domingo, 21 de agosto de 2011

"Una Ventana Hacia los Mundos Interiores". Gregg Braden en "El Efecto Isaias".


Para muchos investigadores, los recientes extremos que se han producido en nuestro
sistema solar, los patrones climáticos, los cambios geofísicos y los patrones sociales no tienen un marco de referencia en los modelos de comprensión occidentales. Su formación les exige ver los sucesos anormales observados por la ciencia como fenómenos discretos y no interrelacionados, como si fuesen misterios sin contexto. Las tradiciones antiguas e indígenas como las de los amerindios, los tibetanos y las comunidades de Qumrán a orillas del mar Muerto, ofrecen, sin embargo, un contexto que nos permite encontrar un sentido al aparente caos de nuestro mundo. Estas enseñanzas nos proporcionan una visión unificada de la creación y nos recuerdan, nada más y nada menos, que nuestro cuerpo está compuesto por los mismos materiales que la Tierra.

Quizá los antiguos esenios, los misteriosos autores de los manuscritos del mar
Muerto, nos ofrezcan algunas de las visiones más claras sobre nuestra relación con el mundo y con las ciencias del tiempo y de la profecía. Esos textos de 2.500 años de antigüedad, apoyados por las modernas investigaciones, sugieren que los hechos que se observan en el mundo que nos rodea reflejan el desarrollo de creencias en nuestro
interior. Algunos documentos del siglo iv que se conservan en la biblioteca del Vaticano, por ejemplo, nos ofrecen detalles sobre esta relación y nos recuerdan que «el espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su cuerpo del cuerpo de la Madre. El Hombre es el Hijo de la Madre Terrenal, y de ella el Hijo del Hombre recibió su cuerpo. Eres uno con la madre terrenal; ella está en ti y tú en ella... » (las cursivas son mías).

Los esenios nos recuerdan, de la única manera que conocían, una relación que ahora
la ciencia moderna nos ha confirmado. El aire de nuestros pulmones es el mismo que se
desliza sobre los grandes océanos y se precipita a través de los grandes pasos de
montaña. El agua, que es la que compone el 98 por ciento de la sangre que corre por
nuestras venas, es la misma que una vez fue parte de los grandes océanos y los ríos de las montañas. A través de los escritos de otros tiempos, los esenios nos invitan a que nos veamos uno con la Tierra, en vez de considerarnos como algo separado de ella. Desde esta visión del mundo tan antigua, se nos presentan dos preceptos clave que nos guían a través de los mayores retos de la era moderna.

En primer lugar, nos recuerda que los desequilibrios que se producen en nuestro
planeta son reflejos de nuestro estado interior. Estas tradiciones contemplan la precariedad de nuestro sistema inmunitario y la proliferación cancerosa en nuestro cuerpo, por ejemplo, como la expresión interna de una ruptura colectiva que impide que el mundo exterior nos dé vida.

En segundo lugar, esta línea de pensamiento nos invita a considerar los terremotos,
las erupciones volcánicas y los patrones climáticos como proyecciones del gran cambio
que está teniendo lugar en la conciencia humana. Está claro que con semejante visión del mundo, la vida es mucho más que una serie de experiencias diarias que suceden al azar.

Los acontecimientos que tienen lugar en el mundo son barómetros vivientes de nuestro
progreso en un viaje que empezó hace mucho. Cuando miramos nuestras relaciones
dentro de los parámetros de las sociedades y de la naturaleza, en realidad estamos
siendo testigos de cambios en nuestro interior. Estas perspectivas holistas sugieren que los cambios que se producen en el mundo suponen una oportunidad excepcional para
evaluar las consecuencias de nuestras elecciones, creencias y valores de un modo
espectacular, como un mecanismo de interacción (feedback), si es que se le puede llamar así. Una vez que reconocemos el mecanismo, despertamos a nuevas posibilidades de opciones incluso mayores en nuestra vida.

