jueves, 27 de agosto de 2015

"Tom Heckel: La Visión de un Consejero Psíquico".



Dentro del mundo espiritual y místico, Tom Heckel (70) es un personaje respetado, 
con fama de ser capaz de identificar karmas y mostrar el camino para neutralizarlos. Norteamericano de nacimiento, vive en el Cajón del Maipo y confiesa haber estado completamente loco en algún momento de su vida, haber muerto en un accidente y regresado a su cuerpo. Aquí, habla de cuáles son los problemas y temores que se repiten entre quienes lo consultan y comparte los consejos que les da para encontrar la felicidad.

Tom Heckel lleva casi 50 años ejerciendo el oficio de consejero síquico. Nació en Estados Unidos, estudió Economía y a los 22 años, para no ir a la guerra de Vietnam, se fue a viajar por el mundo. Cuenta que peregrinó por varios países asiáticos, entre ellos India, donde vivió por largo tiempo con anacoretas y tuvo, incluso, que mendigar para alimentarse. Intensas vivencias místicas le provocaron un estado de iluminación que lo llevó a desarrollar la capacidad “de ver el alma de las personas para darles una orientación”. En su libro autobiográfico Baba Om, que fue prologado por el siquiatra chileno Claudio Naranjo, Tom Heckel narra que después de haber recibido parte de la formación tradicional de los anacoretas hindúes y la sabiduría de diferentes maestros, emprendió un segundo peregrinaje hasta una caverna de Los Himalayas donde sobrevivió “al frío, al hambre y a las fieras antes de volver al mundo”.

De Asia se trasladó a Canadá por 15 años. Allí se enamoró de una chilena y se vino a nuestro país para encontrarse con ella. Lleva más de tres décadas acá y, hoy, tiene una nueva pareja y reside en una parcela en el Cajón del Maipo.

A sus 70 años Tom invierte buena parte de su tiempo en escribir un libro que está preparando sobre su aprendizaje de orientador espiritual y en contribuir “a mejorar la salud mental” a través de cursos y conferencias dentro y fuera del país. Durante sus ratos libres, mantiene un huerto orgánico y realiza algunos trabajos manuales donde pone en práctica los conocimientos adquiridos como carpintero y jardinero en Canadá, oficios que ejerció antes de iniciar su trayectoria como sanador.

¿Cuáles son los problemas más frecuentes que la gente trae consigo cuando te visitan?

La gente viene con problemas de salud física, cáncer, depresión; en busca de orientación espiritual o de cómo encontrar paz y felicidad en su vida. Los miedos más frecuentes tienen que ver con inseguridades sobre el futuro. Como la gente está muy endeudada, se pregunta qué pasará si pierde su trabajo y entiende que perderá también el auto, la casa, el colegio de los hijos, todo lo adquirido a través del endeudamiento. La gente llega también con miedo al abandono, al fracaso. En Chile la pertenencia a una clase social es muy relevante, entonces una persona que tiene un cierto prestigio por su trabajo, por su empresa, tiene mucho miedo a perder ese estatus.

¿Qué tipo de estrategias les propones para resolver esos conflictos?

Mis soluciones apuntan a lograr avances que se pueden conseguir sin grandes cantidades de dinero. Una persona sin ningún tratamiento podría obtener beneficios con solo preguntarse: ¿qué quiero hacer que no estoy haciendo? Decirse a sí misma: “Siempre quise pintar o bailar y quiero romper la rutina para lograr hacerlo”. Muchas personas dan la disculpa de la falta de tiempo, pero el tiempo hay que inventárselo, porque si no tienes tiempo para vivir de verdad ¿qué estás haciendo en el planeta?, ¿qué sentido tiene seguir acá?

Dame un ejemplo concreto de cómo le mostraste una solución a algún paciente.

A una paciente que tenía deseos de caminar una vez al día, le dije que se ahorrara un Transantiago, que hiciera a pie dos o tres paradas en la ruta a la casa y en ese tramo se fuera meditando, observando; una terapia gratuita que, incluso, le haría ahorrar plata. No necesitas años de sicoanálisis para modificar esas pequeñas cosas, son pequeños cambios para escapar de ese monstruo que acecha todo el rato: las penas, las tristezas, las frustraciones, los abandonos de la vida. En cambio, la tensión permanente puede terminar en cáncer.

¿Cuáles son tus mayores logros con tus pacientes?

Veo la vida desde una perspectiva diferente: creo que las enfermedades, las depresiones, los problemas físicos, emocionales o espirituales son un impulso para que podamos evolucionar a un nivel más puro de la conciencia. Algo que me diferencia de otros médicos, siquiatras, sicólogos, es que veo la vida como un baile entre las potencialidades de la persona y las oportunidades reales que se le han presentado en su vida. Este baile está orquestado desde ciertas creencias y miedos y yo intento despojarlos en lo posible de sus temores más arraigados para que puedan tener una existencia más plena.

