Los árboles nos dan la vida y, sin embargo, como sucede con las mujeres,
el hombre los trata en general con superioridad, talándolos
y destruyéndolos, sin preocuparse por su bienestar.
Esta es una de las tesis que la doctora Jean Shinoda Bolen sostiene en ‘Sabia como un árbol’ (editorial Kairós); obra que nace del amor que siente por los árboles desde que era niña y del dolor que le produjo ver como un vecino cortaba un hermoso pino de Monterrey. Esta pérdida le propulsó a aprender más sobre esta especie: un viaje emocional e intelectual que le ratificó que el mundo necesita más de lo que ella llama “Personas Arbol”.
Texto: Eva Millet
Mucha gente va a sentirse identificada con la descripción que da en su libro de la “persona árbol”…
¡Yo soy una de ellas! Las personas árbol sienten respeto y empatía hacia estos seres vivos. En su infancia tuvieron una relación con un árbol (treparon, jugaron, leyeron bajo él…) o, de más mayores, tuvieron un encuentro con la Naturaleza. Yo fui una ‘girl-scout’ y pasé mucho tiempo en bosques y, en la escuela, pinté muchos árboles. Estas dos cosas: estar con ellos y pintarlos, ya me enseñaron a respetarlos, a entender que son únicos. Espero que mi libro sirva a mucha gente, porque nuestro planeta sufre de tener demasiadas personas y pocos árboles. Necesitamos más árboles para sobrevivir.
Plantar más árboles no parece ser tan complicado: ¿por qué los gobiernos no actúan?
La actitud de desforestar no tiene sabiduría de ningún tipo: es cortoplacista, se trata de ocupar el planeta y de hacer un uso económico de la tierra, sin respeto por ella. Considera a los árboles y a la Naturaleza como una “cosa”. Pero, los árboles no son los únicos que sufren esto: he hecho una conexión con lo que he aprendido en Naciones Unidas sobre cómo las mujeres y las niñas son también “cosificadas”. Son vendidas, abusadas, maltratadas: tratadas como una mercancía, no como un “ellas”, como personas.
Para tener más árboles ¿se necesitan más mujeres en los gobiernos?
Un estudio de la universidad de Cambridge asegura que al final, no importa cuántas mujeres estén en el gobierno, porque se ha descubierto que, en general, los asuntos de mujeres se consideran como algo lateral. Y eso sucede también con los temas de medioambiente. La gente puede estar al tanto de la necesidad de esforzarse más en preservar la naturaleza o de aspectos como la violencia doméstica, pero son “temas de mujeres”. Están en la agenda, pero muy abajo. Han de ser los movimientos feministas los que lleven estos asuntos a los políticos y los pongan sobre la mesa.
¿Los cambios se hacen de abajo a arriba?
Las únicas cosas que han cambiado en la historia americana para las mujeres han sido conseguidas por mujeres actuando en su propio nombre. No se necesita siempre alguien desde arriba. Nadie va a cuidar del planeta ni de nosotras hasta que nosotras actuemos. Somos el género que tiene las conexiones, la conciencia, y no solo con los árboles, sino con de panorama general.
¿Por qué cree que las mujeres conectan más con los árboles?
Tiene mucho que ver con el hecho que somos capaces de crecer como personas completas. Está comprobado científicamente que un gran porcentaje de hombres tiene un cerebro asimétrico: el lado izquierdo, el racional, es mucho más dominante en tamaño que el derecho, lo que hace que hayan menos conexiones entre ambos lados en los hombres que en las mujeres. En nosotras, en cambio, el cerebro es más igual: lo que permite que seamos tan eficientes en las multitareas, per ejemplo. Además, el cerebro derecho tiene una habilidad para ver la belleza. Y yo creo que la conexión con la Naturaleza tiene que ver con esta habilidad de ver alguna cosa de esta y sentirse conectado y bendecido por ello. Es una conexión de sentimientos que viene más fácilmente a las mujeres y a las niñas que a los hombres y a los niños, especialmente en una cultura que los reprime.
Usted también menciona en su libro la capacidad de crianza de las mujeres…
Sí, no hay que olvidar que como mujeres, tenemos una cualidad en la parte derecha del cerebro y en nuestro sistema hormonal, que nos hace que nos sea más fácil cuidar al otro. Y causas teóricamente simples, como el plantar árboles, no son acciones a corto plazo, sino que requieren un proceso largo de cuidar a esos árboles, regándoles, fertilizándolos… Es como una crianza.
