La sociedad nos ha educado, tanto la que obtenemos de parte de nuestros padres como la de la escuela y luego Universidad o Instituto, buscando principalmente la inculcación de ciertos valores tradicionales para ser “buenas personas”, así como el logro de un “buen profesional” que conozca bien sobre su trabajo. Sin embargo, no creo equivocarme al decir que la gran mayoría de estas “buenas personas” y “buenos profesionales” ignoran lo básico del mundo de las emociones y de los sentimientos. Y no es difícil darse cuenta de ello al ver que las frustraciones del hombre/mujer convergen en desviaciones en los valores adquiridos y en profesionales incompetentes. No necesariamente porque no conozcan sobre su especialidad, sino por decisiones erradas tomadas en situaciones de presión, competitividad, frustración, dolor, etc. Así mismo, encontramos “buenas personas”, pero infelices en su vida personal, pues no han sabido “manejar” sus relaciones amorosas, ya sea con su pareja o con sus hijos, lo que nos ha llevado a un desastre social de actualidad: separaciones, divorcios, violencia intrafamiliar, disputa de los hijos, juicios por compensaciones económicas y pensiones alimenticias, etc.…
La realidad emocional a la cual nos enfrentamos diariamente dice relación con:
Falta de comunicación, comprensión, tolerancia, iniciativa, motivación, falta de tolerancia a la frustración, primero consigo mismo y luego entre las parejas, padres e hijos, profesores y alumnos, subalternos y jefes, colegas, amigos, etc.,
Resultado de este escenario:
Enormidad de conflictos personales entre las parejas, padres e hijos, en las empresas, en las escuelas, etc., que llevan finalmente a rupturas matrimoniales, cesantía, suicidios, asesinatos, bajos rendimientos laborales, inasistencias a clases, agresiones en las escuelas, etc.
Es así que, a la fecha, existe un enorme vacío en nuestra educación, que conlleva una gran necesidad:
Fomentar la expresión y control de las emociones y las relaciones personales constructivas y enriquecedoras entre los estudiantes de nuestro país, con el fin de formar no sólo conocedores de materias y técnicas, sino también personas felices, auténticas y líderes de sus propias vidas. ¡Es Inteligencia Emocional!.
Así como es factible desarrollar la inteligencia racional o cognitiva por medio del estudio constante y permanente, también se puede desarrollar la inteligencia emocional que cada uno de nosotros posee.
¿Cuándo es tiempo de comenzar a desarrollar la Inteligencia Emocional?
Es ahora. Porque mientras más tiempo pasa, más arraigados tenemos nuestros patrones de conducta y más difícil se hace el modificarlos.
¿Qué tan tempranamente se pueden aplicar procesos de desarrollo formal de la Inteligencia Emocional?
Ya en la pre escolaridad se pueden aplicar ciertas técnicas sencillas de resolución de conflictos, de buena convivencia, de tolerancia a las frustraciones, del aprendizaje a compartir sus pertenencias, sus vivencias, sus carencias, etc., a través de técnicas de repetición, por ejemplo. Probablemente no tomarán conciencia aún de lo que están haciendo, pero aprenderán por repetición.
La emoción inteligente favorece las relaciones humanas. Nuestra vida gira en torno a las personas, esposa, pareja, hijos, padres, jefes, colegas, subalternos, tíos, primos, amigos, clientes, proveedores, contador, entrenador, etc.… Podría seguir por largo rato enumerando diferentes roles de personas que forman parte de nuestra vida diaria, pero la idea es entender de que somos seres sociales, insertos en un mundo de relaciones sociales diversas y que nos pasamos los días interactuando con estas personas. Algunas más cercanas que otras, pero de la gran mayoría de ellas, necesitamos algo. El que lo consigamos o no, va a depender en gran parte, de la forma en que negociemos y nos relacionemos con ellos, la emoción que le impregnemos a la conversación y el amor que transmitamos en el mensaje.
Puede parecer cursi, decir que toda conversación y mensaje a transmitir tiene que llevar emoción y amor, sin embargo, esto no significa que abracemos y besemos a cualquier interlocutor, sino a transmitir franqueza, equidad, ética, libertad, tolerancia, respeto, y a su vez fuerza en el mensaje. Sin embargo, muchas veces no somos capaces de transmitir esto, principalmente por nuestros miedos. Miedo a perder en la negociación, miedo a quedar como tonto, por no tener un argumento sustentador, miedo a la gente que está presente, bueno… la infinidad de miedos que nos acompañan en nuestras vidas.
El desarrollo de la Inteligencia Emocional es una necesidad que pide a gritos nuestra sociedad, una sociedad sumida en los conflictos emocionales, sin encontrar salida a ellos. Sin embargo, aún así, los gobiernos de turno, hacen vista gorda a esta tan latente realidad. Se hace cada vez más imperioso iniciativas serias y de largo aliento que incluyan el desarrollo de la Inteligencia Emocional como parte integrante de la educación, desde la Pre escolaridad hasta la educación superior. Es claro que esto involucra un cambio radical a la educación actual, dado que los actuales profesores tampoco han sido formados en la Inteligencia Emocional y formar a profesores que han trabajado toda una vida a la usanza tradicional no es una tarea fácil, por lo arraigado del sistema que ya tienen y porque las antiguas generaciones también llevan con mucho arraigo la tesis de que los sentimientos y emociones no se exteriorizan ni se expresan. Sin embargo, las nuevas generaciones tienen mucho que decir, pues vienen más sensibles, y más abiertos a la expresión de sus emociones y sentimientos. Lo claro y urgente es que hay que empezar ya. ¿Por qué?:
Porque algunos profesores carecen de dicha educación.
Por qué estudios realizados por la UNESCO y otros reconocidos estudios indican que la base del aprendizaje está en las emociones.
Porque la realidad de hoy en día nos muestra un alto índice de violencia escolar, la cual se replica finalmente en nuestro diario actuar.
Porque hoy en día hay una epidemia de “infelicidad” en nuestra sociedad. Y la verdad, es muy difícil salir de ese estado permanente en el cual se sitúa la mayor parte de nuestra sociedad, pues no saben, no tienen la más remota idea de cómo salir de ahí. Claro, si nadie lo enseña.
Desgraciadamente yo tampoco tengo la verdad ni tampoco conozco el camino seguro hacia una vida plena personal y social (“felicidad”). Es sólo mi verdad, mi opinión y ésta es, que la “felicidad” no se construye con más conocimientos en nuestras áreas de trabajo, ni haciendo mejores negocios, ni adquiriendo más cosas materiales. Eso sin duda nos va a hacer más especialistas en nuestras materias, más cotizados en el mercado laboral, podremos aspirar a mejores sueldos, podremos tener un mejor auto, una gran casa, vestimenta de marca, etc.… Sin embargo, si este crecimiento laboral no va acompañado de un crecimiento en nuestra esencia, esto es, en un crecimiento personal, social y espiritual, entonces estaremos lejos de conseguir la “felicidad”. Por el contrario, si nos educamos primero en nuestro crecimiento personal y social, entonces los aprendizajes de vida y la sabiduría que emana del alma nos llevarán al desarrollo profesional y laboral. ¡Es inteligencia emocional!
“Yo prefiero hacer y equivocar a no hacer nada e ignorar.
¿Y tú?”
“No importa si nos equivocamos en el camino,
siempre habrá cómo corregirlo”.
¿Y tú?”
“No importa si nos equivocamos en el camino,
siempre habrá cómo corregirlo”.
Andrea Martel Sotomayor
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