un niño; en el otro: una niña. Cuando te hayas comido esos dos terrones, chupándolos sin masticar, el cortará la cinta roja. Dirás adiós a tus “padres” y con tu amigo irás a enterrar la fotos de tu padre y la de tu madre, más la cinta roja. Plantarás sobre eso, tres matas floridas.
(Si no comprendes el porqué de estas acciones, te las explico: en tu inconsciente se ha formado la creencia, con toda razón, de que tu padres habrían sido más presentes con un hijo. El hecho de que fueras niña, los distanció. Cuando derrotas en la competencia a tu “hermano” (“un chico que tiene una historia muy parecida a la mía”) es decir al héroe masculino esperado por tus padres, te llenas de culpa, porque sientes que como mujer no debes usurparle el puesto. Hago que te aten a tus progenitores con una cinta roja, color de un gran amor que los obliga a estar presentes. El que te ate te besará en la boca hasta cansarse, así tú les mostrarás a tus padres que una mujer puede ser digna de amor, de pasión, de admiración, etcétera. Los dos terrones de azúcar harán comprender a tu inconsciente que tiene igual valor nacer hombre o nacer mujer.)
Marcela Paz.
Chile.