miércoles, 30 de septiembre de 2020

"Potencial". Por Leonardo Da Vinci.

 "Si una persona es perseverante, 
aunque sea dura de entendimiento, 
se hará inteligente;
y aunque sea débil 
se transformará en fuerte".

Leonardo Da Vinci.

lunes, 28 de septiembre de 2020

"Toxinas en Una Casa".


Las toxinas de una casa son:

1. Objetos que ya no utilizas.
2. Ropa que no te gusta o no utilizas hace tiempo. Ropa interior rota.
3. Cosas rotas.
4. Viejas cartas y notas.
5. Plantas muertas o enfermas.
6. Recibos y revistas viejos.
9. Zapatos estropeados.
7. Cachivaches de todo tipo que llaman al pasado.
8. Si tienes hijos, juguetes que no se usan, que no funcionan o rotos.

Con el desapego: 

1. La salud mejora.
2. La creatividad crece.
3. Las relaciones mejoran.
4. Hay mayor capacidad de raciocinio.
5. Mejora el humor.

Preguntas que ayudan en el desapego: 

- ¿Por qué estoy guardando eso?
- ¿Será que tiene que ver conmigo hoy?
- ¿Qué sentiré al liberar eso?

Separa y clasifica:

1. Para donar.
2. Para tirar.
3. Para vender.

La limpieza de adentro se refleja por afuera: 

1. Evita ruidos extremos.
2. Menos luces fuertes.
3. Menos colores saturados.
4. Menos olores químicos.
5. Menos recuerdos tristes.
6. Termina proyectos inconclusos.
7. Cultiva energía positiva en tu casa.

Haz una limpieza general y utiliza cajas para organización. 
Empieza por cajones y armarios y concluye cada pieza, haz todo a tu ritmo...

a) Basura.
b) Arreglos.
c) Reciclaje.
d) En duda.
e) Regalos.
f) Donación.
g) Vender.

Mientras ordenes, observa lo que cambia en ti.

A medida en que limpiamos nuestra casa física, también colocamos orden a nuestra mente y corazón.

Practica el desapego con cosas materiales que solo llenan tu espacio y verás como poco a poco vas a poder hacer lo mismo con situaciones más trascendentales.


Nani Buzon.
Imagen de harmonia.la
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miércoles, 23 de septiembre de 2020

"Los Seres Evolucionados".

 Los Seres evolucionados, 
no tienen la necesidad de competir o tener la razón,
tampoco de mentir o aparentar ser, 
ya son ....
Respetan a los demás y son amorosos, 
comprenden, observan, ayudan, 
y sobre todo se aman y aman. 

Gianni Daimomt.
Imagen de www.booksfact.com

martes, 22 de septiembre de 2020

"Libertad". Por Alejandra Baldrich.


Cuando no me gusta una ideología no la sigo.

Cuando no me cae bien una persona,
me alejo pero también me reviso.

Cuando no me gusta una comida, no la como.

Cuando no me gusta un perfil no lo veo.

Hay mucho bonito allí afuera esperándome
como para intentar cambiar la opinión de alguien
buscando hacerme ver desde mi ignorante soberbia.

No pierdo mi tiempo con lo que no deseo.
Y ni decir desde que siento a las energías.

Una vibración en desarmonía
es como un lodo pegajoso
que se hace difícil de quitar y nos enferma.

Para eso nada mejor que mucha agua,
mucho sol,
y sumergirme en lo que me sana,
que se vuelve amor para mi misma.

Escribo poesía porque me acomoda los sentimientos
y así no tengo que arrojárselos por la cabeza a nadie.

Leo porque aprendo como encontrarme.

Siento que hay cosas que no puedo cambiar
ni gritando ni con pancartas
pero hay quienes tienen arte para eso y lo agradezco.

Cada cual desde su lugar,
todos vamos para la misma fuente a beber
una vez que nos secamos".