¿A los hombres les da más vergüenza manifestarse a favor de los árboles?
A los activistas masculinos se les llama “abrazaárboles”, un término desdeñoso. Es un poco como si cuestionaran su virilidad. Los árboles están hechos para cortarse, con poderosas máquinas operadas por musculosos leñadores… Eso es lo masculino, no salvarlos. Pero esto es algo que puede enseñarse: en África participo en un proyecto que enseña, a niños y a niñas, a plantar y a cuidar un árbol. Y a partir del momento en el que los niños aprendían a ello, su actitud cambiaba.
¿Uno nace como una persona árbol o se convierte en una?
Hay que apoyar el instinto. Imagine un niño lleno de curiosidad, examinando una concha marina o un caracol… De cómo ese niño va ser educado a ver la Naturaleza y a ver su belleza y a maravillarse por ella, crecerá una persona árbol. La Naturaleza es la mayor fuente de admiración y de asombro, y es importante potenciar estos sentidos porque, cuando los tienes, estás en contacto en las asombrosas cualidades espirituales del mundo.
¿Y se puede ser más feliz así?
Sí, totalmente. Pero tenemos que tener en cuenta que estas cosas maravillosas de la Naturaleza, al ritmo que vamos, no van a seguir en este planeta para nuestro gozo durante muchos años más. Con siete billones de habitantes y muchos de ellos viviendo en ciudades donde no puedes ni ver las estrellas. Cada vez hay menos bosques para caminar.
La codicia humana tiene mucho que ver con la destrucción de estos bosques. Usted, como analista, ¿puede explicar este afán?
La codicia tiene que ver con la avidez material, con la necesidad de poder, que puede ser representado con fama, dinero u objetos. Es donde va la gente cuando ha sido privada de fuentes de amor. Van allá solos, solo para ellos. Existe esta idea de adquirir algo más te hará sentir más importante o mas feliz. Al principio, cuando has sido privado de experiencias u objetos que otras personas han disfrutado puedes pensar que al crecer y poder comprar eso serás feliz, pero resulta que no es así, porque las cosas materiales nunca alimentan el alma. La capacidad del alma de sentir, amar, pertenecer a algo, a un mundo más espiritual e interconectado, no se consigue con más objetos, más dinero o un coche o una casa más grandes.
¿Porqué cree que estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de cosas menos tangibles, como de esta conexión con la naturaleza?
Tiene mucho que ver con la presión por competir, en cómo la gente se mide en función de otros. Y eso (cuánto dinero tienes, qué coche llevas, a qué escuela vas, qué notas sacas), todo esto es medible, comparable. Pero toda la parte espiritual y emocional de uno mismo no es medible. El hecho de que tengas un niño que sepa apreciar la belleza, por ejemplo, no tiene valor.
La empatía es otra cualidad que en esta sociedad competitiva no se valora demasiado pero que para usted es fundamental y no solo para conectar con la Naturaleza…
La empatía es absolutamente esencial, porque tiene que ver con si uno es capaz de ser compasivo y de actuar. Y esta sociedad competitiva la reprime, no la valora. Yo detecto que en la jerarquía del poder, que es muy masculina, lo que se hace para cuadrar un presupuesto por ejemplo, es no utilizar la empatía. En estos niveles hay una falta de capacidad de imaginación, de ponerse en la piel del otro y sentir cómo sería. Con empatía no se pueden cortar por la mitad programas sociales ni ayudas familiares. Por es nos hace mucha falta.
¿Puede enseñarse?
Sí, sin duda. Aunque hay gente que siente la empatía de forma más instintiva, se educa. Pero si un niño que es empático por naturaleza ofrece un juguete a otro que llora y se da cuenta que en nuestra sociedad esto no se valora, que lo que sí se valora es sentirse superior a ese niño que llora, eso resiente la empatía.
Usted dice en su libro que la humanidad esta al borde la extinción o de la evolución ¿Pueden los árboles impedir este destino?
Mucha gente va a sentirse identificada con la descripción que da en su libro de la “persona árbol”…
¡Yo soy una de ellas! Las personas árbol sienten respeto y empatía hacia estos seres vivos. En su infancia tuvieron una relación con un árbol (treparon, jugaron, leyeron bajo él…) o, de más mayores, tuvieron un encuentro con la Naturaleza. Yo fui una ‘girl-scout’ y pasé mucho tiempo en bosques y, en la escuela, pinté muchos árboles. Estas dos cosas: estar con ellos y pintarlos, ya me enseñaron a respetarlos, a entender que son únicos. Espero que mi libro sirva a mucha gente, porque nuestro planeta sufre de tener demasiadas personas y pocos árboles. Necesitamos más árboles para sobrevivir.
