El impulso inconsciente del ego,
independientemente de la forma que adquiera, busca fortalecer la imagen de
quien yo pienso que soy, el ser fantasma que comenzó a existir cuando el
pensamiento (una gran bendición pero también una gran maldición) comenzó a
dominar y ensombreció la alegría sencilla pero profunda de estar conectados con
el Ser, la Fuente ,
Dios. La fuerza que motiva el comportamiento del ego, cualquiera que éste sea,
siempre es la misma: la necesidad de sobresalir, de ser especial, de tener el control; la necesidad de tener poder, de recibir atención,
de poseer más. Y, por supuesto, la necesidad
de sentir la separación, es decir, la necesidad de la oposición, de tener
enemigos.
El ego siempre desea algo de los
demás o de las situaciones. Siempre tiene sus pretensiones ocultas, el sentido
de no tener suficiente, de una carencia que necesita satisfacerse. Utiliza a
las personas y
a las situaciones para obtener lo que desea y ni siquiera cuando lo logra siente satisfacción duradera. Muchas
veces ve frustrados sus propósitos y, casi
siempre la brecha entre lo que desea y lo que hay se convierte en una fuente
constante de desasosiego y angustia. La canción famosa que se convirtió en un
clásico de la música popular titulada I Can't
Get No Satisfaction
(No consigo satisfacción alguna), es la canción del ego. La emoción subyacente que gobierna toda la actividad del ego es
el miedo. El miedo de ser nadie, el miedo de
no existir, el miedo de la muerte. Todas sus actividades están encaminadas a
eliminar este miedo, pero lo máximo que el ego puede lograr es ocultarlo
temporalmente detrás de una relación íntima, un nuevo bien material, o un
premio. La ilusión nunca nos
podrá satisfacer. Lo único que nos podrá liberar es la verdad de los que somos,
si logramos alcanzarla.
¿Por qué el miedo? Porque el ego
surge a través de la identificación con la forma y en el fondo sabe que ninguna forma es permanente, que todas las formas son
efímeras. Por consiguiente, siempre hay una sensación de
inseguridad alrededor del ego, aunque en la superficie éste parezca seguro de
sí mismo.
Mientras caminaba con un amigo
por una reserva natural muy hermosa cerca de Malibú en California, tropezamos
con las ruinas de la que fuera una casa de campo, destruida por el fuego hace
muchos años. Al aproximarnos a la casa, sepultada debajo de los árboles y una
vegetación imponente, vimos un aviso al lado del camino, puesto por las
autoridades del parque. Decía: "Peligro. Todas las estructuras son
inestables". Le dije a mi amigo, "Ese es un sutra (escritura sagrada) profundo".
Permanecimos allí, extasiados. Una vez que aceptamos y reconocemos que todas
las estructuras (las formas) son inestables, hasta las que parecen más sólidas,
emerge la paz en nuestro interior. Esto se debe a que al reconocer la
transitoriedad de todas las formas despierta en nosotros la dimensión de lo
informe que llevamos dentro y que está más allá de la muerte. Eso que jesús
denominó "vida eterna".
Eckhart Tolle en "Una Nueva Tierra".