Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y
reconozcamos por lo que es
puede realmente disolverse por completo.
Deja tras
de sí un rastro de dolor.
Para los niños en particular, las emociones
negativas fuertes son demasiado abrumadoras, razón por la cual tienden a tratar
de no sentirlas. A falta de un adulto completamente consciente que los guíe con
amor y compasión para que puedan enfrentar la emoción directamente, la única
alternativa que le queda al niño es no sentirla. Desafortunadamente, ese mecanismo de
defensa de la infancia suele permanecer hasta la edad adulta. La emoción sigue
viva y, al no ser reconocida, se manifiesta indirectamente en forma de
ansiedad, ira, reacciones violentas, tristeza y hasta en forma de enfermedad
física. En algunos casos, interfiere con todas las relaciones íntimas y las
sabotea. La mayoría de los psicoterapeutas han tenido pacientes que comienzan
afirmando que su infancia fue completamente feliz y más adelante terminan
diciendo todo lo contrario. Si bien esos son los casos más extremos, nadie pasa
por la infancia sin sufrir dolor emocional. Aunque los dos progenitores hayan
sido personas iluminadas, el niño crece en medio de un mundo principalmente
inconsciente.
Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones
negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para luego dejarse atrás,
terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células
mismas del cuerpo. Está constituido no solamente por el sufrimiento de la
infancia, sino también por las emociones dolorosas que se añaden durante la
adolescencia y durante la vida adulta, la mayoría de ellas creadas por la voz
del ego. El dolor emocional es nuestro compañero inevitable cuando la base de
nuestra vida es un sentido falso del ser.
Este campo de energía hecho de emociones viejas pero
que continúan
muy vivas en la mayoría de las personas, es el cuerpo del dolor.
Sin embargo, el cuerpo del dolor no es solamente
individual. También participa del sufrimiento experimentado por un sinnúmero de
seres humanos a lo largo de una historia de guerras tribales, esclavitud,
rapacería, violaciones, torturas y otras formas de violencia. Ese sufrimiento
permanece vivo en la psique colectiva de la humanidad y se acrecienta día tras
día como podemos comprobarlo viendo los noticiarios u observando el drama de
las relaciones humanas. En el cuerpo colectivo del dolor seguramente está
codificado el ADN de todos los seres humanos, aunque todavía no se haya podido
demostrar.
Todos los seres que llegan al mundo traen consigo un
cuerpo de dolor emocional. En algunos es más pesado y denso que en otros.
Algunos bebés son bastante felices la mayoría de las veces. Otros parecen
albergar una gran cantidad de tristeza. Es cierto que algunos bebés lloran
mucho porque no reciben suficiente atención y cariño, pero hay otros que lloran
sin razón aparente, como si quisieran que todas las personas a su alrededor
fueran tan infelices como ellos, lográndolo a veces. Han llegado al mundo con
una carga pesada de sufrimiento humano. Otros bebés lloran con frecuencia
porque detectan las emanaciones de las emociones negativas de sus padres, lo
cual agranda su cuerpo del dolor al absorber la energía de los cuerpos del
dolor de sus padres. Independientemente de la razón, a medida que crece el
cuerpo físico, crece también el cuerpo del dolor.
El bebé que nace con un cuerpo del dolor liviano no
será necesariamente un adulto más "avanzado espiritualmente" que el
que nace con un cuerpo más denso. De hecho, muchas veces sucede lo contrario.
Las personas cuyo cuerpo del dolor es más pesado generalmente tienen mayores
oportunidades de despertar espiritualmente que quienes llegan con un cuerpo
relativamente liviano. Mientras algunas permanecen atrapadas en sus cuerpos
densos, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su infelicidad, de
manera que se acentúa su motivación para despertar.
¿Por qué es tan significativa en la conciencia
colectiva de la humanidad la imagen del Cristo agonizando con su rostro
distorsionado por el sufrimiento y su cuerpo manchado con la sangre de sus
heridas? Los millones de personas, especialmente durante la Edad Media , no se
habrían identificado tan profundamente con esa imagen si ésta no hubiera
encontrado eco con algo dentro de ellas o si no la hubieran reconocido
inconscientemente como una representación de su propia realidad interna, de su
cuerpo del dolor. Todavía no estaban lo suficientemente conscientes para
reconocerla directamente en su interior, pero fue el primer paso para hacerlo.