Plantar más árboles no parece ser tan complicado: ¿por qué los gobiernos no actúan?
La actitud de desforestar no tiene sabiduría de ningún tipo: es cortoplacista, se trata de ocupar el planeta y de hacer un uso económico de la tierra, sin respeto por ella. Considera a los árboles y a la Naturaleza como una “cosa”. Pero, los árboles no son los únicos que sufren esto: he hecho una conexión con lo que he aprendido en Naciones Unidas sobre cómo las mujeres y las niñas son también “cosificadas”. Son vendidas, abusadas, maltratadas: tratadas como una mercancía, no como un “ellas”, como personas.
Para tener más árboles ¿se necesitan más mujeres en los gobiernos?
Un estudio de la universidad de Cambridge asegura que al final, no importa cuántas mujeres estén en el gobierno, porque se ha descubierto que, en general, los asuntos de mujeres se consideran como algo lateral. Y eso sucede también con los temas de medioambiente. La gente puede estar al tanto de la necesidad de esforzarse más en preservar la naturaleza o de aspectos como la violencia doméstica, pero son “temas de mujeres”. Están en la agenda, pero muy abajo. Han de ser los movimientos feministas los que lleven estos asuntos a los políticos y los pongan sobre la mesa.
¿Los cambios se hacen de abajo a arriba?
Las únicas cosas que han cambiado en la historia americana para las mujeres han sido conseguidas por mujeres actuando en su propio nombre. No se necesita siempre alguien desde arriba. Nadie va a cuidar del planeta ni de nosotras hasta que nosotras actuemos. Somos el género que tiene las conexiones, la conciencia, y no solo con los árboles, sino con de panorama general.
¿Por qué cree que las mujeres conectan más con los árboles?
Tiene mucho que ver con el hecho que somos capaces de crecer como personas completas. Está comprobado científicamente que un gran porcentaje de hombres tiene un cerebro asimétrico: el lado izquierdo, el racional, es mucho más dominante en tamaño que el derecho, lo que hace que hayan menos conexiones entre ambos lados en los hombres que en las mujeres. En nosotras, en cambio, el cerebro es más igual: lo que permite que seamos tan eficientes en las multitareas, per ejemplo. Además, el cerebro derecho tiene una habilidad para ver la belleza. Y yo creo que la conexión con la Naturaleza tiene que ver con esta habilidad de ver alguna cosa de esta y sentirse conectado y bendecido por ello. Es una conexión de sentimientos que viene más fácilmente a las mujeres y a las niñas que a los hombres y a los niños, especialmente en una cultura que los reprime.
Usted también menciona en su libro la capacidad de crianza de las mujeres…
Sí, no hay que olvidar que como mujeres, tenemos una cualidad en la parte derecha del cerebro y en nuestro sistema hormonal, que nos hace que nos sea más fácil cuidar al otro. Y causas teóricamente simples, como el plantar árboles, no son acciones a corto plazo, sino que requieren un proceso largo de cuidar a esos árboles, regándoles, fertilizándolos… Es como una crianza.
¿A los hombres les da más vergüenza manifestarse a favor de los árboles?
A los activistas masculinos se les llama “abrazaárboles”, un término desdeñoso. Es un poco como si cuestionaran su virilidad. Los árboles están hechos para cortarse, con poderosas máquinas operadas por musculosos leñadores… Eso es lo masculino, no salvarlos. Pero esto es algo que puede enseñarse: en África participo en un proyecto que enseña, a niños y a niñas, a plantar y a cuidar un árbol. Y a partir del momento en el que los niños aprendían a ello, su actitud cambiaba.
¿Uno nace como una persona árbol o se convierte en una?
Hay que apoyar el instinto. Imagine un niño lleno de curiosidad, examinando una concha marina o un caracol… De cómo ese niño va ser educado a ver la Naturaleza y a ver su belleza y a maravillarse por ella, crecerá una persona árbol. La Naturaleza es la mayor fuente de admiración y de asombro, y es importante potenciar estos sentidos porque, cuando los tienes, estás en contacto en las asombrosas cualidades espirituales del mundo.
¿Y se puede ser más feliz así?
