"En el flechazo inicial lo que más importa es la historia previa y la cultura
a la que pertenecemos. Pero no lo sabemos. Solo sabemos lo que sentimos.
Luego, cuando esta pareja se consolida, y con mayor razón si tienen hijos
y conforman una familia, aparecen los fantasmas...".
Curioso que sea tan frecuente que las razones por las cuales nos enamoramos sean las mismas que luego resentimos y se transforman en conflictos. Porque elegimos pareja o nos enamoramos no por las palabras y los acuerdos. Más bien por las emociones que reviven las formas de amar, las anteriores, las de los vínculos armados en nuestra familia de origen. Las palabras producen encuentros solo por la emoción que despiertan. Lo que decimos esta comunicado por nuestro cuerpo, sin que nos demos cuenta. Y no nos olvidemos que las palabras solo representan el 35% del mensaje.
Entonces, el señor que viene de una familia de vínculos seguros pero rígidos, puede caer en trance con la señorita que es puro encanto y desorden, con vínculos más bien inestables. En el flechazo inicial lo que más importa es la historia previa y la cultura a la que pertenecemos. Pero no lo sabemos. Solo sabemos lo que sentimos. Luego, cuando esta pareja se consolida, y con mayor razón si luego tienen hijos y conforman una verdadera familia, aparecen los fantasmas. No son conscientes, no es que uno se siente en su cama a reflexionar sobre su crianza y cómo su pareja está vulnerando necesidades básicas, abriendo heridas sin quererlo.
No, lo que enfrentamos es el conflicto. O lo provocamos. Entonces, nuestra señorita se agota con el hombre híper estructurado que se queda en las formas y no va al fondo, que hace las cosas y exige que se realicen de inmediato, que quiere una vida social escasa y mucho silencio y lectura. Y nuestro señor seguro y rígido se enerva con la joven encantadora que prefiere conversar que hacer aseo.
Lo que fue atractivo se hace insoportable.
Y las parejas se olvidan que se eligieron por buenas razones, por complementariedad de necesidades, por historias que, como todas las historias, están llenas de carencias. Claro, al señor lo quisieron por bien portado, a ella por encantadora. Y cada uno reproduce sus hábitos de querer y ser querido, sin ninguna conciencia de que si lo que los enerva cambiara, la razón de fondo del amor y el compromiso quedaría sin cumplirse.
Solo quiero insistir en que no tratemos de cambiar a los otros. Si los queremos es porque los elegimos. Y vale la pena recordar que no los elegimos solo por razones banales. No, los elegimos porque nos completaba algún rincón, y ¿ahora queremos que sea distinto/a?
El inconsciente y la historia de cada uno existen. Mirémoslos.
Paula Serrano.
Psicóloga.
Imagen de fundaciontelevisa.org
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