lunes, 8 de junio de 2015

"La Princesa que Creía en los Cuentos de Hadas".



Para ella su gloria tenía un sabor agridulce pues su preocupación era él 
y su principal objetivo encontrar la forma de ayudarle. Sin embargo, no hacer nada
 era algo que todavía no había intentado. No hacer nada y no decir nada, 
no dar explicaciones, no defenderse, no poner las cosas en orden, no amenazar, 
no preocuparse, no pasarse noches en vela pensando, planeando y calculando. 
Al no hacer nada, en realidad estaba haciendo algo, alejarse de su lado.

"La única persona que podía hacer magia en él,  era el mismo"
 y "la felicidad de ella no debía depender de si podía o no cambiarlo,
 sino de su propia elección de ser feliz".


Aprendió que las palabras pueden hacer tanto daño como los puños y que debía mantenerse alejada de las discusiones acaloradas y de los silencios cortantes. Se imaginaba que tenía la boca tapada, cada vez que debía recordar no intervenir. Y se repetía continuamente "Para que cambien las cosas, debo cambiar yo primero".

Practicaba al máximo su habilidad para sonreír ante los demás aunque no tuviera ganas, repitiéndose a sí misma  "La felicidad es una elección". "Una vez que se ha hecho la elección, debo practicar la felicidad lo mejor que sepa, aunque tenga que fingir hasta que lo consiga".

"Las acciones originan pensamientos, y éstos a su vez, condicionan nuestros sentimientos". 
"Dado que si uno sigue haciendo lo que siempre ha hecho no consigue más de lo que ha conseguido hasta entonces".

Decidió emprender un emocionante viaje por el Camino de la Verdad.

Allí aprendió que es mejor ceder que rendirse. "Uno se rinde ante la desesperación y cede a la aceptación de las cosas que no se pueden cambiar". "Uno siempre elige, pero cambiar a los demás no es una elección". Se puede elegir no reaccionar ante lo que otro dice o hace, aceptando que, con toda seguridad, va a seguir diciendo y haciendo lo mismo.

Entendió que seguiría sintiéndose agotada, nerviosa y enfadada hasta que decidiera si quería quedarse o marcharse y consiguiera estar en paz con la elección que hubiera tomado. "El amor debe hacer a uno sentirse bien, si no, no es amor. Si se siente dolor muchas más veces que felicidad, no es amor".

Es algo más que te obliga a estar encerrada en tu propia cárcel, incapaz de ver que la puerta hacia la libertad está delante de ti, abierta de par en par. "Uno no ve lo que no está dispuesto a ver". Y... "nunca se puede aprender la verdad en boca de los demás. Cada uno debe descubrirla por sí mismo".

Sentía que cada paso por el Camino de la Verdad la alejaba más de él y de todo lo que había conocido. Aunque le resultara difícil creerlo entonces, podía volver a tener ilusión por muchas cosas, pues cuanto más se sufre, más oportunidades se poseen para tener una vida maravillosa.

El sufrimiento es el que ayuda a comprender la necesidad del cambio. 
Algunas personas tienen que llegar a tocar fondo para que quieran aprender a salvarse. La habilidad para hacer lo que es mejor aunque no coincida con lo que uno quiere, es un signo de madurez.

La vida no viene con certificado de garantía. Se puede aprovechar una oportunidad o dejarla pasar. La única seguridad que existe es la de saber que uno puede cuidarse de sí mismo. 
El humor hace que el aprendizaje sea más fácil.

"El desconfiar de nuestra capacidad nos impide avanzar". 

Mantener la mente tranquila en medio de la turbulencia es una lección difícil de aprender y muy importante. "Hay que concentrarse en lo que uno puede hacer en vez de prestar atención a lo que uno no puede conseguir. El miedo y la duda nos impiden ver la realidad".

Debía aprender y saber escuchar a su corazón, respirar a fondo varias veces mandando mensajes positivos a su mente y a su cuerpo para que se relajaran.

Si se confía en la idea de otra persona para elegir nuestro camino; así es, en realidad, como nos llegamos a perder. Se dio cuenta de que la mayor parte de su vida había estado pidiendo a los demás su opinión y de que se había sentido nerviosa a la hora de tomar una decisión por miedo a cometer un error. 

"Uno se convierte en víctima de víctimas cuando la necesidad de ser amado eclipsa la necesidad de ser respetado". "Cuando uno deja que los juicios de los demás sean más importante que los suyos, está despreciando su propio poder". 

Descubrió que cada día es una nueva oportunidad para ser como uno quiere ser y para que la vida de uno sea como uno quiere que sea. Que en cada relación y en cada experiencia se nos ofrece el regalo de conocernos mejor y aprender.

Que el dolor es mejor maestro que el placer ya que de las experiencias dolorosas emana la sabiduría que hace la vida más completa, más rica, y más fácil.

El sufrimiento puede ensanchar el corazón y dejar más sitio para el amor y la alegría. 
Aprendió a apreciar su sensibilidad  ya que es lo que abre la puerta a los placeres del universo. A aceptar sus miedos pues son los que la retaron para desarrollar la fuerza y el coraje. Y se convenció de que "la verdadera felicidad surge del interior de cada uno de nosotros cuando conocemos la verdad de las cosas".

Entendió que el amor verdadero significa libertad y crecimiento antes que posesión y limitaciones; que es sinónimo de paz  no de confusión, también de seguridad en vez de miedo, que significa entendimiento, lealtad, estímulo, compromiso, conexión y respeto.

El amor verdadero significa aceptar los desacuerdos como amigos y compañeros de equipo y no como adversarios o rivales, pues el auténtico amor no consiste en luchar o en ganar, y tampoco significa degradación, crueldad, ataque o violencia. Haciendo de tu hogar tu palacio, no tu prisión.

Se preguntó por qué durante tanto tiempo había estado deseando un príncipe y por qué, de hecho, muchas veces había sentido que no era nada si no tenía uno a su lado. Tras recorrer el camino de la Verdad se dio cuenta de que "antes necesitó amar para sentirse bien, y que ahora, podía elegir amar porque se sentía bien".

Y llegó a la conclusión de que en los cuentos de hadas de la vida real se puede ser feliz, con o sin príncipe.

Resumen del libro de Marcia Grad de “La Princesa que creía en los cuentos de Hadas”.