Alejandra Baldrich.

domingo, 20 de septiembre de 2020

"Mi Primer Despertar". Por Eckhart Tolle.

“Mi primer despertar no fue total sino parcial luego se escondió por 10 años o más. Me ocurrió a los 16 o 17 años, mi mente era profundamente negativa porque fui un niño muy infeliz; mis padres estaban siempre en conflicto y se agredían físicamente, sentía mucha inseguridad ya que la violencia en casa podía explotar en cualquier momento. Éramos muy pobres, ni siquiera teníamos televisión (ahora veo lo afortunado que fui por eso), ellos se separaron y con el tiempo me fui a vivir con mi padre a España. Éramos tan pobres que estábamos casi al nivel de un tercer mundo; no teníamos nevera así que comprábamos un bloque de hielo que poníamos en un gabinete, el hielo duraba dos días y solo lo podíamos comprar una vez por semana, poníamos la comida ahí y se acababa pronto. Así que yo era muy negativo, mi mente decía: “siempre me pasan cosas malas”, era uno de mis pensamientos repetitivos y cuando pasaba algo malo decía: “por supuesto!todo lo malo me pasa a mí”, “nunca me pasa nada bueno” y a los 16 o 17 años llegó el primer cambio. Una dama alemana que vivía en España tenía que volver a Alemania y me regaló unos libros porque llevaba mucho equipaje y de los 15 libros que me dio, ocho o nueve eran espirituales, casi desconocidos en ese entonces, incluso ahora. Entonces tomé uno y por primera vez descubrí que existe una conexión entre lo que ocurre en tu mundo exterior y tus procesos de pensamiento y que el pensamiento negativo crea experiencias negativas y que te puedes liberar de eso, lo cual fue una gran revelación para mí; escribía en una máquina algunas cosas del libro y las coleccionaba y mi pensamiento pasó de ser negativo a ser mucho más positivo. Apenas pasó un año ya quería irme de ahí lejos de mi padre y su segunda relación que tampoco funcionaba y de repente todo ocurrió: me ofrecieron un gran trabajo sin tener ningún título, en Londres, y mi vida cambió mucho al cambiar mi pensamiento. Estuve bien en Inglaterra por dos o tres años pero el pensamiento positivo se redujo más y más y volví a ser infeliz. Estuve muchos años con depresión y ansiedad hasta que a los 29 años ocurrió algo diferente y no fue el pensamiento positivo sino el fin de la identificación con los pensamientos. Así que ese libro me llevó a una especie de despertar parcial temprano; ayudarme a ver cómo pensaba produjo un cambio, esa es la etapa en la que pegas calcomanías para recordarte las cosas positivas, por ejemplo: “yo me amo” (ríe). Al final trasciendes todo eso de los pensamientos positivos y decretos, que pueden ser geniales como paso intermedio entre trascenderte y odiarte. Vas de “yo me odio” a “yo me amo” y finalmente a “Yo Soy”.

Eckhart Tolle.
Publicado por Yoga Taxco.

sábado, 19 de septiembre de 2020

“Un Amor del Tamaño del Mar”. Por Jaime Bayly.



La señora que viene los fines de semana a limpiar la casa se llama Lorenza Pastora. Es paraguaya. Habla como paraguaya. Es una delicia escucharla. Tiene un acento musical. No ha cumplido cuarenta años. Tiene apenas treinta y ocho. Lleva diez años viviendo en este país.

