Cuando el ojo no encuentra nada para ver, la nada se percibe como espacio.
Cuando el oído no encuentra nada para oír, el vacío se percibe como quietud.
Cuando los sentidos, diseñados para percibir la forma, se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia sutil que está detrás de la percepción y de la cual emana toda percepción, toda experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma.
Cuando contemplamos la grandeza inconmensurable del espacio
o escuchamos el silencio en las primeras horas del amanecer,
algo resuena dentro de nosotros como en una especie de reconocimiento.
Entonces sentimos que la vasta inmensidad del espacio es nuestra propia profundidad
y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más recóndita esencia,
más profunda que cualquiera de las cosas que conforman el contenido de nuestra vida.
Eckhart Tolle.