Los beneficios van mucho más allá de la agradable sensación de relajo. Investigaciones de diversas universidades en el mundo están demostrando que esta antigua disciplina tiene un sustento científico.
Diciembre. Por donde se mire, el último mes del calendario es el más contundente del año. Y por más festivo que sea, en la mayoría de las ocasiones, fin de año se vuelve la antesala de algunos malestares: estrés, colon irritable, contracturas en las zonas de los hombros y del cuello, dolores de espalda.
No vendría mal un masaje, pensará usted. Pero hay algo que debe saber: detrás de este antiguo método de relajación, hay más ciencia de lo que parece.
Un ejemplo: se ha descubierto que el masaje ayuda a que las personas sometidas a cirugía puedan recuperarse más rápidamente. Otros: los bebés prematuros se desarrollan mejor, los niños asmáticos presentan niveles de cortisol (hormona del estrés) más bajos y experimentan menos ataques, los autistas mejoran su comportamiento, cambia la composición de la sangre, es altamente efectivo para la recuperación de deportistas y potencia el sistema inmunológico.
Juan José López, kinesiólogo de la U. de Chile, experto en masaje terapéutico y director de la escuela de masaje & drenaje linfático manual Kineva, explica que este método se divide en tres grandes áreas: el deportivo, el clínico o de recuperación corporal de dolores estructurales, y el estético. “Cuando hablas de masajes hay que pensar que es todo tipo de manipulación sobre el tejido, principalmente sobre el tejido blando del cuerpo. Y cuando es correctamente realizado tiene enormes efectos”, dice el especialista. En su centro, agrega, por estas fechas el número de personas que llegan por molestias aumenta considerablemente. No le extraña, porque por estas fechas la tensión crece.
El secreto tras el masaje es simple: la estimulación mecánica. Aunque la explicación de esto es un poco más compleja. El fisiólogo de la U. de Chile Claus Behn explica que si se estimula mecánicamente (se masajea) cualquier vaso sanguíneo, éste se dilata. Esto significa que se produce una mejor circulación sanguínea (la sangre transita más fluidamente porque tiene más espacio disponible) y, como consecuencia, se eleva el aporte de oxígeno (que transportan los glóbulos rojos) a los tejidos. ¿Resultado?: las células cuentan con más oxígeno para procesar los nutrientes que se obtienen a través de los alimentos y, así, generar más energía.
Este aumento en la producción de energía tiene un impacto directo en el sistema nervioso autónomo. Esta estructura realiza dos funciones muy importantes y complementarias: acelera y frena las actividades internas del cuerpo. Por ejemplo, al hacer ejercicio, el corazón se acelera para llevar más oxígeno a los músculos, pero este órgano no puede mantener ese ritmo todo el tiempo, por lo que la otra función de este sistema es la de frenarlo cuando se detiene el ejercicio y que recupere su ritmo normal.
Una parte del sistema nervioso autónomo (el parasimpático) actúa en situaciones de estrés: acelera el pulso y la respiración, frena la digestión, aumenta la presión arterial, hace que la sangre llegue en mayor cantidad al cerebro, piernas y brazos. Todo esto, para preparar a la persona para que utilice al máximo su energía y pueda actuar en situaciones especiales.
Pero cuando esa energía ya está disponible, se produce una menor estimulación de este sistema y, con eso, disminuyen los síntomas del estrés.
Un estudio realizado por el científico Mark H. Rapaport y su equipo del Cedars Sinai Medical Center (Los Angeles) analizó muestras de sangre de un grupo de personas, antes y después de recibir un masaje con aceite y contacto de manos directa durante 45 minutos. Detectaron cambios significativos en la composición sanguínea: se elevó el número de linfocitos (o células blancas, que controlan la respuesta inmune), bajaron los niveles de cortisol (hormona del estrés) y se redujo la vasopresina arginina (AVP), una hormona ligada a la conducta agresiva.
Rapaport cuenta a Tendencias que los efectos se registraron con una sola sesión de masaje. Explica, además, que disminuyeron las proteínas que participan en los procesos inflamatorios y las asociadas con respuestas alérgicas. Un masaje semanal, dice el especialista, tendría un efecto importante en todos los indicadores de la función inmunológica. “Pensamos que puede generar un aumento en la función del sistema nervioso parasimpático y una disminución del sistema nervioso simpático en el cuerpo, lo que provocaría una disminución de las hormonas del estrés y la modulación del sistema inmune”, comenta.
Investigadores daneses pidieron a 20 mujeres que realizaran ejercicios de hombros en una máquina de resistencia. Dos días después, regresaron al laboratorio con un dolor en la zona que calificaron de cinco puntos en una escala de uno a 10. Bastó un masaje de 10 minutos no sólo para reducir el dolor. El estudio, publicado en el Journal of Strength and Conditioning Research, entregó nuevas evidencias sobre otro de los grandes beneficios de los masajes: una mayor resistencia de los músculos en el ejercicio.
El equipo de científicos del Instituto Buck de Investigación sobre el Envejecimiento de la Universidad de California y la Universidad de McMaster de Hamilton (Ontario) fue más allá. Y detectaron que la acción del masaje, en este sentido, era a nivel celular. Tomaron biopsias musculares a deportistas y verificaron que el masaje logró reducir la inflamación y contribuyó al crecimiento de nuevas mitocondrias en el músculo esquelético. Estos son componentes de la célula, encargados de procesar los nutrientes y generar la energía.
Los beneficios incluyen a los niños. Un estudio realizado por la Universidad de Warwick, en Inglaterra, demostró que con un masaje, los bebés duermen mejor y lloran menos. Efectos que se acentúan en el caso de las guaguas prematuras, porque su peso aumenta más rápidamente y reciben el alta de la incubadora seis días antes que los pequeños que no recibieron un masaje diario. Los investigadores lo llaman “nutrición afectiva”.