¿Cómo les haces el seguimiento a esos cambios?

Veo a la persona solo una vez al año y en ese encuentro –a través de las visualizaciones– le entrego un borrador de su vida. Luego le resumo lo que veo: “naciste con estos desafíos, estás en esta situación por estos motivos, estos son los conflictos y aquí está la solución”. Con esto dibujamos un mapa y estudiamos caminos frente a cada problema y la persona sale de mi consulta con tareas que hacer consigo misma y con los demás. El lapso de un año me permite apreciar procesos de cambio imposibles de verificar de un día para otro.

¿Y las personas que te piden orientación, asumen esa responsabilidad o pretenden que seas como un guía o un gurú en sus cambios? 
El viejo refrán: “puedes llevar un caballo al agua pero no puedes obligarlo a beber” se aplica aquí. Pero uno puede aumentar su sed para que termine bebiendo. No estoy tratando de vender un sistema de creencias o una filosofía. Solo quiero orientar al paciente correctamente en cualquier dirección que él quiera caminar en la vida.
¿Qué mirada tienes respecto a las adicciones, hoy tan frecuentes, al alcohol o a los antidepresivos?
Las drogas proliferan en una sociedad que no es sustentable. Después de una semana de excesivo trabajo, muchas veces sin sentido y agobiante, la gente busca meterle al cuerpo todo lo que está al alcance para borrar la vida por 24 horas y después subirse a la máquina de nuevo. Con una vida más armónica y lúcida, las drogas desaparecen o quedan solo para momentos muy ocasionales.
EL CÁNCER FABRICADO
En su libro Sin paréntesis, un testimonio de una experiencia de vivir con cáncer, la sicóloga Carla Vidal, hija de la ex parlamentaria comunista Fanny Pollarolo, cuenta que inició un camino espiritual, guiada por Tom Heckel, desde que supo que tenía cáncer. Y gracias a su orientación y consejos –no luchar contra la enfermedad, sino dejarla fluir– pudo tener una sobrevida bastante más prolongada y plena que la anunciada por los especialistas.
Recurren a ti a menudo pacientes con cáncer. ¿Cuál es tu mirada sobre esa enfermedad? 
Según mi percepción, el cáncer tiene un alto componente sicológico emocional por algo que no fluye. Cuando hay una resistencia crónica, la vida se vuelve muy difícil, se pierde el sentido, la lucha es muy dura y la persona decide inconscientemente morir. Eso es cáncer desde mi perspectiva: un deseo subconsciente de morir. Si estás en una situación de trabajo muy terrible, endeudado, estresado, las cosas en el hogar no van bien y crees que no vale la pena seguir viviendo: cáncer. Es una enfermedad que en gran medida se la fabrica la persona. Pero no todas las personas son iguales: alguien con cáncer se puede plantear el no querer morir, pero sin saber con claridad por qué quiere vivir y se muere igual; y otro, que tiene hijos aún pequeños o una misión social importante, por ejemplo, puede recuperarse. El problema es que la mayoría de la gente no lucha para vivir, lucha para no morir.
¿Qué detalles de las personas lees de ellos y son importantes cuando vienen a tu consulta?
La intuición empieza a operar desde el momento en que abro la puerta, motivado por la compasión y por el deseo de ayudar. Al no tener ningún entrenamiento formal en este campo, confío en ese sentimiento interno que se activa al escuchar a cada paciente con compasión. Escucho con mi corazón. Cierro mis ojos, digo una oración y un tipo de sueño o video aparece en la pantalla interior de mi conciencia. Solo digo a la gente lo que estoy visualizando. Realmente no puedes esperar de un síquico una explicación racional de cómo funciona el proceso, pero te puedo asegurar que con mis 48 años navegando en este laberinto paralelo, he conocido mucho del alma humana.
¿Y qué es lo que has visto del alma humana?
Tengo la impresión de que cada vez hay más almas encarnadas en el enfoque humanitario, compasivo y espiritual. La generación más joven parece ser que está menos centrada en la seguridad material y más alineada con una seguridad interior y en lo que pueden hacer para ayudar a crear un mundo mejor. Están explorando un paradigma alternativo basado en el compartir, en la cooperación, en lugar de ceder a la obsesión competitiva, agresiva e individualista que ahora está destruyendo nuestro planeta y civilización. Creo que esta estructura política, social y económica se está derrumbando porque está enferma y hay una gran fragilidad en los equilibrios ambientales que sostienen al planeta. Pero, en compensación, tenemos una nueva afluencia de almas listas para recoger los pedazos de esa civilización y crear de manera sustentable y pacífica, un futuro compasivo para la humanidad.