Estas posibilidades de sanación se han mantenido en secreto en las tradiciones
tribales y en las profecías precristianas durante cientos de generaciones. Ante los ojos de quienes han vivido antes que nosotros, nuestro calendario parece estar intacto; ahora ha llegado el momento del gran cambio. Si el mundo exterior refleja realmente nuestras creencias y valores, ¿es posible terminar con el dolor y el sufrimiento en la Tierra si elegimos la compasión y el amor en nuestra vida? Las circunstancias actuales, de placas de hielo que se funden, aumentando peligrosamente el nivel del mar, de aumento en todo el mundo de la actividad sísmica y de una tercera guerra mundial, sólo están en sus comienzos. Llevados a su máxima expresión, cada una de estas posibilidades puede ser considerada como una seria amenaza para la supervivencia de la humanidad. Nuestro mensaje de esperanza es que todavía no se han materializado por completo. La clave para abordar estos acontecimientos se encuentra en el tiempo: cuanto antes reconozcamos nuestra relación con el mundo que nos rodea, nuestras elecciones internas de paz pueden proyectarse como patrones climáticos suaves, la sanación de nuestras sociedades y la paz entre las naciones.

Todavía tenemos la prueba de una poderosa tecnología, olvidada hace mucho
tiempo, oculta en las profundidades de nuestra memoria colectiva. Cada día vemos la
evidencia de nuestra tecnología, basada en los sentimientos, en la alegría de una nueva vida y un amor duradero, así como en las situaciones que nos alejan de la misma. Es esta ciencia interior la que nos capacita para trascender por medio de la gracia las profecías destructivas de tiempos futuros y los retos de la vida. En nuestra sabiduría colectiva se encuentra la oportunidad de iniciar una nueva era de paz, unidad y cooperación global sin precedentes en la historia de la humanidad.

LA PROFECÍA CUÁNTICA EN LOS DÍAS DE LA ESPERANZA

La ciencia de la física cuántica, desarrollada a principios del siglo xx, aporta principios que hacen que el tiempo, la oración y nuestro futuro estén íntimamente relacionados de modos que sólo estamos empezando a comprender. Entre las fascinantes propiedades de la teoría cuántica está la existencia de muchas posibles consecuencias para un momento dado en el tiempo. Si evocamos el pasaje bíblico de «en casa de mi Padre hay muchas mansiones», la «casa» de nuestro mundo es la sede de muchas de las posibles consecuencias de las situaciones que creamos en nuestras vidas. Más que crear nuestra realidad, sería más exacto decir que creamos las situaciones a las que atraemos los futuros resultados, ya establecidos, a ocupar su puesto en el presente.

Las elecciones que realizamos como individuos determinan qué mansión, o
posibilidad cuántica, experimentamos en nuestras vidas personales. A medida que
nuestras elecciones individuales van cayendo en amplias categorías que afirman o niegan la vida en nuestro mundo, las múltiples opciones se fusionan en una sola respuesta colectiva a los retos del momento. Por ejemplo, si elegimos el perdón, la compasión y la paz, atraeremos futuros que reflejarán esas cualidades. La belleza de la analogía ya citada de Hermes Trismegisto «como arriba, así abajo», es que nos muestra el significado de cada elección que ha realizado cada hombre y cada mujer, de cualquier procedencia,
en cada momento.
En la ausencia de dinero o de privilegios, todas las opciones tienen la misma fuerza y valor. Seguir nuestro curso por las posibilidades de la vida es un proceso de grupo. En el mundo cuántico no hay acciones ocultas, y cuenta cada acción de cada individuo. Nos encontramos en un mundo que creamos juntos.

Ni las profecías antiguas ni las actuales pueden predecir nuestro futuro; ¡en cada
momento perfeccionamos nuestras elecciones!
Aunque nos parezca estar en un camino destinado a un resultado específico, nuestro camino puede cambiar radicalmente para producir otro resultado totalmente inesperado (en un período de tan sólo treinta minutos como en el ejemplo del bombardeo de Iraq). Las predicciones sólo ofrecen posibilidades.

El físico Richard Feynman, considerado por muchas personas como uno de los más
grandes innovadores del nuevo pensamiento desde Albert Einstein, hablaba precisamente
de este punto clave de la profecía cuando dijo: «No sabemos cómo predecir lo que
sucederá en un momento dado. Lo único que se puede predecir es la probabilidad de que
sucedan distintos acontecimientos».