Lorenza Pastora dejó a sus dos hijos en Asunción antes de venir a los Estados Unidos. Entonces tenían cinco y tres años. Ahora el muchacho, Isidro Daniel, tiene quince años y la chica, Paula Edith, trece. Lorenza Pastora no los ha visto crecer. Hace diez años que no los ve. No puede verlos porque si regresa a Paraguay, pierde la posibilidad de entrar de nuevo a los Estados Unidos. Hablan por teléfono todos los días. Se ven por Skype. Son chicos buenos, responsables. Sacan buenas notas en el colegio. Su madre está orgullosa de ellos.
Con el dinero que ha podido ahorrar estos últimos diez años trabajando como limpiadora de casas, Lorenza Pastora se ha comprado una casa en el campo, en las afueras de Asunción, con muchos árboles de aguacates. Allí viven su madre y sus dos hijos. Ella todavía no ha conocido esa casa. Su sueño es retirarse en unos años, regresar a Asunción y vivir en esa casa en el campo con su mamá y sus hijos. No está lejos de lograrlo. Va por buen camino.
Cuando le pregunto por sus hijos, se emociona, se le corta la voz, se le humedecen los ojos. Diez años sin verlos es mucho tiempo, demasiado. Está loca por verlos. No sabe qué hacer. Está tramitando su residencia. Mientras no se la concedan, no puede salir de los Estados Unidos. Si viaja al extranjero, no la admitirán de regreso. A veces se entristece, se llena de melancolía, decide que volverá a Paraguay de una buena vez y para siempre. Pero luego hace acopio de valor y perseverancia y se promete trabajar unos años más, hasta que tenga un dinero ahorrado que le permita abrir un negocio allá. No quiere volver a su tierra a pedir trabajo como empleada. Su sueño es abrir un negocio, ser la dueña, la jefa, y no obedecer órdenes de nadie. Yo la animo a que no desmaye y cumpla su sueño. Ella piensa en abrir un negocio simple, una tienda de abarrotes, una bodega, una ferretería. Le pregunto si una peluquería sería una buena idea y me dice que no. Le pregunto si una licorería sería rentable y me dice que seguramente sí, pero ella es una mujer seria, honorable, de convicciones religiosas y valores morales, y no quiere hacer dinero vendiendo cosas que hacen daño, que intoxican, que sacan lo peor de la gente. Admiro su sabiduría. No lee libros de alta literatura, pero me parece que sabe de la vida mucho más que yo. Y su ética de trabajo es, en verdad, asombrosa. Nunca se queja, nunca pide vacaciones, nunca se enferma o indispone, y cuando viene los fines de semana, está siempre atareada, limpiando algo, inventándose un quehacer, una faena, no descansando ni mirando la televisión. Yo no trabajo ni la décima parte de lo que ella trabaja. Yo voy a la televisión, me pintan la cara y hablo. Me pagan por hablar. Eso no es trabajar. También escribo cosas raras, ficciones que no lo parecen. Eso tampoco califica como trabajar. No a mis ojos ni a los de mi madre.
Le digo a Lorenza Pastora que, si ella no puede viajar a Asunción a abrazarse con sus hijos, hay que traerlos a Miami. Me dice que es imposible, que no les darán la visa. Le digo que haré mi mejor esfuerzo y usaré mis contactos e influencias para que les den la visa de turistas. Hablo con un amigo que trabaja en la Casa Blanca. Me sugiere que mande cartas de invitación al consulado de los Estados Unidos en Asunción. Me promete que le enviará un correo al embajador, pidiéndole que nos ayude. Le agradezco de corazón. Escribo una carta, invitando a los hijos de Lorenza Pastora, diciendo que Isidro Daniel y Paula Edith son artistas, escriben música, cantan canciones muy lindas y quieren venir a promocionar el disco que pronto lanzarán al mercado. Todo es mentira. Pero es una mentira piadosa, necesaria para que les den la visa. Digo en la carta que voy a entrevistarlos en mi programa, que voy a pagarles el pasaje aéreo y el hotel, que me hago responsable de que, cumplida la entrevista, no se queden a vivir en los Estados Unidos, excediendo el tiempo límite que les fijen como visitantes. Unas semanas después, los jóvenes llaman a Lorenza Pastora y le cuentan, eufóricos, que les han dado la visa. Lorenza Pastora está emocionada, me abraza, llora, lloramos. Yo soy muy sentimental, muy fácil de llorar. Una madre que no ve a sus hijos hace diez años porque se sacrifica trabajando como una leona para que ellos tengan una mejor futuro, una casa propia, una profesión, es a mis ojos una heroína, una santa, una persona que enriquece al mundo con su contribución generosa, altruista. Necesitamos gente como Lorenza Pastora. Estoy con ella hasta el final. Por eso, apenas nos confirman que les han dado la visa a sus hijos, compro los pasajes. No hay vuelo directo entre Asunción y Miami. Deberán hacer escala en Lima. Volarán en Avianca. Decido comprar los boletos en clase ejecutiva, así los chicos tendrán un viaje de ensueño. Se lo merecen. Lorenza Pastora se lo merece. Y yo tengo la plata para darles ese pequeño gusto. Son los pobres, los desamparados, los desheredados de este mundo quienes deberían viajar en primera clase. Los ricos llevan ya vidas demasiado confortables, no estaría mal que viajasen de vez en cuando en clase turista para recordar que otros viven más apretados e incómodos que ellos.