Cristo puede considerarse como el arquetipo humano en quien se albergan tanto
el dolor como la posibilidad de trascendencia.
DE CÓMO SE RENUEVA EL
CUERPO DEL DOLOR
El cuerpo del dolor es una forma semiautónoma de
energía, hecha de emociones, que vive en el interior de la mayoría de los seres
humanos. Tiene su propia inteligencia primitiva, muy parecida a la de un animal
astuto, y el principal objetivo de esa inteligencia es la supervivencia. Al
igual que todas las formas de vida, necesita alimentarse periódicamente (absorber
nueva energía) y su alimento es la energía compatible con la suya propia, es
decir, la energía que vibra en una frecuencia semejante. Toda energía
emocionalmente dolorosa puede convertirse en alimento para el cuerpo del dolor.
Es por eso que tanto le agradan al cuerpo del dolor los pensamientos negativos
y el drama de las relaciones humanas. El cuerpo del dolor es una adicción a la
infelicidad.
Es probable que usted se sienta sorprendido al saber
por primera vez que hay algo en su interior que busca periódicamente la
negatividad emocional y la infelicidad. Es preciso estar más conscientes para
verlo en nosotros mismos que para verlo en los demás. Una vez que la
infelicidad se apodera de nosotros, no solamente no deseamos ponerle fin sino
que tratamos de que los otros se sientan tan infelices como nosotros a fin de
alimentarnos de sus reacciones emocionales negativas.
En la mayoría de los casos, el cuerpo del dolor
tiene una fase activa y otra latente. Cuando está latente olvidamos fácilmente
que llevamos una nube negra o un volcán dormido en nuestro interior,
dependiendo del campo de energía de nuestro cuerpo del dolor en particular. El
período que permanece latente varía de una persona a otra: unas cuantas semanas
es lo más común, pero puede también ser unos cuantos días o unos meses. En
algunos casos infrecuentes, el cuerpo del dolor puede permanecer en estado de
hibernación durante años hasta que algún suceso lo despierta.
DE
CÓMO SE ALIMENTA DE LOS PENSAMIENTOS EL CUERPO DEL DOLOR
El cuerpo del dolor despierta
cuando siente hambre y es hora de reponer la energía perdida. Pero también un
suceso puede activarlo en cualquier momento. El cuerpo del dolor que se dispone
a alimentarse puede valerse del suceso más trivial para desencadenar su
apetito, desde algo que alguien dice o hace, o incluso un pensamiento. Si la
persona vive sola o no hay nadie cerca en el momento, el cuerpo del dolor se
alimenta de los pensamientos. De un momento a otro, los pensamientos se tornan
profundamente negativos. La persona estaba seguramente ajena al hecho de que
justo antes del torrente de pensamientos negativos una oleada de emoción
invadió su mente en la forma de un estado de ánimo negro y pesado, de ansiedad
o de ira. Todos los pensamientos son energía y el cuerpo del dolor procede a
alimentarse de esa energía. Pero no cualquier pensamiento le sirve de alimento.
No es necesario ser particularmente sensibles para notar que un pensamiento
positivo genera una sensación distinta a la que genera uno negativo. Aunque es
la misma energía, vibra en una frecuencia diferente. Un pensamiento alegre y
positivo es indigestible para el cuerpo del dolor, el cual solamente puede
alimentarse de los pensamientos compatibles con su propio campo de energía.
Todas las cosas son
campos de energía vibratorios en constante movimiento. La silla en la cual nos
sentamos, el libro que sostenemos en las manos parecen sólidos e inertes
solamente porque ésa es la manera como nuestros sentidos perciben la frecuencia
de sus vibraciones, es decir, el movimiento incesante de las moléculas, los
átomos, los electrones y las partículas subatómicas que, en su conjunto,
conforman eso que vemos en forma de silla, libro, árbol o cuerpo. Lo que
percibimos como materia física es energía que vibra (se mueve) en una determinada
gama de frecuencias. Los pensamientos están hechos de la misma energía pero
vibran a una frecuencia más alta que la de la materia, razón por la cual no
podemos verlos o tocarlos. Los pensamientos tienen su propia gama de
frecuencias: los negativos están en la parte inferior del espectro, mientras
que los positivos están en la parte superior de la escala. La frecuencia
vibratoria del cuerpo del dolor resuena con la de los pensamientos negativos,
razón por la cual solamente puede alimentarse de ellos.
