A medida que uno crece, va formándose una imagen mental de sí mismo basada en su condicionamiento personal y cultural. A este yo fantasma lo llamamos ego. El ego es tu actividad mental y sólo puede funcionar mediante el pensamiento constante. El término ego tiene distinto significado según se trate de una persona u otra, pero cuando lo uso aquí me refiero al falso yo, creado por una identificación inconsciente con la mente.
Para el ego, el momento presente apenas existe. Sólo considera importantes el pasado y el futuro. Esta inversión total de la verdad explica por qué, en la modalidad ego, la mente es tan disfuncional. Siempre está tratando de mantener el pasado vivo, porque ¿quién serías sin él? Y se proyecta constantemente hacia el futuro para asegurarse la supervivencia y buscar en él una sensación de liberación o satisfacción. Dice: «Algún día, cuando haya ocurrido esto, lo otro o lo de más allá, estaré bien, en paz, seré feliz.»
Incluso cuando parece que el ego está en el presente, no ve el presente: lo percibe equivocadamente porque lo mira con los ojos del pasado. O reduce el presente a ser un medio para un fin, un fin que siempre reside en el futuro proyectado por la mente. Observa tu mente y comprobarás que funciona así.
El momento presente contiene la clave de la liberación, pero no puedes encontrar el momento presente mientras seas tu mente.
Alcanzar la iluminación significa elevarse por encima del pensamiento. En el estado de iluminación sigues usando la mente cuando la necesitas, pero de un modo mucho más enfocado y eficaz que antes. La empleas principalmente con fines prácticos, pero eres libre del diálogo interno involuntario, y vives en la quietud interior.
Cuando empleas la mente, y en particular cuando necesitas dar una solución creativa a algo, vas oscilando cada pocos minutos entre la mente y la quietud, entre la mente y la no-mente. La no-mente es conciencia sin pensamiento. Sólo la no-mente permite pensar creativamente, porque da al pensamiento un poder real. El pensamiento por sí solo, desconectado del vasto campo de la conciencia, se convierte rápidamente en algo estéril, insano, destructivo.
EMOCIÓN: LA REACCIÓN DEL CUERPO A LA MENTE
La mente, tal como yo uso la palabra, no es únicamente el pensamiento. Incluye también las emociones y las pautas de reacción inconscientes, tanto mentales como emocionales. La emoción surge en el punto donde cuerpo y mente se encuentran. Es la reacción del cuerpo a la mente o, dicho de otra forma, el reflejo de la mente en el cuerpo.
Cuanto más te identificas con el pensamiento, con lo que te gusta o disgusta, con tus juicios e interpretaciones, es decir, cuanto menos presente estás como conciencia observante, más fuerte es la carga de energía emocional, seas consciente de ella o no. Si no puedes sentir tus emociones, si estás desconectado de ellas, acabarás sintiéndolas a un nivel puramente físico, como un problema o síntoma físico.
Si te es díficil sentir tus emociones, empieza por enfocar la atención en el campo energético interno de tu cuerpo. Siente el cuerpo desde dentro. Así estarás en contacto con tus emociones.
Si realmente quieres conocer tu mente, el cuerpo siempre te dará un reflejo fiel; por tanto, observa la emoción o, más bien, siéntela en tu cuerpo. Si existe un conflicto aparente entre ambos, el pensamiento es el que miente y la emoción dice la verdad. No la verdad última de tu identidad real, sino la verdad relativa de tu estado mental en ese momento.
Es posible que aún no puedas hacer consciente la actividad de tu mente inconsciente en forma de pensamientos, pero siempre se reflejará en el cuerpo como una emoción, de la que sí puedes tomar conciencia.
Observar una emoción es básicamente igual que escuchar u observar un pensamiento, tal como he descrito el proceso anteriormente. La única diferencia es que, mientras el pensamiento está en tu cabeza, la emoción tiene un fuerte componente físico, de modo que se siente principalmente en el cuerpo. Puedes dejar que la emoción esté ahí sin ser controlado por ella. Ya no eres la emoción; eres el observador, la presencia que mira.
Si practicas así, todo lo que es inconsciente en ti saldrá a la luz de la conciencia.
Adquiere el hábito de preguntarte:
¿Qué está pasando dentro de mí en este momento?
Esa pregunta te orientará en la dirección correcta.
Pero no analices, simplemente observa.
Enfoca tu atención hacia dentro.
Siente la energía de la emoción.
Si no hay ninguna emoción presente, lleva la atención más profundamente al campo energético de tu cuerpo. Es el pasadizo hacia el Ser.
El Poder del Ahora, Eckhart Tolle.
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