Quizá los pasajes con más autoridad de nuestros perdidos textos precristianos hagan
referencia a una antigua ciencia conocida hoy en día como oración. Considerada por
muchos como la raíz de toda tecnología, la oración, que es la unión del pensamiento, el sentimiento y la emoción, representa nuestra oportunidad de hablar el lenguaje del
cambio en nuestro mundo y en nuestro cuerpo. Las palabras de otros tiempos nos
recuerdan el potencial que la oración puede aportar a nuestras vidas. Las modernas
investigaciones, con el lenguaje de nuestra propia ciencia, nos ofrecen las mismas
visiones.

A finales de los ochenta, el efecto de la oración y la meditación masiva se pudo
documentar mediante estudios que se realizaron en algunas de las principales ciudades
del mundo, donde se pudo medir el descenso del índice de criminalidad ante la presencia de continuas vigilias de paz realizadas por personas preparadas para este fin.` Los estudios descartaron la posibilidad de la «coincidencia» ocasionada por los ciclos naturales, los cambios en la política social o el cumplimiento de la ley.

Mientras un estado de calma y de paz se creaba en el seno de los grupos de estudio, los efectos de sus esfuerzos se dejaron sentir mucho más allá de las fronteras de las paredes y de los edificios donde tenían lugar. Mediante una red invisible que parecía impregnar el sistema de creencias, las organizaciones y los estratos sociales de los barrios del centro de las ciudades, la elección de la paz por la que optaron unas cuantas personas alcanzó a la vida de muchas. Había un efecto directo claramente observable y mensurable en la conducta humana que estaba en correlación con los grupos que se habían centrado en la oración y la meditación.

¿Se creó realmente el cambio gracias a aquellos que estaban centrados en la paz, o
las vigilias de oración demuestran otra posibilidad, con implicaciones aun mayores, hasta la fecha probadas sólo en los laboratorios? Si las teorías cuánticas mencionadas anteriormente están en lo cierto, entonces por cada acto de delincuencia observado en una ciudad ya existía otra situación en ese mismo momento: otra en la que no existía el delito. Los investigadores llaman a estas posibilidades «superposiciones», pues parecen encubrir una realidad con el resultado de una nueva posibilidad. ¿Existen ciertos tipos de plegaria que atraigan estas superposiciones a ocupar el centro de nuestro presente? Para que esto fuera cierto en los experimentos mencionados, por ejemplo, las situaciones de paz y de delincuencia tenían que existir en el mismo momento, mientras una de ellas cedía el escenario a la otra.

Pues, según nuestra forma de pensar, es imposible que dos cosas compartan el mismo lugar a un mismo tiempo; ¿o es posible?

El médico Jeffrey Satinover, en su reciente libro, Cracking the Bible Code, relata una investigación recentísima que plantea justamente esas posibilidades. En uno de estos estudios, dice Satinover, se registraron dos átomos, con propiedades muy distintas, en un acto que desafiaba las leyes de la naturaleza, tal como las entendemos hoy en día. Bajo las condiciones apropiadas, ¡los dos átomos estaban ocupando exactamente el mismo lugar en exactamente el mismo momento!. Antes de que estos estudios se hubieron verificado, semejante fenómeno se consideraba imposible. Ahora sabemos que no es así.

Las situaciones que se produzcan en nuestro mundo, en cualquier momento dado en el
tiempo, están formadas por personas, máquinas, la Tierra y la naturaleza. En su plano
más elemental, están formadas por átomos. Si dos de los componentes básicos de
nuestro mundo pueden coexistir en el mismo instante, entonces se ha abierto la puerta
para que muchos átomos hagan lo mismo, lo que implica que lo mismo sucede con los
resultados. La diferencia puede ser simplemente de escala.

Con nuestro refinado lenguaje de ciencia cuántica, disponemos del vocabulario para
describir justamente cómo participamos en la determinación de una situación de nuestro futuro. Nuestros antepasados, al reconocer que las experiencias de nuestras vidas existían como acontecimientos situados en el curso del tiempo, nos recuerdan que, para cambiar la naturaleza de las mismas, basta con escoger un nuevo rumbo. La diferencia entre esta línea de pensamiento y la idea de que creamos nuestra realidad manipulando la estructura de la creación es enorme, y, al mismo tiempo, extraordinariamente sutil.