El patrón usual por el
cual el pensamiento crea las emociones se invierte en el caso del cuerpo del
dolor, por lo menos inicialmente. La emoción del cuerpo del dolor no tarda en
apoderarse del pensamiento y, una vez que eso sucede, la mente comienza a
producir pensamientos negativos. La voz de la mente comienza a contar historias
de tristeza, angustia o ira acerca de la vida, de nosotros mismos, de las otras
personas, de los sucesos pasados, presentes, futuros o imaginarios. La voz
culpa, acusa, reniega, se imagina. Y nosotros nos identificamos totalmente con
lo que dice la voz y creemos todos sus pensamientos distorsionados. Es el
momento en que se apodera de nosotros la adicción a la infelicidad.
No es tanto que no
podamos frenar el tren de pensamientos negativos, sino que no deseamos hacerlo.
Esto se debe a que, en ese momento, el cuerpo del dolor está viviendo a través
de nosotros y suplantando a nuestro verdadero ser. Y al cuerpo del dolor le es
placentero el sufrimiento. Devora ansiosamente todos los pensamientos
negativos. En efecto, la voz que habla usualmente en la mente se ha convertido
en la voz del cuerpo del dolor y ha asumido el control del diálogo interior. Se
establece entonces un círculo vicioso entre el cuerpo del dolor y el
pensamiento. Cada pensamiento alimenta el cuerpo del dolor y éste, a su vez,
genera más pensamientos. En algún momento, después de unas cuantas horas o
hasta días, una vez que está satisfecho, el cuerpo del dolor vuelve a dormir,
dejando tras de sí un organismo agotado y un cuerpo mucho más susceptible a la
enfermedad. Se parece mucho a un parásito psíquico, y eso es en realidad.
DE
CÓMO SE ALIMENTA DEL DRAMA EL CUERPO DEL DOLOR
Cuando tenemos personas a
nuestro alrededor, especialmente el cónyuge o un familiar cercano, el cuerpo
del dolor busca provocarlas para poder alimentarse del drama que seguramente
sobrevendrá. A los cuerpos del dolor les encantan las relaciones íntimas y las
familias porque es a través de ellas que obtienen mayor alimento.
Es difícil resistirse
cuando otro cuerpo del dolor está decidido a provocar una reacción en nosotros.
Conoce instintivamente nuestros puntos más vulnerables. Si su primer intento no
prospera, ensayará una y otra vez. Es emoción pura a la caza de más emociones.
El cuerpo del dolor de la otra persona desea despertar el nuestro para que los
dos puedan alimentarse mutuamente.
Muchas relaciones pasan
por episodios violentos y destructivos montados por el cuerpo del dolor a
intervalos periódicos. Un niño experimenta un sufrimiento casi insoportable
cuando se ve obligado a presenciar la violencia emocional de los cuerpos del
dolor de sus padres. Sin embargo, ese es el destino de millones de niños del
mundo entero, la pesadilla de su diario vivir. También es una de las formas de
transmitir el cuerpo del dolor de generación en generación. Después de cada
episodio, los padres se reconcilian y hay un intervalo de paz relativa, en la
medida en que el ego lo permite.
El consumo excesivo de
alcohol suele activar el cuerpo del dolor, especialmente en los hombres, pero
también en las mujeres. En estado de ebriedad, la persona sufre un cambio
completo de personalidad cuando el cuerpo del dolor asume el control. Una
persona profundamente inconsciente cuyo cuerpo del dolor se reabastece
periódicamente a través de la violencia física suele dirigir esa violencia
contra su cónyuge o sus hijos. Cuando recupera la sobriedad, su arrepentimiento
es grande y auténtico y promete seriamente no volver a cometer esos actos de
violencia. Sin embargo, la persona que habla y promete no es la entidad
agresora, de tal manera que es seguro que vuelva a caer en ese comportamiento
una y otra vez, a menos que reconozca el cuerpo del dolor que vive en su
interior, opte por estar presente y logre dejar de identificarse con ese cuerpo
del dolor. En algunos casos es posible hacerlo con la ayuda de asesoría
profesional.
