Si pensábamos que otros se podían hacer cargo de nuestro proceso de sanación o que habíamos encontrado un nuevo método maravilloso que iba arreglar lo que había de dañado en nosotros, durante los próximos meses podemos llevarnos una gran desilusión. Estamos viviendo en un momento histórico donde estamos obsesionados, como nunca antes, con la sanación en todos los niveles. Y no me refiero solo a las innumerables terapias cuánticas, psicológicas y espirituales, los miles de cursillos de meditación de todos los colores, de fitness, yoga, cuarzos y tarot. La lista es infinita. Antes huíamos de la muerte (no se celebra como un acto sagrado de mayor transformación y liberación), después de la vejez (no hace falta entrar en detalles que esto está más claro que el agua) y ahora esta huida, que por supuesto sigue y sigue, se hace cada vez más sutil. Ahora huimos incluso de cualquier pequeña incomodidad mental, espiritual, emocional o física. Los psicofármacos se venden como caramelos. No ser feliz, equilibrado, positivo, sanado, es el pecado del siglo 21. Nos hinchamos a batidos detox y cursillos de mindfulness.
Quirón, el arquetipo del Sanador Herido, intentó lo mismo. Su mejor amigo le hirió, sin querer, con una flecha envenenada. ¡Qué gran putada! Y encima era inmortal y no podía ni morirse para empezar de cero. Tenía que estar ahí, aguantando, lo que para él era toda la eternidad. ¿A que nos resuena? Cuando vivimos algo difícil y desagradable el tiempo se ralentiza (¡encima!) y podemos pensar que nuestras circunstancias no van a cambiar jamás. Afortunadamente, la impermanencia es una ley que funciona también con las cosas desagradables y no solo cuando nos deja el novio. El sufrimiento es transitorio. Y desde mi perspectiva muchas veces es mayormente mental. Añadimos a lo que hay, que muchas veces es algo que no podemos cambiar inmediatamente, nuestra versión de infierno personal. Le damos bola. Mucha bola. Intentamos controlar, salvar, y resistirnos a la Vida. La vida es tan Puta (en sentido apreciativo) que permite que nuestro mejor amigo nos hiere sin querer con el peor veneno. Nos espabila, nos empuja, nos marea y nos saca de nuestra zona de confort.
Buscamos soluciones, igual que Quirón. Nos desquiciamos, igual que Quirón. Aprendemos trescientas mil técnicas de sanación, igual que Quirón y vemos que nada puede arreglar nuestro Samsara. Nos hiere. Nos parte el corazón. Nos vuelve extremadamente vulnerable. Nos pone de rodillas y destruye nuestra arrogancia y…al mismo tiempo, al igual que una Reina Feroz, la Vida nos empodera, nos inicia a los misterios más profundos, bellos y siniestros. Nos coge de la mano, nos seca las lágrimas y sobre todo nos sorprende. Una y otra vez. Creo en las ordalías iniciáticas, en la belleza salvaje de los desafíos, y en las adversidades como bendiciones disfrazadas. Pero también creo en los retiros del campo de batalla y tomas de distancia necesarias, en los límites sanos, los descansos, en aceptar que no podemos salvar al mundo y en las vacaciones en la playa.
Quirón nos enseña a soltar el afán de perfección y a ver la belleza en lo “dañado”, en lo humano, en lo destrozado, en nosotros y en el mundo. Nos libera de un mundo de plástico, falso, irreal donde tenemos que esconder los muertos y las arrugas, donde usamos aplicaciones que alargan la cara y engrandecen los ojos.
Y hay un gran misterio. Cuando soltamos el miedo y la esperanza, cuando finalmente nos relajamos con las llamas del infierno emocional, con la quemazón de la ansiedad, cuando dejamos de luchar con nuestros pensamientos horribles, y saboteadores, cuando no queremos desinfectar nuestros programas de la infancia y sanar el trauma, cuando simplemente nos relajamos estemos donde estemos, tirados en el sofá o en la silla de un bar fumándonos “el ultimo cigarrillo”, cuando nos entregamos al momento tal cual es sin reparos, cuando aceptamos LO QUE HAY, entonces sucede un misterio. El fuego del infierno se transforma en Gozo con mayúscula, un estado interno de espacio, de felicidad, de libertad, de abertura.
Nos damos cuenta que el Fuego es inseparable de la Luz. Hay Luz en el infierno. Nos han enseñado a temer el Fuego para mantenernos débiles y fáciles de controlar, adictos a consumir de todo, tristemente también productos “espirituales”, para apagar las llamas. Esclavos de una realidad aparente cada vez más artificial. La serpiente, lo que se teme, el Adversario, es Sabiduría si aceptamos su Luz.
El Caos es creativo cuando soltamos el apego al control.
Con la retrogradación de Quirón tenemos una inmensa oportunidad para mirar hacia adentro, hacia la profundidad, hacia el abismo de nuestra psique y descubrir insospechados espacios del Ser y de transcendencia. Podemos aprender como estar cómodos con LO QUE HAY. Desde ese lugar nace el poder creativo que impulsa la Evolución y Cosmos, el Orden, Mándala en una infinita danza de contracción y expansión. Desde ese lugar nace la acción eficaz, sabía y despierta, empática y compasiva que acompaña durante los procesos en lugar de "salvar" o controlar y sin enredarse en las proyecciones de la propia sombra.
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