El gozo del Ser es la alegría de ser consciente.
La conciencia ya es consciente. Es lo no manifestado, lo eterno. El universo, en cambio, solo se va volviendo consciente poco a poco. La conciencia en sí misma es intemporal y por lo tanto no evoluciona. No nació y nunca morirá. Cuando la conciencia se convierte en el universo manifestado, parece estar sometida al tiempo y experimentar un proceso evolutivo. Ninguna mente humana es capaz de comprender plenamente la razón de este proceso. Pero podemos vislumbrarlo dentro de nosotros mismos y convertirnos en participantes conscientes en ello.
La conciencia es la inteligencia, el principio organizador que hay detrás de la aparición de la forma. La conciencia ha estado preparando formas durante millones de años para poder expresarse por medio de ellas en lo manifestado.
Aunque se podría considerar que el reino no manifestado de la conciencia pura es otra dimensión, no está separado de esta dimensión de la forma. La forma y lo sin forma se interpenetran. Lo no manifestado fluye en esta dimensión como conciencia, espacio interior, Presencia. ¿Cómo lo hace? Mediante la forma humana que se hace consciente y de ese modo cumple su destino.
La conciencia se encarna en la dimensión manifestada, es decir, se hace forma. Cuando lo hace, entra en un estado como de sueño. La inteligencia permanece, pero la conciencia se vuelve inconsciente de sí misma. Se pierde en la forma, se identifica con las formas. Esto se podría describir como el descenso de lo divino a la materia.
En nuestro planeta, el ego humano representa fase final del sueño universal, la identificación de la conciencia con la forma. Fue un paso necesario en la evolución de la conciencia.
El siguiente paso de la evolución humana no es inevitable, pero por primera vez en la historia de nuestro planeta puede ser una decisión consciente. ¿Quién toma esa decisión? Tú. ¿Y quién eres tú? La conciencia que se ha hecho consciente de sí misma.
Eckhart Tolle.
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