Cuidado con las bebidas muy calientes. De acuerdo con un artículo publicado en la revista médica British Medical Journal, las personas que consumen a diario bebidas calientes a una temperatura superior a 60 grados centígrados sufren un continuo abrasamiento de las células que recubren el esófago que incrementa el riesgo de cáncer. En concreto, los investigadores probaron que tomar té a 65 ó 70 grados duplica el riesgo, mientras que cuando la temperatura de la bebida supera los 70 grados la amenaza se multiplica por ocho.
Frutas, verduras y mermeladas. Las personas que comen abundante cantidad de frutas y verduras tienen menos probabilidad de desarrollar cáncer. Un reciente estudio del Instituto de Investigación Alimentaria en el Reino Unido lo atribuye en gran medida al papel que juega la pectina, un ingrediente gelificante natural de las frutas y las hortalizas, que se usa para fabricar mermeladas y que, al parecer, inhibe a la galectina 3, una proteína que ayuda a la diseminación del cáncer en el organismo.
Menos carne y más pescado. Las mujeres que consumen cantidades ingentes de embutidos, bacón o carnes ahumadas son más propensas a desarrollar cáncer de ovario, algo que los científicos achacan a que estas carnes procesadas contienen nitrosaminas y nitrosamidas. Eso explicaría también por qué varios estudios asocian el exceso de perritos calientes con altas tasas de cáncer infantil, principalmente de leucemia. Por otra parte, la ingesta de carnes rojas está ligadas al cáncer de próstata, al cáncer de mama y al cáncer pancreático. En contraposición, un estudio chino publicado hace poco en The American Journal of Medicine demostraba que comer pescado fresco con regularidad reduce el riesgo de cáncer de colon en un 12%.
Come brócoli. De todas las frutas y verduras que llegan a nuestra mesa, el brócoli se lleva la palma a la hora de prevenir el cáncer. Esta verdura de la familia de los crucíferos contiene sulforafano, un compuesto con propiedades antioxidantes que permite actuar a los genes que en condiciones normales mantienen los tumores a raya. Pero además, científicos de la Universidad Estatal de Oregón han demostrado hace poco que esta sustancia favorece la metilación del ADN, un proceso natural que se altera cuando enfermamos, ya sea por cáncer, por trastornos neurodegenerativos o por problemas cardiovasculares.
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