La navidad es un símbolo de cambio.
Significa el nacimiento de un nuevo ser, cuya madre es nuestra condición humana y cuyo padre es Dios. María simboliza lo femenino que todos llevamos dentro, impregnado por el espíritu. Su función es decir: 'Si, quiero, recibo, no abortaré este proceso, acepto con humildad mi función sagrada'. El niño nacido de esta concepción mística es el Cristo en todos nosotros.
Los Ángeles despertaron a María a mitad de la noche y le dijeron que la esperaban en el terrado. 'En mitad de la noche simboliza nuestra oscuridad, nuestra confusión, nuestra desesperación'. 'Ven al terrado quiere decir apaga el televisor, lee mejores libros, medita y reza'. Los ángeles son los pensamientos de Dios. Sólo podemos oírlos en una atmosfera mental de pureza.
Dios nos ha elegido para que su hijo nazca por intermedio de cada uno de nosotros.
‘No hay sitio’, dijo el posadero a José. La posada es nuestro intelecto, donde hay poco o ningún lugar para las cosas del espíritu. ‘Rodeado de animales’, en unidad con nuestra natural condición humana, damos nacimiento al único que rige el universo.
Los pastores en el campo ven antes que nadie la ‘Estrella de Navidad’. Son los que atienden los rebaños, los que cuidan, protegen y sanan a los hijos de la tierra. Los reyes del mundo acuden a rendirle homenaje. Eso se debe a que el poder del mundo no es nada ante el poder de la inocencia.
Con el nacimiento de Cristo, no una vez por año, sino en todo momento, nos permitimos llevar el manto del divino hijo, ser más de lo que éramos hasta ese momento. El hijo del hombre reconoce quien es, y al reconocerlo se convierte en el hijo de Dios.
Y así el mundo queda redimido, recuperado, sanado e integrado.
Marianne Williamson.