La mayoría de los cuerpos
del dolor buscan infligir sufrimiento y ser a la vez víctimas de él, pero
algunos son principalmente victimarios o víctimas. En cualquiera de los dos
casos, se alimentan de la violencia, sea ésta física o emocional. Algunas
parejas que creen estar enamoradas en realidad se sienten atraídas porque sus
respectivos cuerpos del dolor se complementan. Algunas veces, los papeles de
víctima y victimario quedan claramente asignados desde su primer encuentro.
Algunos matrimonios, en lugar de hacerse en el cielo se hacen en el infierno.
Quien haya tenido un gato
sabe que, incluso mientras duerme, el gato parece saber lo que sucede a su
alrededor porque al más mínimo ruido dirige las orejas hacia el lugar de donde
vino y abre ligeramente los ojos. Los cuerpos del dolor son iguales. En un
determinado nivel continúan despiertos, listos a entrar en acción cuando se les
presente el motivo apropiado.
En las relaciones íntimas, los cuerpos del dolor son lo suficientemente
sagaces para mantener un bajo perfil mientras se inicia la vida en pareja y
ojalá después de firmado el contrato en virtud del cual se crea el compromiso
de vivir juntos durante el resto de la vida. No nos casamos con un esposo o una
esposa sino también con los dos cuerpos del dolor. Puede ser verdaderamente
desconcertante reconocer, al cabo de poco tiempo de vivir juntos o después de
la luna de miel, que un buen día nuestra pareja experimenta un cambio radical
de personalidad. Usa un tono de voz duro o estridente para acusarnos o
culparnos, o nos grita probablemente a causa de un asunto relativamente trivial
o se retrae por completo. "¿Qué te pasa?" preguntamos.
"Nada", responde. Pero la energía intensamente hostil que emana de
ella parece decir, "Todo anda mal". Cuando la miramos a los ojos,
estos ya no brillan. Es como si un velo espeso hubiera descendido y que ese ser a quien conocemos y amamos y que
solía brillar a través de su ego, estuviera completamente oculto. Es como si
estuviéramos frente a un perfecto extraño en cuyos ojos vemos odio, hostilidad,
amargura o ira. Cuando nos hablan, no es la voz de nuestro cónyuge o nuestra
pareja, sino el cuerpo del dolor que habla a través de ellos. Lo que dicen no
es más que la versión distorsionada de la realidad que nos ofrece el cuerpo del
dolor, una realidad completamente distorsionada por el miedo, la hostilidad,
la ira y el deseo de infligir y recibir más dolor.
En esos momentos nos
preguntamos si ése es el verdadero rostro de nuestra pareja, el cual no
habíamos visto antes, y si cometimos un grave error al elegir a esa persona.
Claro está que no es su verdadero rostro, sino el cuerpo del dolor que ha tomado posesión de ella
transitoriamente. Sería difícil encontrar una pareja que no cargue con un
cuerpo del dolor, pero quizás sería prudente elegir a alguien cuyo cuerpo del
dolor no sea tan denso.
EL CUERPO
DENSO DEL DOLOR
Algunas personas cargan cuerpos
del dolor densos, que nunca están completamente latentes. Pueden sonreír y
conversar educadamente,
pero no hace falta tener poderes psíquicos para sentir el nudo de infelicidad que bulle
bajo la superficie, esperando el siguiente suceso que les permita reaccionar,
la siguiente persona a quien culpar o confrontar, la siguiente razón para ser
infelices. Sus cuerpos del dolor nunca se satisfacen, siempre están hambrientos.
Intensifican la necesidad del ego de tener enemigos.
