Las experiencias dolorosas que desarrollamos a lo largo de nuestra vida
conforman nuestras heridas emocionales.
Generalmente, nos cuesta afrontar problemas emocionales
como separaciones, traiciones, humillaciones, abandonos o injusticias.
Lo cierto es que es probable que muchos de nosotros
aún no hayamos cerrado esas heridas, que sigan doliéndonos
y que intentemos enmascararlas con el maquillaje de la vida.
conforman nuestras heridas emocionales.
Generalmente, nos cuesta afrontar problemas emocionales
como separaciones, traiciones, humillaciones, abandonos o injusticias.
Lo cierto es que es probable que muchos de nosotros
aún no hayamos cerrado esas heridas, que sigan doliéndonos
y que intentemos enmascararlas con el maquillaje de la vida.
Sin embargo, no nos percatamos de que solo estamos parchándolas y que cuanto más esperemos, más se agravarán. Esto es mucho más complicado cuando, a pesar de que sabemos que algo no está bien en nuestro interior, todavía no nos hemos dado cuenta de que estamos heridos. Así, hay un tanto por ciento de ignorancia que, unido al miedo a revivir nuestro dolor, no nos permite ser nosotros mismos, obligándonos a interpretar un papel que tenemos poco o nada estudiado y que no nos corresponde.
A continuación te mostraremos los pasos que necesitamos experimentar para sanar nuestras heridas emocionales.
Acepta la herida emocional como parte de ti
Hay personas que prefieren volver el rostro al problema, no reconocerlo y seguir adelante. Puede que pienses que puede funcionar, que ahogar el sufrimiento y las lágrimas es un proceso saludable de afrontar una herida emocional. Sin embargo, no es así, y estas son las razones por las que debemos, en primer lugar, reconocer que “no estamos bien”:
Para afrontar una pérdida, la ruptura de una relación, un desengaño o una traición, hemos de enfocarlo del mismo modo que lo haríamos con un duelo. Es decir, en primer lugar nos asalta el desconcierto, luego, la rabia, más tarde llegarán las lágrimas, la tristeza. Poco a poco iremos asumiendo lo ocurrido hasta que llega el día en que, finalmente lo aceptamos, para, seguidamente, “dejar ir” y avanzar como personas. Es más, debemos ser consciente de que toda pérdida, todo error y toda herida cicatrizada, es además un aprendizaje asumido. Y es más, esa gran capacidad de hacer frente a la adversidad, para salir fortalecido, tiene un nombre que no puedes olvidar: Resiliencia.
Debes entender también que el no reconocer o aceptar que “estamos heridos” por dentro, puede traernos a largo plazo otro tipo de problemas, como pueden ser depresiones e incluso las llamadas enfermedades psicosomáticas, que pueden ir desde migrañas, hasta alergias o problemas musculoesqueléticos.
Aceptar que te haces daño cediendo al temor o al reproche
Si focalizamos nuestra atención en el dolor y en la búsqueda de un culpable o un responsable estaremos perdiendo energía, la cual es muy necesaria para sanar nuestra herida. Intenta perdonarte y perdonar a los demás, pues es la única manera de que consigas pasar página y abrir tu corazón.
Debes entender que la voluntad y la decisión de sobreponernos a nuestras heridas es el primer paso hacia la autocomprensión y el autocuidado. No solo desarrollarás estas cualidades por y para ti, sino también hacia los demás, lo que redundará en un mayor bienestar emocional.
No puedes pretender que los demás cumplan tus expectativas y te saquen del pozo cada vez que te hundes. No es justo cargar a alguien con esa responsabilidad, que solo nos corresponde a nosotros mismo. De hecho, son este tipo de comportamientos los que llevan a anular gran parte de nuestras relaciones y de nuestra vida, lo que genera a su vez gran malestar emocional.
Tras la aceptación y el perdón viene la transformación
Absolutamente todas nuestras experiencias nos enseñan algo. Es probable que te cueste aceptarlo, pues nuestro ego es especialista en crear esa barrera de protección que oculta nuestros problemas. Lo cierto es que nuestro ego suele complicarnos la vida; sin embargo, son nuestros pensamientos y nuestros comportamientos los que nos la simplifican. Todo cambio requiere de un gran esfuerzo, pero es necesario mirar de frente y afrontar que no estamos siendo nosotros mismos y que algo debe cambiar.
Observa el mundo con y sin herida
Date tiempo para observar cómo te has apegado a tu herida en todos estos años. Estaba ahí y, aun sin saber cómo, dirigía cada uno de tus movimientos. Deshazte de tus máscaras, no te juzgues, no te critiques y pon todo de ti a la hora de intentar sanar tu herida en profundidad.
Es posible cambiar de máscara en un mismo día o llevar la misma durante meses o años. Lo ideal es que seas capaz de decirte a ti mismo “Me he colocado esta máscara y la razón ha sido esta. Es hora de quitármela”. Entonces sabrás que estás en el camino correcto y que, en el resto del viaje, tu guía será la inercia que te permita sentirte bien sin ocultarte.
Acepta ayuda, apóyate en tu círculo social
Nunca te aísles, jamás pienses que “tú solo vas a poder con todo”. Está bien que te veas a ti mismo como una persona fuerte y autosuficiente capaz de cerrar sus propias heridas emocionales, no obstante, nunca está de más aceptar ese abrazo en el cual encontrar consuelo, o esa mirada de un familiar o una amiga que te escucha y atiende con sinceridad.
Nuestro círculo social y personal forma parte de lo que somos, y es un pilar en nuestra vida. No te refugies en la soledad y ábrete a ellos para seguir integrado en tu día a día, y en este mundo en el cual avanzando día a día con una sonrisa.
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