sábado, 4 de julio de 2015

"Quien Te Enfada, Te Domina".


“Quien te enfada, te domina”… Piénsalo bien, o ¿no es verdad?
"La responsabilidad asusta,
pero es la que nos permite ser dueños de nuestra vida".
Cuando algo no ha sucedido como queríamos o alguien no ha respondido como esperábamos, cuando nos ha molestado el comportamiento de una persona o lo que nos ha dicho, solemos expresar aquello que sentimos con expresiones tales como “me has hecho enfadar”, “me has hecho daño”, “me has cabreado…”.
Si nos paramos a reflexionar sobre ello y decidimos profundizar, la traducción de nuestros mensajes viene a ser algo tal como “tú eres el culpable de cómo me siento”, “tú eres el responsable de que yo esté así” o “tú me has perjudicado”, es decir, yo estoy mal por tu culpa.
Si alguien nos enfada es porque le hemos concedido el permiso para hacerlo, pero en realidad cuando alguien nos enfada, lo que internamente resuena en nuestro interior es lo que tú piensas sobre mí, es más importante que lo que yo pienso sobre mí”. Piénsalo.
En estos casos, la responsabilidad de cómo nos sentimos, la dirigimos hacia los demás, es decir hacia afuera. En lugar de hacernos cargo de nuestras emociones y sentimientos, de dirigirnos hacia dentro y asumir la responsabilidad de lo que sentimos, otorgamos el poder o el consentimiento a los otros,  porque nadie puede enfadarnos sin nuestro consentimiento ¿o no?.
Lo cierto es que asumir todo el peso que conlleva un enfado o una molestia es algo complicado, más si estamos acostumbrados a poner nuestro foco fuera. Es mucho más fácil culpar al compañero y que sea el quien intente lidiar con nuestro enojo, pero así nunca llegaremos a conectar con nuestro interior, ni evolucionaremos.
En ocasiones, esto sucede porque nos encontramos movidos por nuestro ego, el cual está identificado con lo que tenemos, lo que hacemos y cómo nos valoran.
Una vez que nos hemos alejado del ego y lo hemos dejado aparcado, comenzamos a tomar más responsabilidad de nuestros pensamientos, comportamientos, y emociones; en este caso, nadie nos puede hacer daño; porque consideramos que aquello que somos está mucho más allá de los bienes materiales, nuestros actos o de la opinión ajena.
Para ello podemos ayudarnos pensando que cuando alguien nos insulta o hace algo que no nos gusta, nos está ofreciendo un regalo. Si no lo aceptamos, el regalo seguirá siendo de la persona, mientras que si lo aceptamos, nos hará sufrir. La decisión es nuestra.
Así, los insultos, las provocaciones o incluso las acciones de otros son regalos que nosotros elegimos aceptar o no; por lo que no podemos culpar a nadie de nuestra decisión, tan solo podemos responsabilizarnos de nuestra actitud, de nuestra elección.
Además, tenemos que tener en cuenta que el choque de las expectativas que nos hemos formado con la realidad, también puede ser un detonante de nuestra molestia, pues las cosas no han pasado como imaginábamos.
No podremos controlar las circunstancias ni tampoco a las personas, ni cambiar lo que alguien dice o hace, pero sí podemos controlar nuestra respuesta y la actitud con la que enfrentamos la vida.
Reconocer nuestras emociones y sentimientos y hacernos cargo de ellos, nos otorga la libertad de conocernos y elegir nuestra actitud ante la vida.
“Reconocer que ” yo soy el que elige” y que ” yo soy el que determina
 el valor que una experiencia tiene para mí ” 
es algo que enriquece pero también atemoriza”.
Carl Rogers.
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