Sí, totalmente. Pero tenemos que tener en cuenta que estas cosas maravillosas de la Naturaleza, al ritmo que vamos, no van a seguir en este planeta para nuestro gozo durante muchos años más. Con siete billones de habitantes y muchos de ellos viviendo en ciudades donde no puedes ni ver las estrellas. Cada vez hay menos bosques para caminar.
La codicia humana tiene mucho que ver con la destrucción de estos bosques. Usted, como analista, ¿puede explicar este afán?
La codicia tiene que ver con la avidez material, con la necesidad de poder, que puede ser representado con fama, dinero u objetos. Es donde va la gente cuando ha sido privada de fuentes de amor. Van allá solos, solo para ellos. Existe esta idea de adquirir algo más te hará sentir más importante o mas feliz. Al principio, cuando has sido privado de experiencias u objetos que otras personas han disfrutado puedes pensar que al crecer y poder comprar eso serás feliz, pero resulta que no es así, porque las cosas materiales nunca alimentan el alma. La capacidad del alma de sentir, amar, pertenecer a algo, a un mundo más espiritual e interconectado, no se consigue con más objetos, más dinero o un coche o una casa más grandes.
¿Porqué cree que estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de cosas menos tangibles, como de esta conexión con la naturaleza?
Tiene mucho que ver con la presión por competir, en cómo la gente se mide en función de otros. Y eso (cuánto dinero tienes, qué coche llevas, a qué escuela vas, qué notas sacas), todo esto es medible, comparable. Pero toda la parte espiritual y emocional de uno mismo no es medible. El hecho de que tengas un niño que sepa apreciar la belleza, por ejemplo, no tiene valor.
La empatía es otra cualidad que en esta sociedad competitiva no se valora demasiado pero que para usted es fundamental y no solo para conectar con la Naturaleza…
La empatía es absolutamente esencial, porque tiene que ver con si uno es capaz de ser compasivo y de actuar. Y esta sociedad competitiva la reprime, no la valora. Yo detecto que en la jerarquía del poder, que es muy masculina, lo que se hace para cuadrar un presupuesto por ejemplo, es no utilizar la empatía. En estos niveles hay una falta de capacidad de imaginación, de ponerse en la piel del otro y sentir cómo sería. Con empatía no se pueden cortar por la mitad programas sociales ni ayudas familiares. Por es nos hace mucha falta.
¿Puede enseñarse?
Sí, sin duda. Aunque hay gente que siente la empatía de forma más instintiva, se educa. Pero si un niño que es empático por naturaleza ofrece un juguete a otro que llora y se da cuenta que en nuestra sociedad esto no se valora, que lo que sí se valora es sentirse superior a ese niño que llora, eso resiente la empatía.
Usted dice en su libro que la humanidad esta al borde la extinción o de la evolución ¿Pueden los árboles impedir este destino?
Sí, absolutamente. La receta para el desastre en el mundo es demasiada gente y arboles insuficientes. Por eso, si les damos a las mujeres educación y derechos reproductivos, se casarán más tarde y tendrán menos niños. Y si continuamos plantando más y más árboles, estas dos cosas, juntas, pueden salvarnos y ayudarnos a evolucionar. Y cuanto más poderosas e iguales a los hombres sean las mujeres, más va a ir hacia delante la humanidad: tenemos que evolucionar en una humanidad que tenga ambos lados del cerebro interconectados.
"Sabia como un árbol" Ed. Kairós. Este nuevo libro de la doctora Jean Shinoda Bolen es una exploración educativa, mística y sensible de la relación de los humanos y los árboles. Como sus diez libros anteriores, editados en español por Kairós, ‘Sabia como un árbol’ se sustenta en su experiencia como doctora en medicina, psiquiatra y analista junguiana. El libro, donde se recorren también las historias de activistas como la Nobel Wangari Muta Maatha, es un alegato hacia estos seres fundamentales para nuestra vida pero que hoy dependen de que nosotros los salvemos.
"Sabia como un árbol" Ed. Kairós. Este nuevo libro de la doctora Jean Shinoda Bolen es una exploración educativa, mística y sensible de la relación de los humanos y los árboles. Como sus diez libros anteriores, editados en español por Kairós, ‘Sabia como un árbol’ se sustenta en su experiencia como doctora en medicina, psiquiatra y analista junguiana. El libro, donde se recorren también las historias de activistas como la Nobel Wangari Muta Maatha, es un alegato hacia estos seres fundamentales para nuestra vida pero que hoy dependen de que nosotros los salvemos.
Jean Shinoda Bolen.