¿A qué conclusiones has llegado respecto de los seres humanos y su capacidad de perfeccionamiento?
Si tenemos personas más felices, tranquilas, amorosas que ayudan a los que sufren, que establecen una relación sostenible con la naturaleza y el medio ambiente, que mantienen una actitud positiva hacia el futuro y celebran la vida en este planeta  que nos cobija, estamos caminando en la dirección correcta.
Revisando tu biografía uno puede ver que no has actuado con miedo: has viajado, has vivido experiencias límites, has vagado por el mundo.
No tengo miedo de la vida. Tuve un grave accidente volando en parapente en Las Vizcachas, pero un año antes el instructor me había advertido que no podía volar, precisamente porque no tenía miedo: “se necesita una cierta cantidad de miedo para tomarle respeto a este deporte”, me dijo. Pero yo, porfiado, lo hice nomás.
Entre tus conocidos se cuenta como un milagro el que volvieras a caminar luego de ese accidente.
Cuando me accidenté los médicos me dijeron que nunca más volvería a caminar. Todas las radiografías y escáneres decían que era imposible por el estado de mi columna y los especialistas querían operar de urgencia, a lo que me negué. Seguí una práctica que aprendí de un chamán en Guatemala. Él decía que a veces, en ciertos accidentes, hay trabas que se producen por el hecho mismo y en la medida que pasan los días, el cuerpo se libera de ellas y puede recuperarse y volver a la normalidad. Empecé, en cama hospitalizado, a visualizar el accidente hasta que un día durante la visualización choqué con la tierra y sentí algo en mi cuerpo: perdí el miedo acumulado en la caída. Así fue como recuperé la capacidad de caminar.
OASIS HUMANOS
¿Te afecta esa desconfianza que se da entre los siquiatras hacia otros métodos terapéuticos?
La esencia de toda terapia es ayudar a la gente a liberarse del sufrimiento escuchando y comprendiendo con compasión. Creo que siquiatras, sicólogos y diferentes profesionales utilizan variadas formas de sanación y todas tienen su valor. Sin ir más lejos, en este momento el 20 por ciento de mis pacientes son sicólogos, siquiatras y médicos. Ellos también saben que la medicina no tiene todas las respuestas y la gente cuando enfrenta una enfermedad mortal, caso frecuente en mi consulta, busca por todos lados.
¿Aparte de tu formación en el hinduismo, tu enfoque terapéutico es cercano a alguna escuela siquiátrica?
Mi enfoque es producto de 50 años de ayudar a la gente a vivir una existencia más significativa y contenida. No lo aprendí en un aula, sino en el gran teatro de la vida. Si tiene un fuerte enfoque espiritual es porque veo que la humanidad ha perdido el rumbo en el camino evolutivo. En nuestra prisa por entender las cosas, desde una perspectiva física y racional, olvidamos que hay una base sagrada en todo. Cuando lo reconocemos, a través de nuestros pensamientos y acciones, estamos una vez más en el camino correcto.
Si tuvieras que darle un consejo al conjunto de la sociedad de cómo podemos estar mejor, ¿qué plantearías?
Podemos pensar que siempre nos falta algo: felicidad, dinero, poder, salud y enfocarnos en lo que no tenemos. Esa obsesión nos produce depresión, frustración y adicciones. Mi perspectiva, en ese sentido, es que uno se tiene que centrar en lo que tiene, en lo que quiere dar, buscando ayudar a aliviar el sufrimiento de otro ser humano. Hay 7 mil millones de habitantes en este planeta y no es muy difícil comprender que el 90 por ciento de las personas puede estar sufriendo más que tú.
Pero el egoísmo es también inherente a la especie.
Hay que cambiar el eje de la mirada. No vivir en función de lo que quieres recibir, sino de lo que quieres dar. Hay actividades, como hacer trabajo voluntario dos veces a la semana, por ejemplo, que pueden cambiar la vida de la persona. Al dar, uno recibe la energía y el amor del que estás ayudando.
Si siembras penas, cosechas penas, si siembras ayuda y alegría, eso es lo que cosechas. Una de las recetas que doy a mis pacientes es buscar gente menos ambiciosa, que esté en una actitud servicial, tratando de subir el ánimo, explorando en su capacidad de ayudar a sanar. Es preciso encontrar el oasis en ciertas personas que están creyendo y buscando lo mismo que tú.  
Por Vicente Parrini / Fotografía: Alejandro Araya
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