Una anciana aprende que satisfacer lo que desean tanto el cuerpo como la psique nos aporta una sensación de bienestar; por ejemplo, cuando una mujer que quiere bailar busca tiempo para dedicarse a ello. Si el baile es alegría, liberamos endorfinas, priorizamos el placer y disminuimos el dolor y los sufrimientos. La sensación del tacto deseada es otra cosa que alimenta cuerpo y psique y que nos hace sentir un cosquilleo de placer.
Una mujer madura también presta atención a las posibles percepciones corporales: interpreta lo que éstas le dicen sobre las personas y las situaciones. ¿Hacia quién te sientes atraída físicamente? ¿Ante quién das un paso atrás cuando se te acerca? Tener la carne de gallina, apretar las mandíbulas, ruborizarse, o notar que se te ponen los pelos de punta, son mensajes especialmente importantes que debemos interpretar, pues en el momento en que surgen el cuerpo nos está diciendo algo.
Después de la menopausia, los efectos de la gravedad en general se vuelven más palpables. Todo tiende a colgar y a perder firmeza. Cosas como, por ejemplo, la belleza saludable de alguien que está en forma y tiene buena salud, un guiño, una sonrisa auténtica y la risa espontánea, contribuyen a hacer que una persona sea atractiva, independientemente de la edad que tenga. Sin embargo, las mujeres maduras que desean parecer jóvenes, porque es así como se sienten, desearán tratarse las arrugas y las bolsas bajo los ojos, mientras que a otras, en cambio, les encantarán esas mismas arrugas, el pelo cano o blanco, y disfrutarán pareciendo abuelitas o ancianitas sabias.
Jean Shinoda Bolen. "Las Brujas no se Quejan".
Imagen by Sandra Bierman.
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