martes, 4 de enero de 2011

"Nos transformamos en lo que Comemos".



CHISTE.
-Doctor, tengo un problema gástrico: mi estómago no transforma los alimentos. Cuando como pan, cago pan. Cuando como zanahorias, cago zanahorias. Cuando como pollo, cago pollo. ¿Qué debo hacer?-No se preocupe. Coma mierda.

CONCIENCIA.
Este doctor se preocupa de obtener un resultado de apariencia saludable sin preocuparse de los destrozos que puede causar su método. La mayoría de las medicinas píldoreras sanan los síntomas pero provocan efectos dañinos secundarios que exigen tragar nuevas píldoras para acabar con ellos. Las nuevas píldoras producen otros males secundarios y así y así, como un cuento de nunca acabar.

Conocí a un hombre que se casó con una mujer dominante, se divorció y luego volvió a casarse con una mujer dominante, y así y así, hasta que la última lo asesinó. Nunca osó entablar una confrontación con su madre dominante para solucionar sus traumas infantiles…

Hay otra manera de interpretar este chiste: nos transformamos en lo que comemos. Los vegetarianos tienden al pacifismo, los carnívoros pueden llegar a la violencia. En Tibet los discípulos comían el cerebro y el corazón de su maestro muerto para incorporarlo a sus almas.

Pero el estómago y los pulmones no son los exclusivos asimiladores de alimento: el espíritu se nutre de sentimientos e ideas. Si te llenas de sentimientos negativos, celos, envidias, rencores, posesividad, llenarás al mundo de efluvios emocionales pestilentes, competencias crueles, ocios mortales, guerras.

Lo mismo con las ideas: si te repites sin cesar “no hay cosa que valga” creyendo que lo sublime es una utopía odiosa, con tus bajas vibraciones mentales contribuyes a la destrucción de tu sociedad y tu planeta… Estamos por entero unidos a los otros: si inyectamos en nuestra sangre sustancias nocivas, acortamos no sólo nuestra vida sino la de nuestros semejantes.

“Cuando tú te auto destruyes, destruyes una parte de mí. Cuando tú te auto destruyes eres un fragmento del planeta que se destruye. Cuando tú te auto destruyes desprovees de tu aliento a las plantas; y a tu muerte, envenenando el suelo, haces padecer al mineral”.

Nuestra vida no es un tesoro individual, pertenece a la riqueza de la raza humana. Nuestra sagrada tarea es descubrir y desarrollar lo sublime que anida en nuestro cuerpo, alma y espíritu. Si me nutro de belleza colaboro a transformar el mundo en un edén.

Alejandro Jodorowsky

Marcela Paz.
Santiago de Chile.