domingo, 16 de enero de 2011
"Desvalorización: El Caso de Sara" (Psicomagia).
SARA, ABOGADO, TIENE DUDAS Y BUSCA APROBACIÓN:
Querido Alejandro, soy una chica de 28 años, tengo una licenciatura en jurisprudencia, hace tres años que trabajo en un bufete que se ocupa de derecho penal y dentro de pocos días tengo el examen para obtener la capacitación para ejercer la profesión forense. Me parece que mi trabajo me gusta, pero no estoy segura de estar a la altura para hacerlo, pese a los juicios positivos de los que me rodean (amigos, colegas). A pesar de estas dudas, me considero una persona inteligente y sensible, pero no logro comprender si las dificultades que encuentro son fisiológicas y naturales – y como tales deben ser afrontadas – o bien si representan una advertencia, de la que debería deducir que este trabajo no es para mí y que acaso debería escoger otro camino, aunque aún no sabría cuál. Me doy cuenta de que no puedo pensar en asistir y defender a alguien o en convencer a un juez cuando, aparte mi preparación técnica adecuada, no creo en mí misma, o actúo con el miedo de equivocarme. Es claro que esto no puede cuajar, ni en ésta ni en ninguna otra profesión.
Traté de no pensar y actuar; a veces, en cambio, reflexioné, con la tentación seria de abandonarlo todo para poder ver más claro, pero en general, en estos tres años, trabajé con pasión, seriedad y empeño, viviendo sea momentos de crisis sea momentos de breve exaltación, con la presencia constante de estas dudas y perplejidades.
Te estoy consultando porque admiro lo que haces y, en base a lo que he podido comprender leyendo tus libros, comparto tu idea de que cada uno de nosotros, si quiere, puede superar sus límites y dificultades, resolviendo también graves traumas que se arrastran desde la infancia, o hasta problemas no resueltos que se han legado generación tras generación.
No sé si podrá serte útil, pero también quiero señalar que a veces me sucede que escribo memorias muy hermosas y poco después entro en crisis sólo por una simple carta. Además, noto que tengo la tendencia a pensar siempre que estoy equivocada, y esta actitud seguramente no es positiva para un abogado. Puede que ello dependa de la educación recibida de mis padres, que siempre trataron de responsabilizarme, desde que era pequeña, repitiéndome que, en realidad, yo hubiera debido prestar mayor atención no sólo a lo que hacía sino también a la conducta de los demás.
Para concluir, te digo algo que me avergüenza un poco: a menudo me imagino situaciones en las que recibo la aprobación de personas que ocupan posiciones de poder y que yo considero inteligentes.
Dicho esto … espero recibir un consejo tuyo. Quedo esperando y te envío un saludo cariñoso.
ALEJANDRO JODOROWSKY LE RESPONDE:
Querida Sara, toda tu carta tiene el aroma de la desvalorización. Dudas de tus capacidades. ¿Por qué? La clave está en una frase de tu carta: “…me considero una persona inteligente y sensible, pero no logro comprender si las dificultades que encuentro son fisiológicas y naturales”… ¿Te das cuenta? Presentas un conflictos entre los conceptos inteligente-sensible y fisiológico-natural. Tu profesión se desarrolla principalmente entre hombres. Son los hombres los que han creado las leyes que tu defiendes y en las que se basa tu actividad. Dices; “…no puedo pensar en asistir y defender a alguien o en convencer a un juez cuando, aparte mi preparación técnica adecuada, no creo en mí misma.” En otras palabras: “No puedo convencer a un Juez-hombre cuando aparte de mi preparación técnica-viril no creo en mí misma-mujer.” Comprende, Sara, tus propias palabras: “Traté de no pensar-masculino y actuar-femenino, a veces en cambio reflexioné-masculinamente …pero con la presencia constante de estas dudas-perplejidades-femeninas.” “Te estoy consultando porque admiro lo que haces-masculino.” “…graves traumas que se arrastran desde la infancia: haber nacido mujer cuando se esperaba un hijo”. “…tengo dificultades en escribir de forma sencilla y linear: el falo es linear y seco, la vagina es secreta, húmeda, complicada.” “…tengo la tendencia a pensar siempre que estoy equivocada, y esta actitud seguramente no es positiva para un abogado: trato de pensar como hombre, negándome como mujer; pensar como mujer, en caso que ellas puedan pensar, no es positivo para un abogado-profesión masculina.” “…Puede que ello dependa de la educación recibida de mis padres, que siempre trataron de responsabilizarme, desde que era pequeña”… Desde pequeña te destinaron a forzarte para adoptar la profesión que hubieran querido para un varón, cosa que desde generaciones se exige en tu árbol genealógico. En él, las mujeres están despreciadas. “Para concluir, te digo algo que me avergüenza un poco: a menudo me imagino situaciones en las que recibo la aprobación de personas que ocupan posiciones de poder y que yo considero inteligentes.” Las posiciones de poder están en manos de hombres. De una manera solapada, tus padres te han educado para que desprecies la sensibilidad femenina-tonta-débil y admires el poder de la inteligencia masculina.
Te aconsejo lo siguiente:
Durante cuarenta días vístete como un hombre, incluso la ropa interior. Lleva en la espalda una pequeña mochila en la que cargas el falo de plástico más grande que encuentres en un sex-shop. Ese falo debes haberlo rellenado con bolitas de plomo, para que te pese. Al cabo de los cuarenta días, guarda toda esa ropa de hombre en una bella caja de cartón, agregando el falo, y una foto tuya, de pie y de frente, desnuda, y envíaselo empaquetado como un regalo, a tus padres.
Si haces esto, te liberarás de fantasmas que te oprimen y comenzarás a confiar en tu propio poder e inteligencia femeninos, cesando de mendigar la aprobación de tu padre, de tus abuelos, de tus bisabuelos y de los “inteligentes poderosos”.
Plano Creativo.