En vez de crear o imponer el cambio en nuestro mundo, quizá la antigua clave a la
que se referían los maestros del cambio pasivo en la historia fuera nuestra habilidad para cambiar de enfoque. Buda, Gandhi, Jesús de Nazaret y aquellos que participaron en la oración masiva del mes de noviembre de 1998, todos experimentaron el efecto de ese cambio. La física cuántica sugiere que al dar una nueva dirección a nuestro enfoque -allí donde ponemos nuestra atención-, atraemos un nuevo curso de acontecimientos, a la vez que liberamos otro que ya no nos sirve.

Puede que sea esto precisamente lo que ocurrió esa tarde de noviembre en la
campaña contra Iraq. Aunque en el pasado la fuerza militar nos sirviera para conseguir nuestras metas políticas, puede que hayamos llegado a un momento en que hemos superado tales tácticas. Por extraño que parezca, la antigua amenaza de destrucción mutua entre potencias con un poder similar ha creado una de las eras de relativa paz más largas que ha conocido nuestro mundo en los últimos años. De todos modos, algo cambió esa noche de noviembre. Con una voz unificada, nuestra familia global eligió concentrar su atención en la superposición de la paz, en lugar de lograr la paz mediante una actuación militar. Aunque los aproximadamente treinta países que participaban en la oración esa noche representaban sólo una pequeña fracción de nuestro mundo, los efectos fueron muy poderosos. Esa noche, no se perdieron vidas en Iraq por los bombardeos. ¿Podría ser que traer paz a nuestras vidas fuera algo tan simple como concertar un esfuerzo unificado para concentramos en la paz como si esta ya existiera?

Las antiguas tradiciones nos preguntan por qué complicamos las cosas.

VOLVER A ESCRIBIR NUESTRO FUTURO

La membrana entre las posibilidades futuras puede ser tan fina que no podamos
reconocer cuándo hemos cruzado la barrera y nos hemos adentrado en un nuevo
resultado. Por ejemplo, el «repentino deseo» de hacer ejercicio más a menudo, comer de modo diferente o volver a comprometerse con una relación que se tambalea supone una nueva elección que rompe la estructura de un patrón actual y que promete un nuevo
resultado. Aunque podamos sentir que la elección ha sido espontánea o natural, el
cambio nos permite ahora experimentar una posibilidad de salud o de una relación que en el pasado sólo era un sueño. La oración es el lenguaje que nos permite expresar nuestros sueños, hacerlos realidad en nuestras vidas. ¿Y si nuestras elecciones fueran intencionadas?.

Ahora, quizá más que en ningún otro momento en la historia de la humanidad, la
elección está en nuestras manos. Una vez que hemos leído las palabras, reconocido las
posibilidades y expuesto nuevas ideas, no podemos regresar a la inocencia del momento
anterior. Ante lo que hemos visto, hemos de dar sentido a nuestra experiencia.

Podemos olvidar lo que se nos ha mostrado, alegando falta de pruebas o pocos datos, o podemos permitirnos abrazar oportunidad de una nueva vida. El momento en que reconciliamos cada nueva posibilidad es el momento en que empieza la magia; el momento de nuestra elección.

Mientras el mundo da a luz a una nueva Tierra, las mas terrestres, los patrones
climáticos, las placas de hielo y los cambios magnéticos son testimonio de los cambios. A la luz de las últimas investigaciones, ¿cuál es el potencial de aplicar la sabiduría de textos de 2.000 años de antigüedad a escala mundial, para responde a los retos del nuevo milenio con un resultado de sanación, paz y suave transición? La labor ya ha comenzado puesto que la historia señala al presente, a los últimos días de la profecía.

"Me has dado a conocer
tus más profundos misterios".

LIBRO DE LOS HIMNOS, MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO.

Extracto de el libro "El Efecto Isaias" de Gregg Braden.