Cuando no aceptamos la realidad de lo que nos ha tocado, en cierto modo,
también nos negamos a nosotros mismos. Quien niega sus orígenes desdibuja su identidad. Quien amputa una parte de su trayectoria se encuentra eternamente en fuga, intranquilo.
Sartre decía:
“No importa tanto lo que me han hecho,
sino lo que yo hago con lo que me han hecho”.
Al final, es mejor y más útil que la responsabilidad esté en nuestro tejado y trabajar
con nuestra historia para convertirla en aliada, abriéndole nuestro corazón a pesar
de las heridas o justamente abriéndonos a ellas.
Únicamente logramos trascender lo que aceptamos.
Joan Garriga.
Del Libro ¿Dónde están las Monedas?
Las claves del vínculo logrado entre hijos y padres.