Le digo a Lorenza Pastora que iremos juntos al aeropuerto de Miami a recibir a sus hijos. Ella no ha dormido en la víspera, no puede creerlo, todo le parece un sueño. El vuelo debe de llegar poco antes de las cuatro de la tarde. Lorenza Pastora viene a mi casa, comemos algo ligero, pasamos por una florería y compramos rosas y orquídeas, luego compro chocolates y vamos al aeropuerto. Mientras los esperamos en el tercer piso, Lorenza Pastora me cuenta que el papá de sus hijos la dejó embarazada dos veces y luego desapareció. No está en la foto, nunca lo estuvo, no colaboró económica ni afectivamente en la crianza ni en la educación de los chicos. Es una historia tantas veces repetida en nuestros países. Le digo que ella es, a un tiempo, una madre y un padre, un gran ejemplo para sus hijos, y que son personas de bien gracias a ella, a su esfuerzo, su tenacidad, su espíritu de lucha. Cuando habla del papá de sus hijos, no siento rencor en sus palabras ni en su mirada. Lorenza Pastora es una mujer hecha de madera noble. No conoce el odio, el resentimiento, el rencor. No piensa que hubiese merecido una vida mejor. Está agradecida por la vida que le ha tocado. Se siente una mujer con suerte, y más aún ahora, a pocos minutos de abrazar a sus hijos, tras diez años sin verlos.
Los chicos aparecen a lo lejos, empujando unos carritos metálicos con maletas abultadas. Isidro Daniel y Paula Edith corren extasiados a abrazar a su madre. Lloran con ella. Le dicen cosas dictadas por el amor más profundo, un amor que nace en esa zona del espíritu que no perecerá, que es inmortal. Se parecen muchísimo a ella. Son gorditos y pecosos como ella. Son buenos, bonachones, querendones, su mirada los delata. Ambos la han sobrepasado en altura, sobre todo él, que es ya un hombre, un muchachón. Los abrazo, les doy las flores. Les digo que su madre es una campeona, que tengo tanta suerte de haberla conocido, que todos quienes la conocemos, la respetamos y admiramos profundamente. Entramos en la camioneta, las grandes maletas apretujadas atrás. Comemos chocolates. Ellos hablan en su lengua pintoresca, musical. Cuentan cómo fue el viaje. Nunca habían viajado en avión. No se dieron cuenta de que iban en clase ejecutiva. Lorenza Pastora y yo nos reímos.
Al llegar a casa de Lorenza Pastora, nos despedimos con un gran abrazo y les dejo a los chicos unos sobres con dólares para que puedan costear sus gastos y comprar regalitos a su madre. Qué lindos chicos, qué humildes, qué tiernos, qué agradecidos con la vida. Le digo a Lorenza Pastora que venga con ellos a la casa el fin de semana. Quiero que mi hija los conozca, los escuche, aprenda a quererlos. Les recuerdo que deben traer traje de baño para meternos en la piscina.
El fin de semana los chicos vienen con Lorenza Pastora a mi casa. Dormirán con su madre, en el cuarto de huéspedes. Hemos puesto dos camas plegables, y es un cuarto grande, de espacios generosos. Han traído ropa de baño. No saben nadar. Por suerte la piscina no es tan honda y tienen piso en una parte de ella. Lorenza Pastora y su hija Paula Edith no se animan a meterse en el agua. Solo el joven Isidro Daniel se da un chapuzón rápido. Luego nos echamos en las tumbonas y hablamos de fútbol, sobre todo de fútbol argentino, del partido increíble que Lanús le volteó a River, mientras Lorenza Pastora y su hija hablan con mi esposa y nuestra hija. Ellos, los visitantes paraguayos, son muy comedidos y solo aceptan agua y helados, no toman vino ni cerveza. Mi mujer toma cerveza, yo, vino helado canadiense.
Más tarde entramos en la casa y, cuando ven el cuarto de música de nuestra hija, los hijos de Lorenza Pastora parecen especialmente felices, sus ojos refulgen de ilusión. De pronto descubro que sienten pasión por la música. Cuando dije que vendrían al programa a cantar y hablar de su nuevo disco, pensé que estaba mintiendo en toda la línea. Pero ahora los chicos me preguntan si pueden cantar dos o tres canciones. Les digo que sí, por supuesto. Paula Edith toca el piano, Isidro Daniel, la guitarra, ambos cantan y Lorenza Pastora, embriagada de amor y ternura y gratitud, me mira y llora y lloramos, y en ese momento somos eternos, inmortales, y todo el amor que ella siente por sus hijos es del tamaño del mar.

