Vamos juntos, tú con tu ego y yo con el mío, como dos ciegos que han logrado ver pero que conservan sus perros guías.
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Mientras el ego vegeta con las semillas del alma pudriéndose en sus manos,
el amor pasa a nuestro lado con la celeridad de un balazo.
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El ego se amarra al deseo como un niño al pecho seco de su madre.
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Queremos permanecer para siempre de una manera absurda dentro de los límites de un ego que ni siquiera es nada.
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No puedes eliminar al ego, pero puedes domarlo.
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Todo lo que nos falta es lo que construye a nuestro ego.
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El ego es inútil si no contiene a un Dios interior.
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Podemos evitar el sufrimiento si identificamos su causa , es decir nuestro ego negativo.
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