Su reactividad hace que las
cosas más nimias se salgan de toda proporción porque tratan de arrastrar a otros hacia su drama
haciéndolos reaccionar. Algunas de estas personas viven en batallas prolongadas
y finalmente inútiles o en litigios contra empresas y personas. Otras se
consumen de odio obsesivo contra su antiguo cónyuge o pareja. Sin reconocer el
dolor que llevan adentro,
proyectan su dolor sobre las situaciones y los sucesos a través de su reacción. Puesto que no
tienen conciencia alguna de lo que son, no distinguen entre un suceso y su reacción frente al mismo. Para ellos, la infelicidad, y
hasta el sufrimiento mismo, es parte integral del suceso o de la situación. Al
no tener conciencia de su estado
interior, ni siquiera saben que son profundamente infelices y que están sufriendo.
Algunas veces, las personas que
poseen esos cuerpos tan densos se convierten en activistas en favor de alguna
causa. La causa puede ser loable y es probable que al comienzo logren sus
objetivos. Sin embargo la energía negativa que rodea lo que dicen y hacen,
junto con su necesidad inconsciente de tener enemigos y conflictos, tiende a
generar oposición creciente contra su causa. Por lo general también terminan haciendo enemigos
dentro de su propia organización, porque a
donde quiera que van encuentran razones para sentirse mal, de tal manera que su
cuerpo del dolor continúa encontrando lo que busca.
¿Por qué las películas violentas
atraen a un público tan grande? Hay una industria enorme, parte de la cual se
sostiene gracias a la adicción de los seres humanos por la infelicidad. Es
obvio que las personas ven esas películas porque desean sentirse mal. ¿Qué es
lo que motiva al ser humano a querer sentirse mal y decir que eso es bueno? El
cuerpo del dolor, por supuesto. Buena parte de la industria del entretenimiento
está dirigida a él. Entonces, además de la reactividad, los pensamientos
negativos y el drama personal, el cuerpo del dolor también se renueva
indirectamente a través del cine y la televisión. Son cuerpos del dolor los que
escriben y producen esas películas para que otros cuerpos del dolor paguen por
verlas.
¿Acaso siempre es
"malo" mostrar y ver violencia en la televisión
y en las pantallas de
cine?
¿Alimenta toda esa violencia al cuerpo del dolor?
En la actual etapa
evolutiva de la humanidad, la violencia no solamente es generalizada sino que
va en aumento, a medida que la vieja conciencia egotista, amplificada por el
cuerpo colectivo del dolor, se intensifica antes de su muerte inevitable. Si
las películas muestran la violencia dentro de su contexto más amplio, si
muestran el origen y las consecuencia de esa violencia, si muestra lo que le
hace a la víctima y también al victimario, si muestran la inconsciencia que
está detrás de ella y que se pasa de generación en generación (la ira y el odio
que viven en forma de cuerpo del dolor en cada ser humano), entonces las
películas pueden desempeñar un papel fundamental en el despertar de la
humanidad. Pueden ser el espejo en el cual la humanidad vea reflejada su
locura. Aquello que reconoce la locura como tal (aunque sea la propia) es
cordura, es el despertar de la conciencia, es el fin de la demencia.
Esa clase de películas existen y
no alimentan el cuerpo del dolor. Algunas de las mejores películas contra la
guerra son aquellas que muestran su realidad en lugar de una versión idealizada
de la misma. El cuerpo del dolor solamente se puede alimentar de las películas
en las cuales la violencia se presenta como un comportamiento normal y hasta
deseable, o que glorifican la violencia con el único propósito de generar
emociones negativas en el observador y convertirse así en una "cura"
para el cuerpo adicto al dolor.
Los tabloides no venden
principalmente noticias sino emociones negativas: alimento para el cuerpo del
dolor. "Indignación general", grita el titular a tres pulgadas, o
"Desgraciados". Los tabloides británicos son verdaderos maestros en
esto. Saben que la emoción negativa vende muchos más periódicos que las
noticias.
Los medios noticiosos en
general, incluida la televisión, tienden a prosperar a base de noticias
negativas. Mientras más empeoran las cosas, más se emocionan los presentadores
y, muchas veces, esa emoción negativa es generada por los medios mismos. A los
cuerpos del dolor sencillamente les encanta.
Eckhart Tolle, en Una Nueva Tierra.
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