martes, 17 de marzo de 2015

"Eclipse Solar del 20 de Marzo 2015". Por Margit Glassel.


Los eclipses siempre han inspirado temor en los seres humanos. 
Imaginaros lo que debía de haber sido hace mil años 
ver como se oscurece el Sol completamente. Nada bueno seguramente. 
Por eso se asociaban los eclipses a malos augurios, muertes y cataclismos. 
Todo era muy literal en el mundo de nuestros antepasados, incluso los sacrificios. 
A veces los eclipses anunciaban la muerte del rey. 
Lo oscuro se come al Sol, a la Luz.
 Afortunadamente, ya no sentimos la necesidad de fertilizar nuestras tierras 
con sacrificios de sangre como en las antiguas tradiciones, ni necesitamos arrojar 
un chivo expiatorio por los acantilados para ahogar al mal. 
Hemos transcendido lo literal pero no el temor a que la oscuridad devore a la luz. 
Cada eclipse nos evoca ese temor ancestral, el de desaparecer 
en una noche oscura del alma, a que se desintegre  nuestra identidad 
barrida por las fuerzas del inconsciente, en vida o  en muerte. 
El Sol representa nuestra identidad y un eclipse nos recuerda 
por un breve momento que no podemos vivir para siempre. 
Nunca jamás volveremos a ser lo que somos ahora.
Es verdad que los eclipses son mágicos. 
Son portales que podemos atravesar, pequeñas muertes voluntarias; 
sacrificamos nuestra vieja identidad para un bien mayor. 
Este eclipse es muy especial porque se produce con el Sol y la Luna 
en conjunción a 29°27 de Piscis, es decir en el último grado 
de toda la rueda del zodiaco.
En realidad  es una Luna Nueva y por estar implicado 
el eje de los nodos lunares se manifiesta como eclipse. 
Una Luna Nueva es un nuevo comienzo, 
y la de ahora se produce en el último grado del círculo, 
justo antes de que el Sol entre en Aries y marque el equinoccio. 
Se cierra un ciclo y empieza algo totalmente nuevo. 
Más que nunca. Renacemos. 
Me gusta la astrología con sus ciclos variados, es un constante renacer. 
Nuestra tendencia es anquilosarnos, aferrarnos a nuestras historias, 
lo que somos, lo que vemos, lo que pensamos. 
Si seguimos el camino de las estrellas vemos lo infinito.
 Vemos como nunca es lo mismo, cada ciclo es una promesa 
de descubrir algo totalmente nuevo, 
es un viaje a las dimensiones desconocidas del Ser.
 Nunca nos encontramos con las mismas configuraciones, 
las combinaciones son ilimitadas. 
Crecemos  en espiral. 
Mi corazón es pagano y mi alma es luz. 
Con cada eclipse recuerdo que lo que muere solo es la identidad relativa
 para que haya una nueva primavera. 
Dejarla morir, ese es mi sacrificio.
¡Feliz eclipse!
Copyright© Margit Glassel.
Imagen de commons.wikimedia.org

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