Jaime Bayly.
Imagen de www.iagua.es

sábado, 5 de septiembre de 2020

"Mujer: Tu Pareja". Por Borja Vilaseca.


Por mucho que lo niegues, tu pareja es el centro de tu vida. Y esto no es algo bueno ni malo. Es simplemente un hecho, fruto de tu naturaleza femenina. Sin embargo, convertir a tu compañero en tu principal fuente de amor, apoyo y complicidad es una cagada. Nadie debería llevar esa carga. ¡La principal fuente has de ser tú! Piénsalo bien: ¿cómo vas a respetar la libertad de tu pareja si crees que dependes de ella para ser feliz? Es hora de que te comprometas a resolver tus propios conflictos emocionales por ti misma. En vez de buscar que te quieran, ámate. Libérate de la necesidad de sentirte querida. Sana de una vez tu herida de nacimiento. ¡Ese es tu viaje! Aprende a amarte como nadie nunca te ha amado ni te amará jamás. Solo así podrás salir de esa invisible cárcel llamada «dependencia emocional», cada día con más presos. Asúmelo: necesitas sentirte querida porque no te amas. Si te amas, el amor fluirá de ti hacia tu pareja en forma de confianza y libertad. Al comprender y respetar el ciclo de intimidad y autonomía, tu pareja dejará de escapar de ti. La mayoría de hombres están mucho más dispuestos a decir que sí cuanto más te alejes de tu compañero, más se acercará él a ti. Vuestra relación alcanzará cotas más elevadas de satisfacción si respetas y promueves su independencia. Permite que tu pareja esté contigo cuando verdaderamente le apetezca. ¡Madre mía cuando eso sucede! Entonces volverá voluntariamente con más frecuencia y más ímpetu para amarte. Su deseo de proximidad e intimidad contigo es proporcional al respeto de su libertad. La paradoja es que, al despegarte emocionalmente de tu compañero, empiezas a sentirte mucho más unida y conectada a él.⁣

Borja Vilaseca.
Escritor, periodista, 
inspirador para personas con necesidad de cambio.
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